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Cuando un amigo se va

El triunfo de los socialistas en España significa la caída de un aliado de Álvaro Uribe. La pregunta es qué tanto se afectarán las relaciones de Colombia y España.

21 de marzo de 2004

Apenas unas horas después de que el Partido Socialista Obrero Español (Psoe) ganó las elecciones, con su líder José Luis Rodríguez Zapatero convertido en nuevo presidente del gobierno español, el tema de las relaciones con Colombia ya se había encendido. Miguel Ángel Moratinos, que se perfila como canciller, puso el detonante. El político expresó en una entrevista sus dudas frente a la continuidad de la cooperación militar con Colombia y, en particular, sobre la venta de 46 tanques AMX-30. Moratinos advirtió que esta decisión podría llevarse al Parlamento, tal como es la filosofía del Psoe respecto a temas tan sensibles para la política exterior.

El jueves el Psoe ratificó oficialmente que cumpliría los compromisos adquiridos pero que revisaría el protocolo que firmaron hace un año los ministerios de Defensa de ambos países.

Que el socialismo español se haya pronunciado sobre la cooperación militar con Colombia tras sólo cuatro días de su triunfo resulta insólito en un país que acababa de sufrir el peor atentado de su historia y cuyo centro de debate giraba en torno al tema de las relaciones con Estados Unidos, Europa y el mundo árabe. Sin embargo, Colombia es mucho más que un olvidado país suramericano con una guerra interna.

Zapatero, como lo llaman los españoles, critica en su programa a José María Aznar por haber roto el consenso de la Unión Europea y por haberse alineado con Estados Unidos. Pero el tema de Colombia es parte del mismo debate.

Aznar apoyó desde su nacimiento al Plan Colombia, que tiene el sello de Estados Unidos, y fue el único gobernante de Europa que brindó ayuda militar al presidente Álvaro Uribe, a pesar de que sus socios regionales han condicionado la mesa de donantes al cumplimiento de las recomendaciones de la ONU en derechos humanos. Es decir, Aznar actuó frente a Colombia atendiendo más los dictámenes de Estados Unidos que los de la Unión Europea, lo cual es contrario a la doctrina de los socialistas, quienes tienen "clara opción europeísta y de respaldo a la legalidad internacional que representan las Naciones Unidas".

En un terreno más pragmático, los dirigentes del Psoe comparten la idea de que Europa debe convertirse en un bloque alternativo de poder económico y político, y en esa lucha global los países de América Latina son claves, y para España representan una carta importante en el escenario comunitario. Entonces ni las relaciones comerciales ni la cooperación se verán afectadas con el cambio de gobierno en España.

Lo que sí es predecible es un cambio de intensidad en la relación. Uribe tendrá que convencer a los socialistas de las bondades de su política de seguridad y en ese camino tendrá tantos obstáculos como en el resto de Europa.

También habrá cambios en las prioridades. Menos armas y más intercambio de información y capacitación militar. Y un mayor énfasis en cooperación humanitaria. Por eso, aunque la venta de los tanques se salve, está claro que con la llegada del Psoe al poder, Uribe pierde a su mejor aliado en Europa. Y que el reto de hacer diplomacia en el Viejo Continente se le creció de la noche a la mañana.