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Chingaza. Los páramos son las fábricas de agua del país. El 70 por ciento del líquido vital que consumen los colombianos viene de ellos. | Foto: Parques Nacionales

MEDIO AMBIENTE

De las Galápagos a los páramos

Una investigación demostró que los páramos son el ecosistema que más rápido ha evolucionado en el planeta. Colombia es el campeón mundial de esta maravilla natural, pero podría perderla.

16 de noviembre de 2013

Cuando los conquistadores españoles llegaron a las montañas de los Andes describieron en sus cartas que habían encontrado un “país de niebla” que podía guardar muchos tesoros. Aunque ellos seguramente se referían al oro que estas tenían en sus entrañas, recientes investigaciones han demostrado que el encanto de sus fríos parajes puede estar en otro lado. 

Esta semana Carl Zimmer, el columnista de ciencia de The New York Times, publicó un reportaje sobre ese nuevo tesoro. El diario cuenta cómo cinco países (Colombia, Venezuela, Ecuador, Costa Rica y Perú) guardan uno de los principales vestigios de la creación de la vida: los páramos. Los describe no solo como una envidiable fábrica de agua, sino como un escenario que permitiría entender la evolución de las especies, una cuestión que la humanidad ha intentado resolver desde que Charles Darwin lanzó su teoría en el siglo XIX. 

Zimmer recoge una investigación hecha por el biólogo colombiano Santiago Madriñán. Este profesor de la Universidad de los Andes, con doctorado en Harvard, descubrió que la evolución ocurrió más rápido en los páramos que en cualquier otro lugar del planeta. Para llegar a esta tesis estudió el ADN de 13 géneros endémicos de plantas con el fin de buscar la tasa a la cual estos grupos han producido especies nuevas. 

En ese experimento, los páramos le ganaron a ecosistemas muy diversos donde se han reportado altas tasas de especiación, es decir el número de especies que se producen en el tiempo, como el archipiélago de Hawái y el bosque mediterráneo.  Zimmer agrega que les ganan incluso a las míticas Islas Galápagos, estudiadas por Darwin. 

Pocos saben que el país alberga semejante fortuna. Bogotá, por ejemplo, está rodeada por tres páramos: Chingaza, Guerrero y Sumapaz, este último considerado el más extenso del planeta. “Colombia tiene una riqueza biológica única porque el 50 ciento de los páramos del mundo está en su territorio”, explica Carlos Sarmiento, experto del Instituto Alexander von Humboldt. 

Este ecosistema solo existe en el trópico entre los 2.800 y 4.700 metros sobre el nivel del mar. Madriñán los describe como las “torres de agua” de los países andinos pues, por ejemplo, allí nace el líquido vital que consume el 70 por ciento de los colombianos. “Son como islas en un mar de bosques”, agrega el científico. 

Ser un campeón en páramos tiene grandes ventajas en el siglo XXI. Cotidianamente se dice que las guerras del futuro serán por el agua. Esa frase, que suena de cajón, tiene un fundamento. A pesar de que tres cuartas partes del mundo son agua, apenas el 1 por ciento de esta es dulce y su repartición es bastante inequitativa. Según la revista The Economist, solo nueve países controlan el 60 por ciento de los recursos hídricos del planeta y entre ellos solo Brasil, Colombia, Congo e Indonesia los tienen en abundancia.

Los páramos son las fábricas de agua que permiten que Colombia tenga un puesto privilegiado en ese escalafón. En ellos habitan 3.431 especies de plantas vasculares, entre ellas más de 70 tipos de frailejones. 

Son el símbolo de este ecosistema no solo porque parecen frailes a lo lejos, sino porque la vellosidad de sus hojas parece ser una adaptación para reducir los efectos de las bajas temperaturas y la alta radiación ultravioleta que reinan en los páramos. 

Por eso, el gran naturalista alemán Alexander von Humboldt dijo en 1799: “Ninguna otra zona de vegetación alpina en las partes templadas o frías del mundo puede ser encontrada con aquella hallada en los páramos de los Andes tropicales. Quizás en ninguna parte se pueden encontrar juntas, en un espacio tan pequeño, ejemplares tan hermosos y tan notables de la geografía de las plantas”. Sin embargo, estos refugios naturales están amenazados. 

Más de 25 especies de frailejones están al borde de la extinción. La ganadería, la frontera agrícola y la minería (ver recuadro) tienen a los páramos en jaque. 

La investigación de Madriñán abre las puertas para que otros científicos encuentren más respuestas en la tierra de los frailejones. Según él, el estudio de las plantas de esos lugares podría ayudar a entender el proceso de la evolución y así mismo cómo las plantas pudieron adaptarse a condiciones extremas de climas cambiantes, como ocurrió durante los periodos glaciares. 

Los estudios de Madriñán ofrecen no una fotografía, sino una película en el tiempo de cómo estos ecosistemas han evolucionado. Si esto llega a pasar, los páramos podrían dar luces sobre cómo adaptarse al cambio climático. 

Los muiscas creían que los páramos eran lugares sagrados con poderes especiales que mantenían la armonía de la tierra. Gran parte del mundo mítico que crearon tenía que ver con estos refugios naturales. Bachué, la madre de la humanidad para ellos, emergió de la laguna del páramo de Iguaque. Parece que ahora la ciencia les da la razón. 

SANTURBÁN: EL PULSO CLAVE
La fábrica de agua de Santander está amenazada por la fiebre del oro.

Pocos entienden por qué el debate alrededor del páramo de Santurbán parece no tener fin. El problema es que la ley prohibió la minería en estos ecosistemas, pero hoy no hay acuerdo sobre dónde empiezan y dónde terminan. De las casi 3 millones de hectáreas de páramos que tiene el país, la mitad está protegida pues se encuentra en parques naturales. 

La otra parte se está delimitando. Santurbán, el páramo de los santandereanos donde la empresa GreyStar (hoy EcoOro) quería hacer un megaproyecto aurífero, está en ese proceso. La ministra de Ambiente, Luz Helena Sarmiento, anunció que la decisión saldrá en estos días. 

Este es el pulso clave porque, según la Procuraduría, en los últimos años se entregaron 391 títulos mineros en los páramos. Los ambientalistas temen que si el Estado autoriza la minería en Santurbán, está ya no tendrá freno en los páramos del resto del país.