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Destino Bogotá

Luis Eduardo Garzón por fin se concentró en gobernar. Para hacerlo tuvo que alejarse de los sectores más radicales del Polo Democrático.

José Fernando Hoyos<br>Periodista de Semana
12 de febrero de 2006

A dos cuadras de distancia viven y gobiernan los dos hombres con mayor aceptación y popularidad de Colombia. Mientras Álvaro Uribe cumplirá su cuarto año de mandato, Luis Eduardo Garzón, el único contrapeso del Presidente en la batalla por conquistar la popularidad, está en mitad de su mandato como alcalde de Bogotá. En 2005 Garzón se convirtió en el líder de oposición más fuerte de Uribe y por fin logró sentirse cómodo en su silla del Palacio Liévano para empezar a mostrar hacia dónde quiere encauzar la capital. Lucho entendió que el triunfo de las elecciones y sus altos índices de aceptación, especialmente en los estratos más bajos, obedecen más a la confianza, la cercanía y el carisma que a una coalición de izquierda. Y que en la medida en que haga una buena gestión en la Alcaldía, podrá demostrar que, a pesar de ser un hombre de centro izquierda, no es una amenaza para los sectores más tradicionales del país. Si durante el primer año desde la Alcaldía se trenzaron relaciones cercanas con el Concejo, incluso hasta darles pie a críticas por aceptar prácticas clientelistas, especialmente para obtener la aprobación de los dos proyectos pilares de esta administración -el Plan de Desarrollo y el cupo de endeudamiento por 600 millones de dólares-, este año ocurrió lo contrario: Garzón se distanció del Concejo e incluso se enfrentó a la bancada del Polo Democrático. Así ocurrió a comienzos de abril, cuando les solicitó la renuncia a 19 de los 20 alcaldes locales para ponerle freno a una crisis en la que algunos de estos funcionarios fueron señalados por participar en malos manejos de los recursos públicos. Y después sorprendió a todos al nombrar a 20 mujeres para ocupar estos cargos, tras un largo y serio concurso público. Después, en agosto, frente a un proyecto aprobado por el Concejo que permitía los cerramientos de parques o áreas públicas, Garzón decidió ponerles fin a las críticas, incluso provenientes del ex alcalde Enrique Peñalosa, y rechazar la medida. "No voy a retroceder en la política de cerramientos. Ni por el POT voy a firmarlo", dijo Garzón. Pero, sin duda, el mayor enfrentamiento, e incluso distanciamiento, entre Lucho y el Concejo ocurrió en septiembre, cuando el alcalde sorprendió a todos al proponer una valorización de 2,1 billones de pesos, la más grande en la historia de la ciudad, para financiar 135 nuevas obras que se harán entre 2006 y 2017. Pese a la oposición del Polo y de algunos de los 'cacaos' del Concejo, Garzón logró la aprobación por 24 votos a favor y 20 en contra. La polarización fue tan grande, que sólo a fin de año las relaciones se empezaron a distensionar. Las diferencias con su bancada ocurrieron en el Concejo y dentro del mismo partido. Allí Lucho ha tenido que lidiar con las posiciones más radicales, como las del representante Gustavo Petro que en temas como la suerte del Hospital San Juan de Dios, le ha exigido cumplir su promesa de salvarlo, o en el tema de valorización le cuestionó a Garzón que el proyecto no beneficiaba a los más pobres de la ciudad. Frente a enormes problemas o crisis, Lucho ha respondido de manera contundente. Tras las grandes críticas y debates al manejo que le dio la administración al tema de los vendedores ambulantes, Garzón reubicó a una buena parte, y a los que no aceptaron los planes, les dio como plazo perentorio el 31 de mayo para desocupar la carrera séptima. Y así lo hizo, al igual que en San Victorino y el Restrepo. Frente al caos vehicular y la amenaza de frenar el avance de la fase II de TransMilenio, Garzón no cedió frente al proceso de chatarrización de los buses con 20 años de vida que no sólo están entorpeciendo el tránsito en toda la ciudad, sino que están disparando la contaminación. El alcalde ha sido implacable y ha recibido críticas por paranoico, frente a casos de posible corrupción. En estos dos años, más de 40 funcionarios han sido retirados o se les ha solicitado su renuncia. El más evidente fue el del ex gerente de la Empresa de Aguas de Bogotá, Félix Betancourt, cuando la Contraloría encontró un negocio irregular de 8.000 millones de pesos. En la lista de salidas están desde dos secretarios de Salud, uno de Obras y otro de Tránsito, hasta directores del IDU y Dama. Pese a los problemas de programas que ha tenido la puesta en marcha de programas como 'Bogotá sin hambre' o el fracaso de 'Salud a su hogar', y al aumento de índices de homicidios, este año Garzón se montó por fin en el difícil potro de gobernar la capital y ha empezado a dar muestras del rumbo al que la quiere llevar. En otras palabras, Lucho se alejó del Polo, pero se enfiló hacia un norte más claro. Claro que la cantidad de cambios evidencia la forma rápida y poco pensada con la que se armó el equipo de gobierno de Bogotá, y los problemas de continuidad que trae el cambio de funcionarios. Garzón ha tenido que cubrir él mismo los huecos creados por sus colaboradores La defensa de los intereses de la ciudad lo llevó incluso a enfrentarse al gobierno central y al mismo Uribe. Frente a la filtración de información desde la Casa de Nariño que afectaba abiertamente los intereses de la ETB, Lucho salió en su defensa y se enfrentó de manera seria y responsable al presidente Uribe. Y después, cuando se desató la tormenta por el anunció del gobierno de vender Telecom a Telmex, Lucho demostró que podía superar incluso al mismo presidente Uribe. Mientras Telecom navega en un mar de incertidumbres, a finales del año la acción de la ETB recuperó lo perdido en la política. Lo mismo ocurrió con el aeropuerto El Dorado. El Distrito se opuso con razones técnicas a la licitación que el gobierno quería hacer e incluso el mismo Garzón dijo que "no quería una pichurria de aeropuerto" como el que estaba planteando el Ministerio de Transporte. Al final, las dos partes lograron acercar posiciones. Tras un primer año de ajuste y transición, el segundo año de mandato ha mostrado un Garzón que es más alcalde que líder de la oposición a Uribe. Aunque quiere la Presidencia y tiene la popularidad para pelear por ella, por ahora entiende que su suerte política depende de lo que haga como gerente de Bogotá.