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Cuentos de piratas

José Vicente Kataraín, el editor de García Márquez, se convierte en protagonista de una historia tan singular que podría haber sido escrita por el Nobel.

14 de junio de 1993


FUE COMO TIRAR DE LA punta de un cordel para que la gigantesea madeja comenzara a desenredarse. Porque la historia de la piratería de los libros de Gabriel García Márquez, que comenzó como un cuento macondiano, terminó en un caso digno de Perry Mason.
Todo comenzó el 29 de julio de 1992, cuando los representantes de la editorial Oveja Negra, encabezados por su dueño José Vicente Kataraín, se presentaron ante la Dirección de la Policía Judicial e lnteligencia -Dijin- para denunciar la falsificación de las obra literarias de García Márquez y el hurto de las películas para la reproducción de los libros ""Crónica de una muerte anunciada", y ""Relatos de un náufrago". Señalaron como culpables de este robo a Gilberto Antonio Giraldo, un distribuidor de libros de Medellín y a Félix Manuel Burgos, un ex empleado de la Oveja Negra. Los directivos de la editorial manifestaron a los funcionarios de la Dijin que también tenían información sobre la inminente reproducción ilegal quc se iba hacer del último libro de García Márquez los "Doce cuentos peregrinos", que en ese momento todavía no había sido lanzado al mercado.
Hasta ahí, la denuncia instaurada por Kataraín y Quintero no era otra cosa que un intento para hacerle frente a la piratería en Colombia que tanto daño le ha causado a las casas editoriales y en especial a los escritores. Las solas ventas de libros piratas de García Márquez son enormes. En obras como el "El Coronel no tiene quien le escriba", que es texto escolar, puede haber entre 70 y 100 mil copias piratas cada año. Si se tiene en cuenta que ese libro se vende a un promedio de tres mil pesos por unidad y que su autor tiene derecho al 10 por ciento de esas ventas, el Nobel está dejando de recibir alrededor de 30 millones de pesos cada año sólo por ese libro.
Por eso, la iniciativa de los directivos de la Oveja Negra fue vista con muy buenos ojos por todo el mundo literario. Pero lo que vino después dentro del proceso fue una serie de irregularidades que terminó por enredar aún más la madeja. De acuerdo con la providencia de la fiscal Patricia Salazar, hubo una flagrante violación al debido proceso. Y para sostenerse en esta afirmación, señaló una serie de irregularidades que se cometieron por parte de los detectives de la Dijin en los allanamientos practicados tanto en Bogotá como en Medellín. En primer lugar para realizar el allanamiento de las bodegas y oficinas de la Distribuidora Norteamericana de Libros, de propiedad de Burgos y Giraldo Barrientos, la Dijin solicitó un permiso a un fiscal sin rostro -que maneja solo casos de terrorismo- aduciendo que en ese lugar se encontraban personas dedicadas a la falsificación de documentos públicos y al comercio de armas de uso privativo de la fuerza pública. En ese operativo se capturó a Burgos, a Edgar Alfonso Méndez y Eduardo Córdoba, y se les decomisaron cientos de obras literarias, maquinaria de impresión y refilamiento de libros, planchas y negativos de obras literarias.
"Pero lo más grave de todo esto, es que el señor Kataraín acompañó a los funcionarios de la Dijin a realizar los allanamientos y se apoderó de documentos privados de la editorial Distribuidora Norteamercana de Libros", señaló a SEMANA la fiscal Patricia Salazar. La fiscal señaló, igualmente, que para el desplazamiento de los detectives de la Dijin de Bogotá a Medellín y su alojamiento en el Hotel Nutibara, los gastos corrieron por cuenta de Kataraín.
En este episodio de Medellín, Patricia Salazar hizo una serie de acusaciones contra Kataraín. "Los detectives de la Dijin sacaron de su oficina a Giraldo y lo llevaron a una casa donde funciona un negocio de apuestas permanentes. Allí Kataraín redactó un documento en manuscrito en que consta que Giraldo cede todos sus bienes por un valor de dos mil millones de pesos como pago por los libros que supuestamente había pirateado. Y lo obliga a firmar una confesión donde él acepta que es un editor pirata".
Por todas estas razones y por una serie de pruebas practicadas por la Fiscalía de Investigaciones Especiales, Patricia Salazar decidió en su providencia dejar en libertad, hace una semana, a todos los implicados en este asunto, dejando sin piso la denuncia de la Oveja Negra. En otras palabras, Kataraín, pasó de acusador a acusado. Ahora la Fiscalía decidió investigarlo por su participación en los allanamientos y en el posible delito de constreñimiento por el documento que hizo firmar a Giraldo.
Pero los problemas de Kataraín pueden ir mucho más lejos. La clave de todo este proceso está en las explicaciones sobre la pérdida de los fotolitos de las obras de Gabriel García Márquez. En este punto hay una serie de contradicciones. Nadie sabe exactamente cuántos libros son piratas ni cuántos fotolitos desaparecieron. Lo cierto es que esas contradicciones y el hecho de que nunca hubiera sido denunciado el robo de esos materiales ni la violación de las cerraduras de los archivos donde reposaban, han llevado a los investigadores a no descartar que los fotolitos hubieran sido retirados de las oficinas de la Oveja Negra "por las buenas". Todo esto tendrá que aclararse y posiblemente será el punto de partida para saber quién o quiénes están plagiando las obras de García Márquez.
La situación de Kataraín no termina en la parte jurídica. Todo lo ocurrido hasta ahora puede perjudicar aún más la situación económica por la que atraviesa desde hace algunos años la Oveja Negra. Además de sus problemas con los bancos, según la Fiscalía General de la Nación, hoy la Oveja Negra enfrenta 14 embargos de las entidades crediticias. SEMANA ha podido establecer que además Katarain enfrenta una situación calificada como "insostenible", con la agencia literaria de Carmen Balcells, quien representa los intereses literarios de Gabriel García Márquez y de muchos escritores de talla mundial.
Dicha agencia editorial se ha venido quejando reiteradamente, desde hace varios años, de que no es informada de los tirajes reales y efectivos de las obras de García Márquez por parte de la editorial. La agencia se queja también de que la Oveja vende la obra de García Márquez fuera del territorio acordado en los contratos. Las quejas se extienden, además, al retraso en los pagos. En la actualidad, Oveja Negra tiene demoras en los anticipos más recientes que suman 300 mil dólares. Y en los pagos por derechos de autor el retraso ya no se mide en meses sino en años, y pueden no ser de cientos de miles de dólares, sino de millones.
"La agencia editorial no ha podido cobrar la totalidad de los últimos derechos contratados, ni el porcentaje que le corresponde por las ventas de los últimos cuatro años", le dijo a SEMANA una fuente bien informada de esta situación.
Pero el principal argumento de Kataraín para no ponerse al día con la agencia literaria no es malo. Aduce justamente el problema de la piratería. Y al parecer fue precisamente la presión de la agencia la que lo llevó a interponer las demandas contra los piratas y la que dio inicio al primer capítulo jurídico de todo este asunto. En eso, hay que reconocer que el famoso editor, quien no quedó bien parado con el último fallo de la Fiscalía, fue precisamente quien interpuso las demandas sin las cuales esta olla no se hubiera destapado y quien sigue exigiendo que las investigaciones vayan hasta el final. Su defensa contra el pronunciamiento de la Fiscalía ha sido la de plantear numerosas denuncias contra la fiscal del caso porque, según él, devolvió los libros incautados inicialmente sin que antes se practicaran los peritajes respectivos. Además alega que la fiscal no quiso llamar a declarar a los gerentes de las dos impresoras, Printer y Retina, quienes según él podrían brindar pistas claves en el caso. En cuanto a su participación en los allanamientos, argumenta que lo único que pretendió fue ayudar a la justicia .
Hasta ahora lo único claro es que el gran perjudicado de todo este enredo es el propio García Márquez, pues no solo la Oveja Negra le está debiendo millones pesos en derechos de autor, sino que además sus libros se venden en ediciones piratas gigantescas. Y lo más grave es que el Nobel, quien tenía fincadas sus esperanzas de que esta investigación que se inició el año pasado condujera a golpear la piratería y detener a los culpables, se encuentra ahora, a este respecto, más confundido que nunca. Por eso decidió que mientras las cosas no se aclaren, se sostendrá en su decisión de no editar y distribuir sus libros en Colombia.