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Un presunto caso de violación ha generado gran revuelo en Bucaramanga. El acusado, el diputado Jorge Enrique Orejanera, acepta que tuvo una relación sexual, pero con el consentimiento de ella.

13 de junio de 2004

Hace una semana las calles del exclusivo sector de Cabecera en Bucaramanga fueron invadidas por un grupo de jóvenes que en medio de danzas lanzaban consignas. "A Ana María le gusta usar hilo dental, ¿merece ser violada?". "Puedo ponerme una falda muy alta y una camisa que esboce mis senos... y nada de esto debe ser razón para que sea violada", eran algunas de ellas.

La gente que detenía sus autos y expresaba su apoyo sabía que esta era una manifestación más por un tema que ha tenido en vilo a esta ciudad. Se trata de la campaña 'Por Sandra, dignidad y justicia', promovida por varias organizaciones que en esta ciudad trabajan por los derechos de las mujeres.

La reacción de la gente no es para menos. Los bumangueses ya identifican que tras estas demostraciones está el clamor de justicia de Sandra Orejarena, una joven de 19 años que acusó al diputado de la Asamblea de Santander Jorge Enrique Orejarena de haberla violado.

La historia comenzó en octubre pasado cuando Sandra colaboraba en una campaña política. En una reunión conoció al diputado Orejarena, que por tener su mismo apellido se comprometió a ayudarla a conseguir un trabajo. Para Sandra era la oportunidad que buscaba pues ya había terminado sus estudios como auxiliar de enfermería y no conseguía nada que hacer. El diputado le ofreció vincularla a unas campañas de salud próximas a realizarse en la misma escuela donde ella había estudiado.

Por eso se encontraron el 6 de noviembre y fueron a la sede de la escuela, donde el diputado logró que se comprometieran a tenerla en cuenta para un próximo trabajo. Como una atención adicional, el líder político la invitó a comer. "Yo fui por agradecimiento, dijo Sandra a SEMANA, ya tenía el trabajo y cómo me iba a negar".

Fueron a una pizzería y pidieron dos cervezas. Sandra tomó de su bebida y fue al baño. Cuando regresó tomó otro sorbo y de ahí en adelante dice no recordar nada más de lo que pasó. Sólo volvió en sí luego que el diputado Orejarena la dejó en su casa tarde en la noche. Su familia la recibió en estado de shock y quejándose de dolores en la parte baja de su abdomen. Cuando la revisaron su tía, su prima y el novio de ella concluyeron que había sido violada.

Esa misma noche la acompañaron a entablar la denuncia en la Policía, y al día siguiente la llevaron a hacerse los exámenes de Medicina Legal. El dictamen: "Himen festoneado desgarrado". Esto certificaba que Sandra había perdido su virginidad recientemente de forma violenta. Además, en sus piernas había señas de violencia y en su cuerpo encontraron rastro de un fármaco que mezclado con el alcohol altera la conciencia.

Pese a las evidencias y el valor de Sandra de poner la denuncia, su drama apenas comenzaba. El diputado Jorge Enrique Orejarena aceptó ante la Fiscalía haber tenido relaciones con Sandra pero por mutuo consentimiento. "Me pareció entrona", dice el diputado en un aparte de su indagatoria y enfatiza en que nunca estuvieron borrachos y que hubo "galanteos y coqueteos" mutuos. Sin embargo hay diferencias entre su testimonio y las pruebas que reposan en la investigación. Por ejemplo, él dice que se tomaron entre cuatro y cinco cervezas y que del motel al que fueron después salieron a las 10 de la noche, mientras que la factura de la pizzería sólo registró dos cervezas y en el motel quedó consignada las 10:30 como hora de salida. "No necesito valerme de ningún medio, ni lo he hecho ni lo haré nunca, para estar con una mujer", dice Orejarena y menciona a las dos mujeres que son madres de sus hijas, a su novia y a la empleada del servicio, y añade: "Yo para estar con ellas nunca he necesitado darles ningún medicamento". No obstante sus argumentos no convencieron a la Fiscalía, que ordenó su captura.

Pasados los días Sandra descubrió que estaba embarazada, pero por complicaciones de salud perdió el bebé al quinto mes. La defensa del diputado solicitó una prueba de ADN para demostrar que él no es el padre -aún no se conocen sus resultados-, y que además existe un margen de error de 18 días con respecto a la fecha en que ellos estuvieron juntos, con lo que se demostraría, según él, la mentira de Sandra.

Sin embargo los enredos para Sandra no habían terminado. Su tía, prima y el novio de ella, que primero declararon a su favor, retiraron lo dicho en la Fiscalía y la acusaron de llevar una vida libertina y de haberle encontrado unos medicamentos en su cuarto que podían ser la causa de su trastorno esa noche. Sandra no se atreve a asegurar qué pasó ahí. "Pudo ser por amenazas o por ofrecimiento de dinero que ellos cambiaron su testimonio", dice.

Y tiene de dónde pensarlo. Según ella, a través de emisarios le han hecho ofertas para que reciba primero 20 millones de pesos, luego 30 y hasta 50 millones y un apartamento en el barrio Bucarica con el fin de que cambie su testimonio. La defensa del diputado es enfática en asegurar que estos señalamientos son infundados.

No obstante Sandra asegura que esta es una de las razones por la que ha cambiado en tres oportunidades de abogado y finalmente aceptó que su defensa estuviera en manos de una abogada de la Fundación Mujer y Futuro, que es una de las que más ha impulsado la campaña.

Como resultado de los mensajes de solidaridad y de las cartas en que se solicita agilidad y transparencia en el proceso, además de las decenas de afiches pegados en la ciudad, de las marchas en frente del Palacio de Justicia, de las notas de prensa y editoriales, el juez séptimo del Circuito se declaró impedido argumentando presión. Por eso le pasó el caso al juez octavo, que no consideró válidos los argumentos de su colega. Finalmente, el Tribunal Superior de Santander decidió la semana pasada que el caso lo resuelva el primer juez.

En caso de que al diputado Jorge Enrique Orejarena, que hoy está en la cárcel, se le encuentre culpable podría pagar de ocho a 12 años de condena. Su investidura no se le ha revocado pues aún no hay un fallo en firme de la justicia. Mientras tanto, como dicen en la Fundación que le tendió la mano, "en un contexto donde las mujeres que son agredidas sexualmente no denuncian, el caso de Sandra tiene un valor especial, más si se tiene en cuenta que la denuncia es contra uno de los considerados poderosos de la región".