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La ubicación de Dabeiba la convirtió en un botín para guerrilleros y paramilitares. El pueblo se conecta con Urabá y Bajo Cauca y forma parte de los corredores hacia Chocó y Córdoba. | Foto: CRISTIAN LEGUIZAMÓN-SEMANA

AL ATAQUE

Dabeiba, 20 años de una espantosa tragedia militar

Desde el sitio de la tragedia, donde 54 militares fueron asesinados por las FARC, dos soldados sobrevivientes de esta masacre reconstruyen paso a paso con Salud Hernández-Mora cómo salvaron sus vidas y cómo sus compañeros terminaron baleados tras descender de los helicópteros.

30 de octubre de 2020

Dabeiba. “No se haga matar por mí”. Gato observó con tristeza a su compañero herido y comprendió que no podría cargarlo más. Lo llevaba sobre los hombros, arrastrándolo entre el pasto abigarrado, crecido, que los ocultaba casi por completo. Pero la guerrilla terminaría por descubrirlos, juntos formaban un bulto visible. Con sumo cuidado, pero sin perder un minuto, recostó a El Cura, como lo bautizaron sus compañeros, lo cubrió con la vegetación y lo dejó resguardado y tranquilo.

Momentos antes él mismo debió disparar a bocajarro a un subversivo. Inmóvil, pegado a la tierra, Gato vio unas manos retirar las hierbas espigadas que lo tapaban y la mirada de asombro del guerrillero al descubrirlo. Era su vida o la de su enemigo. Descerrajó unos tiros, lo vio caer y continuó reptando para buscar otro refugio.

Ahora se deslizaba por una loma hacia un hueco que podría servirle de escondite, junto a otros dos compañeros. A pocos metros, varios Frentes de las FARC seguían lanzando granadas hechizas, tatucos y un diluvio de balas hacia los militares que poco antes habían desembarcado en cuatro helicópteros.

Habían partido esa mañana del 9 de octubre del año 2000 de Medellín. El comandante de la Brigada IV debió cambiar planes en el último instante. Las FARC se habían tomado Bagadó y pensaba mandar refuerzos a dicha población del Chocó. Pero le notificaron que estaban asaltando el casco urbano de Dabeiba y la Policía resistía a duras penas. Mandó un aparato a Bagadó, por ser mucho más pequeño, y cinco a la población antioqueña, pero uno no pudo despegar por fallas técnicas.

Lo que no adivinaron en ese momento es que unos mil integrantes de cinco frentes guerrilleros los aguardaban en el cerro que siempre utilizaban para posar sus naves cuando debían socorrer un pueblo que las FARC y las AUC se disputaban por su valor estratégico. El “puerto seco”, como explica el coronel retirado Ahmed Restrepo, historiador, resultaba un punto esencial en la ruta del narcotráfico hacia el Urabá y los océanos Atlántico y Pacífico.

En realidad, la toma de Dabeiba, como la de Bagadó, eran meros señuelos. La localidad del Chocó debía tener la misión de debilitar los refuerzos, y la antioqueña obligar a que buscaran el cerro situado a escasos kilómetros del pueblo.

Decenas de guerrilleros esperaron a los militares escondidos en hondas trincheras, cubiertos por un pasto delgado y muy alto. En cuanto atisbaron el primer Black Hawck, le dispararon. El aparato se vino a tierra y en la caída perdieron la vida unos soldados; otros quedaron heridos y los guerrilleros los remataron con tiros de gracia, según relataron dos de los sobrevivientes, los soldados Silvio de Jesús García, al que apodaban “Gato”, y Juan Carlos David López.

Los soldados de las otras tres aeronaves debieron lanzarse a tierra porque no pudieron aterrizar. David López recuerda que les recibieron con ametralladoras, disparos de fusil, granadas y tatucos. Él quedó herido pero logró esconderse en el pasto, igual que su compañero “Gato”.

Tras varias horas, al final de la jornada, cuando llegaron de noche los refuerzos militares, ya era tarde. Solo habían sobrevivido dieciséis soldados. El resto, cincuenta y cuatro, fueron asesinados. También murió un policía en el casco urbano.

En la IV Brigada, el 19 de octubre, les rindieron homenaje. Ahora David López y García esperan que la JEP investigue lo ocurrido y la manera en que mataron a sus compañeros incluso cuando estaban desarmados y heridos. Y que digan dónde enterraron a los guerrilleros que dieron de baja.

Por Salud Hernández-Mora