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CUIDADOS INTENSIVOS

EL PACIENTE NI SE MURIO NI HA SALIDO DE LA CLINICA. QUE PUEDE PASAR?

4 de marzo de 1996

Ernesto Samper no lo tumbó la confesión de Fernando Botero. Casi lo tumba. Después de la renuncia del general Cifuentes, 45 generales estuvieron reunidos estudiando opciones. Si de ahí hubiera salido una renuncia colectiva, como llegó a rumorarse, hoy Humberto de la Calle estaría en la Casa de Nariño. Sin embargo una combinación de buena suerte y hábil manejo representaron un salvavidas para Samper cuando estaba a punto de ahogarse.
El documento de los ex presidentes liberales en apoyo del salto social, el juicio en el Congreso y la sucesión de De la Calle dieron señales contradictorias de apoyo y abandono. Pero le dieron oxígeno. Y de ahí en adelante, el excelente discurso pronunciado en el Congreso, la no renuncia de Carlos Lleras de la Fuente y la aceptación de Morris Harf al Ministerio de Comercio Exterior dejaron a Samper a flote cuando esto parecía un imposible cuatro días antes.
No obstante, la realidad es que el paciente no está caminando sino que se encuentra en cuidados intensivos. El "sí sabía" de Botero, aunque no le dio el golpe de gracia, se ha convertido en un fantasma que no lo ha abandonado desde la noche de la entrevista con Yamid Amat. El gobierno quedó gravemente herido, tanto en Colombia como en el exterior. Y si bien la presión de la opinión pública de la semana pasada no dio el empujón final, hay que recordar la máxima de que los gobiernos se caen no tanto por corruptos como por débiles. Y pocas veces los colombianos habían visto un gobierno tan débil como en la actualidad.
El mensaje de hombre perseguido injustamente que Samper envió en su discurso del lunes pasado le ha generado cierto repunte y una solidaridad popular. Pero su principal problema no es que la mitad de los colombianos esté a favor suyo y la otra mitad en contra. Eso le sucede a todos los presidentes. Su verdadero problema es el grado de indignación que sienten gran parte de sus opositores. La dimensión narco del escándalo pesa mucho más que la tradicional impopularidad de los malos gobiernos.
Políticamente el primer mandatario quedó con muy poco campo de maniobra. No cuenta con ninguna fuerza política organizada, a excepción de las disciplinadas mayorías parlamentarias liberales. Como sucede inevitablemente en Colombia, donde siempre hay voracidad burocrática, disidencias y 'lentejos' dispuestos a 'salvar la patria' si la tajada es buena. Un gobierno así sobrevive pero no gobierna. Y tal parece que esa va a ser la realidad política de los próximos meses.
Cuando Ernesto Samper estuvo a punto de caer tuvo lugar una serie de contactos informales para lo que alguien denominó "la salida digna". Amigos y enemigos del Presidente se reunieron en diversas ocasiones sobre el entendido de que Samper podría llegar a considerar la posibilidad de retirarse siempre y cuando no fuera a sombrerazos. Esperaban que esto fuera en término de semanas y en todo caso antes de la certificación de Estados Unidos, la cual tendrá lugar el primero de marzo.
Concentrando energias
Eso ya no va a suceder. Samper, después del pánico inicial, está concentrando sus energías más en su permanencia que en su retiro. Es consciente de que impactos como el 'boterazo' difícilmente se pueden volver a repetir. Golpes de opinión pública que lo saquen súbitamente de la Casa de Nariño muy probablemente no tendrán lugar. Su permanencia en el poder dependerá entonces de que no se acentúe su debilitamiento gradual como gobernante. Si no hay más revelaciones espectaculares, solamente tres hechos concretos pueden tener consecuencias definitivas: la acusación de la Fiscalía, la no certificación de Estados Unidos y el juicio que él ha pedido en el Congreso.
La acusación de la Fiscalía tendrá lugar a mediados de febrero. Todos los colombianos han llegado a sus conclusiones sobre el proceso 8.000 en el último año menos el fiscal Alfonso Valdivieso, quien es el único que tiene toda la información. Algunas fuentes bien informadas dicen que está elaborando un documento con sus conclusiones sobre lo que pasó realmente en la campaña samperista. Del contenido y del tono de este análisis dependerá en gran parte la suerte del jefe del Estado. Las mismas fuentes anticipan que se tratará de una acusación formal al Presidente, que será remitida a la Comisión de Acusaciones de la Cámara, donde comenzaría el juicio en el Congreso. Este documento muy posiblemente demostrará que sí entraron varios miles de millones de pesos a la campaña presidencial de Ernesto Samper, pero que no existe la plena prueba que demuestre que él lo sabía.
La plena prueba en derecho penal es muy difícil de obtener. Basta recordar el famoso juicio del futbolista norteamericano O. J. Simpson. La sangre de su ex esposa en su vehículo y en su residencia no fueron suficientes para convencer a un jurado. En el caso de Ernesto Samper esta plena prueba hasta ahora no ha aparecido. Hay múltiples indicios que apuntan hacia él y lo que no se sabe es qué evaluación harán de éstos sus jueces. En todo caso, como la responsabilidad penal siempre será debatible, el campo de batalla se situará en la responsabilidad política. En otras latitudes, ante un hecho de esta gravedad, una renuncia sería obligada. En Colombia no hay muchos antecedentes sobre esta materia y va a tocar abrir trocha.
El otro factor decisorio puede ser la certificación de Estados Unidos. Como siempre, hay dos tendencias enfrentadas en la alta burocracia de Washington. La línea dura está representada por el nuevo zar antidroga, el ex comandante de los ejércitos estadounidenses en Panamá, general Barry McCaffrey, y el secretario asistente para asuntos de narcóticos, Robert Gelbard. Ellos, apoyados por Jesse Helms en el Congreso y por los think tanks, republicanos encabezados por el Heritage Foundation, están en contra de la certificación de Colombia mientras Ernesto Samper esté en el poder. La línea blanda, tradicionalmente la del Departamento de Estado, representada por Alexander Watson, secretario asistente para asuntos interamericanos, y por Michael Skoll, secretario asistente adjunto para asuntos interamericanos, se está debilitando. Los dos funcionarios están en el proceso de abandonar sus cargos.
Esto ha producido un desequilibrio entre las dos fuerzas, pero aún así el pronóstico no es catastrófico. Los resultados del gobierno han sido excelentes y descertificarlo sería irse en contra de una persona más que de una política. Si lo hacen, Estados Unidos se expondría a que lo acusaran de intromisión en los asuntos internos de Colombia. Por eso, aunque en este momento la tendencia es a la descertificación total, no es imposible que de aquí al primero de marzo el asunto termine en una certificación intermedia, como la otorgada el año pasado, con la diferencia de que seguramente vendrá acompañada de un pronunciamiento político violento en contra de Ernesto Samper. Como éste no tendría implicaciones comerciales para los empresarios, el daño en Colombia sería moderado pero las repercusiones internacionales serían considerables.
Desenlace parlamentario
Pero donde se va a definir finalmente la suerte del Presidente de la República es en el Congreso, independientemente de las reservas que tenga la opinión pública sobre este cuerpo legislativo. El proceso en el Parlamento tiene normalmente tres etapas: la investigación en la Comisión de Acusaciones, el debate en la plenaria de la Cámara y el debate en la plenaria del Senado, en donde si se encuentra mérito tendría que ser remitido a la Corte Suprema de Justicia, la cual es la única que puede condenar penalmente a un presidente.
En condiciones normales este proceso no puede durar menos de un año. Pero ni Ernesto Samper ni nadie ha pensado en hacer todo ese recorrido. El jefe del Estado es consciente de que una absolución en la Comisión de Acusaciones de Heine Mogollón es un imposible político en la actualidad. Por eso quiere agilizar ese trámite para que sea la plenaria de la Cámara la que lo absuelva sin tener que llegar al Senado, etapa en la cual llegaría a tener que retirarse temporalmente de su cargo. Un retiro transitorio en las actuales circunstancias equivaldría al retiro definitivo.
La etapa de la Comisión de Acusaciones no puede durar menos de dos meses en cálculos muy optimistas, pues al fin y al cabo ese es el órgano encargado de hacer la investigación. Pero antes de ésta vendrían los forcejeos políticos de rutina sobre múltiples aspectos procedimentales, incluyendo la integración de la Comisión, cuyos nuevos miembros serán seleccionados por la Cámara en pleno. Una vez termine esa etapa de instrucción las pruebas serían enviadas a la plenaria de la Cámara para el gran debate final. En las actuales circunstancias de crisis este debate no debería durar más de un mes. Si se tiene en cuenta que el Fiscal ni siquiera ha formulado su acusación y en Colombia todo es lento, es de preverse que si Ernesto Samper llega a juicio el desenlace se vería hacia mayo o junio.La Cámara es de amplia mayoría liberal y el primer mandatario cuenta con el apoyo de un sector conservador de alrededor de 30 parlamentarios. Sin embargo, como el juicio probablemente sería público, no hay que dar ningún resultado por descontado. Existe un procedimiento según el cual un representante a la Cámara sería el acusador y, como en todo juicio, habría abogados defensores. Los que esperan un juicio a la norteamericana, con juez, jurado, análisis de pruebas y exposiciones analíticas, van a quedar desilusionados. En la práctica, seguramente lo que se verá es un espectáculo de oratoria a la antigua en el cual Horacio Serpa tendrá un papel protagónico.
La oratoria parlamentaria no es lo que la gente considera administración de justicia. Pero dadas las circunstancias tendrá que ser así. La Cámara en pleno no puede condenar, simplemente decide si acusa o no al primer mandatario ante el Senado. Esta acusación sería la que Ernesto Samper consideraría como el fallo definitivo, por lo tanto, lo que busca es una absolución en la Cámara. Si esta es cuestionada sacaría el garrote de la consulta popular. Sin embargo esto es más una amenaza que una realidad, y aunque nadie sabe hasta dónde van a llegar las cosas pocos creen que haya consulta. Lo que esperan sus críticos es que la situación se agrave antes de llegar al juicio. Si llega y es absuelto, no descartan que prefiera salir con la frente en alto a quedarse en medio de una situación inmanejable. Algunos de sus más cercanos colaboradores no descartan esta alternativa. El menos entusiasmado con estos escenarios es el protagonista, Ernesto Samper, quien se siente más en el intermedio que en el final de la película.