Testimonio
De sicario a predicador
Esta es la historia de John Henry Millán, quien perteneció a la banda de Pablo Escobar y hoy propaga la palabra de Dios.
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A sus 16 años John Henry Millán tenía muy claro que su jefe era Pablo Escobar y que su misión en la tierra era matar. No podía pensar de otra forma. Creció en medio del negocio de la droga y de las armas y conformó una de las bandas delictivas del cartel de Medellín, en donde su única ley y autoridad eran las que ellos mismos impusieran. Diez años más tarde es un predicador famoso, vive en una población texana en Estados Unidos y está convencido de que hoy sólo se inclina ante Dios.
Millán forma parte de la Iglesia Bautista, una denominación cristiana que quizás es la más grande de Estados Unidos. Miles de creyentes latinos escuchan conmocionados y con sorpresa su testimonio, en el que cuenta, con lujo de detalles, cómo alcanzó a empuñar subametralladoras, pistolas y revólveres y a convertirse en uno de los mitos vivientes del sicariato colombiano.
En ese entonces lo conocían sólo como el 'Chino Millán', cuando hacía parte de ese ejército de adolescentes cuya misión era disparar. Mataban, colocaban cargas explosivas en droguerías o se entrenaban como gatilleros para matar policías a cambio de un fajo de billetes.
"Era un sardino de barrio que hice hasta quinto de bachillerato a la brava. Mi ilusión más grande era ser galeno para curar a mi abuela, dice Millán cuando recuerda los gritos de la anciana por el dolor de un reumatismo que estaba acabando con sus articulaciones. Verla padecer era mi gran frustración y aparte de hacerle infusiones de alcohol de lámpara con marihuana tenía que salir a la calle a 'guerriar".
A los 20 años ya había vivido un mundo violento y estaba hastiado de la pobreza de su familia. Sólo pensaba que para sobrevivir había que empuñar un arma, conseguir billete y meter basuco. Por ese camino fue subiendo en el escalafón del crimen.
Las autoridades lo buscaban para capturarlo como miembro de 'La banda de los tesos', una de las pandillas de sicarios con las que Pablo Escobar aterrorizó a Medellín.
Todavía hoy el 'Chino Millán' no se explica cómo un general de la Policía que tuvo la oportunidad de encarcelarlo o acabar con su vida no lo hizo. Cree que todo se debe a un designio de Dios. "Fui mirado con ojos de misericordia en ese mismo momento. Me había capturado la Policía de Antioquia, que sabía que yo formaba parte de la operación exterminio de agentes. Ese día estaba en una depresión terrible porque había metido mucho basuco. Cuando menos me di cuenta me estaban haciendo el 'paseo'. Es un viaje en el que te arrancan las uñas con alicate, te cuelgan de los pies y te echan soda cáustica por la nariz hasta que te revientan. Ahí le metí oración y le dije al Señor: si Tú me regalas otra oportunidad te pago con mi vida. Y lo hizo".
Mientras relata esa parte de su antigua vida un silencio absoluto invade la iglesia bautista en Patterson, Nueva Jersey. Unas 4.000 personas de origen hispano, entre residentes y turistas de Estados Unidos, escuchan el testimonio del 'Chino Millán'.
"Yo era un demonio. Yo no era un ser humano. Miren no más los dos chavetazos que tengo en la cara -dice mientras con su índice apunta a su rostro-. Borrar la nota es difícil. Pero aquí estoy, de pie y con orgullo les digo que soy colombiano. Que detrás de ese sicario había un niño que quiso oler las oportunidades de la vida.
"Nosotros ganábamos billete pero yo no tenía ni siquiera cráneo para ser administrador. Ayer tenía la convicción de sicario. Hoy estoy entregado a Jesucristo". Frente a él la gente, entre aterrada y convencida, encuentra en el testimonio del 'Chino Millán' una nueva esperanza de vida.
Una esperanza que nació para John Henry Millán cuando logró que ese general de la Policía lo dejara libre. Tres meses después se entregó a la justicia, cobijado por la política de sometimiento vigente desde 1990, en la época de la presidencia de César Gaviria.
Permaneció un tiempo en la cárcel de Itagüí, en donde recibió la noticia de que había sido condenado a 35 años de prisión por la acumulación de los crímenes que había cometido.
Después de un largo proceso de conversaciones entró a formar parte de un grupo de colaboradores con las autoridades estadounidenses a cambio de reinsertarse a la sociedad. Le dieron a escoger entre Estados Unidos y México para iniciar una nueva vida. Fue entonces cuando se radicó en El Paso, Texas, acompañado por un grillete electrónico con el que le controlaban todos sus pasos. Tuvieron que pasar 10 años de buena conducta para que se lo quitaran. "¡Dios los bendiga!", exclamó, cuando los federales lo dejaron completamente libre.
Ya las autoridades estadounidenses sabían que el 'Chino Millán' era un predicador. Jamás ocultaron que lo siguieron por todos los estados que recorrió y por las cárceles que visitó llevando la palabra de Dios.
Millán entró de llenó a una asociación evangélica llamada Cristo Viene. Allí conoció a José Joaquín Avila, el 'Yiye Avila', un maestro que le enseñó a entregarle su vida a Jesucristo.
Junto con él ha predicado a jóvenes violentos, a miembros de los carteles de la droga mexicanos, a los indigentes y a cientos de personas que están pendientes de a qué ciudad viaja para escuchar de viva voz su testimonio.
Pero los lugares más visitados por el 'Chino Millán' son las cárceles. Al fin y al cabo él más que nadie sabe lo que es vivir detrás de las rejas y se le ha convertido en una obligación atender a los reclusos y darles libertad espiritual.
"Viajé hasta Colorado para aliviar la pena de las tres vidas de condena que le dieron a Dandenys Muñoz Mosquera, 'La Quica'. El fue mi parcero, mi amigo. Pero sólo me permitieron hablar con él por teléfono. Me dijo que su única y su mejor compañía era la Biblia. Sólo puede salir 45 minutos al mes para ver la luz del sol. Vive siete pisos bajo tierra engrilletado de manos, pies y torso. Su única salvación es Jesucristo. Y él lo sabe".
En esa campaña evangelista el 'Chino Millán' ha tenido la oportunidad de participar en cruzadas internacionales en compañía del hermano Bill Glass, quien recorre el mundo llevando los testimonios de 'Hijos de Dios', como ellos mismos se denominan.
De esa cruzada forman parte 30 hombres, entre los que se encuentra Jack Murphy, uno de los profesionales del robo de un deslumbrante zafiro expuesto en Nueva York, quien fue capturado y condenado a cadena perpetua. Después de permanecer 27 años en la cárcel de Alcatraz le concedieron la libertad provisional. Hoy, a sus 52 años, predica a su lado por toda la Florida.
También los acompaña Nicky Cruz, uno de los pandilleros más violentos y temidos. Fundador de 'Mau Maus', un grupo de matones que se tomaba las calles de Nueva York en los años 50, vivía para el placer y la venganza. Hoy, junto con el 'Chino Millán', rescata jóvenes de la oscuridad de esa vida y proclama el evangelio por todo el mundo.
Esa es la nueva vida del 'Chino Millán'. Un muchacho colombiano que congrega a multitudes que ahora creen en su conversión.
"Su historia hace que este antiguo asesino sea el perfecto modelo para llegarle a la gente joven, dice el reverendo José Luis Castro, quien lo invitó a su iglesia bautista, en Patterson, para escuchar de nuevo su testimonio. Esta es un área en donde viven colombianos y peruanos con niveles muy altos de violencia. Esta es gente que dejó mucho sufrimiento en su país. Los niños de esas gentes están en las calles como pandilleros y eso destruye mi corazón", afirmó el reverendo.
Ahora, cuando el 'Chino Millán' se acerca a los jóvenes pandilleros en las calles estadounidenses, se acuerda de 'Tyson', 'Cocodrilo', 'Petete', 'Fernán', 'Mosquerita' y muchos otros que compartieron con él una vida criminal, a la que el 'Chino' ya renunció.