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A pesar de lo que afirmó Petro, el portal hizo un listado de alcaldes que transforman sus ciudades, no un ‘ranking’. | Foto: Archivo Particular

BOGOTÁ

De Petro, premios y trancones

La polémica alrededor del artículo del Huffington Post revela la brecha entre la mala percepción sobre el alcalde y sus triunfos en el exterior.

23 de agosto de 2014

Más de 80.000 trinos en cinco años. Ese es el récord de Gustavo Petro desde que abrió su cuenta de Twitter en 2009. Un canal que el alcalde de Bogotá usa para informar, criticar, pelear, defenderse y, muchas veces, crear polémicas. Esta semana afirmó, por ejemplo, que “El Huffington Post, uno de los portales más importantes del mundo, me ha considerado el sexto mejor alcalde del planeta”. 
La controversia no tardó en estallar y al poco tiempo se supo que Petro se precipitó y replicó un error. Retomó un artículo de Publimetro Chile, que había fusilado una nota de The Huffington Post que hizo un simple listado de alcaldes del mundo que están “transformando sus ciudades”. El portal estadounidense nunca pretendió hacer un top de las mejores administraciones urbanas.

Al punto que aclararon en dos notas al pie del artículo que “los números (de la lista) fueron eliminados para dejar claro que no es un  ‘ranking’” e “incluimos contexto adicional sobre Gustavo Petro para reflejar mejor el abanico de opiniones sobre su liderazgo”. Pero eso no calmó los ánimos del tuitero del Palacio de Liévano que contraatacó con trinos contra los medios, defendiéndose de ser un mentiroso y exclamando “cuánta rabia les genera a algunos que la ciudad y su administración sean muy bien reconocidas en el mundo”.

Es verdad que en las últimas semanas Bogotá se ganó los World Travel Awards por ser “el mejor destino para hacer negocios en Suramérica” y tres reconocimientos en el marco de la cumbre Río+20 sobre ciudades sostenibles que la ONU organizó en la capital. Se premiaron los 40 años de la ciclovía, la recuperación de dos quebradas en Chapinero y la “planeación y diseño” de la revitalización del centro. 

Pero mientras las estanterías de la Alcaldía se llenan de diplomas, medallas y trofeos, nada que se levanta el ánimo de los bogotanos. Según la encuesta de Gallup, desde septiembre de 2010 la mayoría de los capitalinos creen que las cosas en Bogotá están empeorando. Una depresión que ni siquiera la mejora en índices de homicidios, mortalidad infantil, vacunación y desigualdad ha logrado espantar.
Pues en las cosas que más afectan el día a día, la capital no parece ser una de las “mejores ciudades del mundo”. Según ‘Bogotá, cómo vamos’ en el último año 23 por ciento de los encuestados fueron víctimas de algún delito. No es raro que los bogotanos lleven celulares viejos y poco atractivos “por si los atracan”. Por sus cráteres colosales algunas calles de la capital se parecen a las de Gaza. Se calcula que en Bogotá 60 por ciento de la malla vial está en regular o mal estado y tapar todos los huecos costaría 10,5 billones de pesos. 

Los desplazamientos se demoran 64,8 minutos en promedio por persona, una cifra escandalosa, el Sistema Integrado de Transporte Público (SITP) apenas va por el 50 por ciento de implementación y según cifras de la Secretaría de Hacienda esta operación le cuesta al Distrito 50.000 millones de pesos mensuales. Entre tanto hay obras en avenidas como la NQS, las calles 45, 94, 100, 127. En la carrera Séptima hay un nuevo corredor preferencial para los TransMilenios que aún no se sabe qué impacto tenga sobre un tráfico ya infernal.

Y en momentos en los que se lanza un plan Bogotá 24 horas, no es raro ver cuadras y cuadras a oscuras. Como el mismo alcalde dijo, “así no es una ciudad del siglo XXI” mientras culpó a Codensa por los problemas crónicos de iluminación. 

Y no es la eterna promesa de un metro en poco tiempo, ni frases como “si en esta administración roban, es por las esquinas” pronunciada por el alcalde en El Espectador y menos el ambiente de polarización que imposibilita evaluar con argumentos  la situación que va a despejar el pesimismo. Pues más que los premios y los rankings, lo que realmente debería importar es reparar las ilusiones rotas de la ciudadanía. Sin eso, Bogotá seguirá siendo una ciudad a pesar de sí misma.