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¿Días contados?

Una vez más el proceso de paz con las Farc entró en crisis. Hay quienes consideran que existe la posibilidad del rompimiento. ¿Qué va a pasar ahora?

30 de julio de 2001

El vuelo del avion que condujo al alto comisionado de Paz, Camilo Gómez, de Bogotá a San Vicente del Caguán en la mañana del pasado miércoles fue tranquilo. Pese a que ese día en casi todo el territorio nacional hubo tormentas y fuertes aguaceros la aeronave cubrió la ruta con el horizonte despejado. El optimismo entre los miembros del equipo del gobierno era grande porque esperaban acordar el cronograma de trabajo tal y como había quedado establecido en el acuerdo de San Francisco de la Sombra, firmado por las partes el pasado 5 de octubre.

Ya en Los Pozos, sitio en donde se reúne la Mesa de Negociación, la tranquilidad del saludo de Gómez fue interrumpida por los comandantes guerrilleros, quienes querían darle a conocer un par de cartas. El Comisionado, sin embargo, les respondió que primero ambas partes debían presentar los cronogramas que habían elaborado y que después podían ocuparse del tema de las cartas. Sus interlocutores respondieron que lo del cronograma podía esperar puesto que “las cartas son muy importantes”.

Se trataba de una carta del equipo de negociadores de la insurgencia a sus similares del gobierno y otra de ‘Manuel Marulanda Vélez’ al Presidente. Y en efecto, eran bien importantes porque básicamente las Farc exigían eliminar los controles sobre la zona de distensión porque de lo contrario sería muy difícil continuar con el proceso.

Por si fuera poco, los guerrilleros también le dijeron a Gómez que ‘Marulanda Vélez’ también les había escrito a ellos una tercera carta, en la que los alertaba sobre los peligros para poder continuar con la negociación después de la alocución del presidente Pastrana con motivo de la prórroga de la zona desmilitarizada por tres meses más. “En toda el área hay un patrullaje aéreo día y noche, sobre campamentos, carreteras, caseríos, seguimiento a vehículos de transporte y donde nos movilizamos nosotros”, les dijo.

El jefe guerrillero les decía, además, que era indispensable solicitar la suspensión de estas medidas, “muy peligrosas para el proceso de paz, el que puede terminar de un momento para otro, quedando la responsabilidad histórica en manos del gobierno”.

Alta tension

Pero la sorpresa no sólo fue para Camilo Gómez. Todo el país reaccionó de la misma manera, sobre todo porque se consideraba que una vez superada la tragedia que significó la muerte de Consuelo Araújonoguera, ‘La Cacica’, y la interrupción de la marcha del candidato Horacio Serpa por parte de las Farc se entraría, por fin, al desarrollo de la negociación gracias al documento de los Notables, que contempla la posibilidad de una tregua.

En otras palabras, la opinión pública esperaba que luego de tres años de dilatadas conversaciones se iban a dejar de lado las discusiones relacionadas con los formalismos del proceso de paz y las partes se ocuparían de los temas de fondo del mismo, tales como la agenda económica, el desempleo, las violaciones al DIH, entre otras.

¿Qué ocurrió entonces en esos 12 días que transcurrieron desde que las partes firmaron el Acuerdo de San Francisco al miércoles en que se divulgaron las cartas con sabor a ultimátum? La respuesta está en una combinación de factores.

En primer lugar, es claro que dentro de las Farc hay una creciente preocupación por la intervención de Estados Unidos en el conflicto colombiano. Acostumbrados a lidiar con las artes de la guerra, las Farc no ven en los sobrevuelos realizados por la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) una medida rutinaria para garantizar el control aéreo de la zona de distensión. Las Farc creen que los sobrevuelos sirven para vigilarlos, fotografiarlos, rastrearlos y hasta cercarlos con la ayuda de los gringos. Y si hay un arma de combate a la que las Farc le tienen miedo es a los aviones. Para ellos el bombardeo a Casa Verde en 1991 y los recientes golpes que han sufrido con el avión fantasma son hechos realmente traumáticos.

Por otro lado, ha habido una mayor presión internacional que ha acorralado aún más a las Farc y que los obliga a hacer con cierta regularidad demostraciones de fuerza. La semana pasada, por ejemplo, el coordinador contra el terrorismo del Departamento de Estado, Francis Taylor, dijo que: “Las Farc, el ELN y las AUC están involucradas en actividades terroristas y recibirán el mismo tratamiento que cualquier otro grupo terrorista del mundo, incluyendo, donde sea apropiado —como en Afganistán—, el uso de la fuerza militar”.

Para muchos analistas estas declaraciones sencillamente corresponden a la demostración de que Estados Unidos es un maestro en la teoría de la zanahoria y del garrote. “Lo que han tratado de decir ahora es que no excluyen una intervención norteamericana, lo cual a largo plazo puede ser factible, pero lo hacen más con la finalidad de mover a las partes para que negocien antes de que ellos actúen”, dijo un analista a SEMANA.

Tension en las Farc

Pero ¿qué es lo que se empezaría a negociar? Lo más concreto para empezar es el acuerdo de San Francisco de la Sombra, que tuvo dos lecturas dentro del movimiento guerrillero. Un sector, entre quienes se encuentran ‘Manuel Marulanda Vélez’, ‘Raúl Reyes’ y Jorge Briceño, ‘Mono Jojoy’, quienes firmaron el acuerdo con el convencimiento de que era un gran avance en el cual ellos cedían en aspectos vitales como las ‘pescas milagrosas’, por lo que esperaban que el país lo iba a entender como un gesto de buena voluntad para seguir adelante.

Pero para su sorpresa la reacción de la opinión pública no sólo no fue benévola, como ellos esperaban, sino que fue escéptica y hasta incrédula. “En ese sector de las Farc entendieron todo esto como el resultado de una estrategia común, ahora manejada por Estados Unidos, para colocarlos contra la pared y obligarlos casi que a un sometimiento”, aseguró una persona que sigue el proceso de cerca.

Hay otro sector de las Farc que considera que el Acuerdo de San Francisco fue una entrega total. Al contrario de la lectura que hizo un influyente sector del Establecimiento frente a este documento, varios comandantes de mucho peso en las Farc consideran que ellos fueron los que cedieron y que a cambio ni siquiera recibieron la prórroga de la zona de distensión hasta el 7 de agosto del próximo año, como era su deseo.

Según esta visión los controles al área despejada, los múltiples requisitos a los extranjeros para entrar a ella, el fin de las pescas milagrosas, el breve plazo de 100 días para llegar a acuerdos, el cronograma de un mes en el cual sólo se debe hablar de la tregua eran, entre otros, golpes a las Farc. Eso explicaría la reacción de las Farc en sus cartas. Por si esta serie de hechos fueran pocos, al día siguiente de la publicación de las misivas el presidente de México, Vicente Fox, metió aún más presión al anunciar que iban a retirar las visas a los miembros de las Farc de la oficina que tienen en la capital azteca.

Todo parece indicar que la trascendental decisión tiene que ver con la lucha contra el terrorismo liderada por Estados Unidos después del trágico 11 de septiembre y por el secuestro de un ciudadano mexicano, quien se encontraría en la zona de distensión y por quien las Farc estarían exigiendo cerca de dos millones de dólares para su liberación.

De manera que el panorama internacional que se avecina para las Farc —a diferencia de hace algunos años, cuando lograron vender su imagen de Robin Hood— amenaza con oscurecerse aún más y las propias Farc parecen no ser conscientes de ello.

¿Tregua o fin?

Ante este escenario, y a diferencia de otras ocasiones, el presidente Pastrana cogió el toro por los cuernos. “Puede que a las Farc les resulten incómodas las medidas, pero eso no está en discusión porque los controles sobre la zona y el término de duración le corresponden al Presidente. El término lo fija el Presidente y eso no lo vamos a discutir”, reaccionó Camilo Gómez.

Para el Alto Comisionado las tres cartas fueron hechas para “confundir a la opinión pública, dilatar la discusión de los temas que le interesan al país e incumplir lo pactado en el Acuerdo de San Francisco de la Sombra”.

La dureza del gobierno no es un portazo. Al contrario, al presidente Pastrana le interesa llevar a buen puerto la negociación, esto es, empezar a discutir el cronograma para el acuerdo de San Francisco que es, ni más ni menos, avanzar hacia la realización de una tregua que permita poner fin a las hostilidades. Porque lo que se ha agotado no es la negociación en medio de la guerra sino la guerra sin negociación. Los colombianos ven que mientras la guerra se agudiza la paz no avanza. Lo que ha habido en estos tres años es un permanente muñequeo entre el gobierno y las Farc sobre cuestiones de forma, como el Batallón Cazadores, la expulsión de los fiscales, los sobrevuelos en la zona de distensión, y no una negociación sobre la agenda sustantiva —la economía, la política, lo social— que acerque las partes a un acuerdo. Por eso el tema de la tregua que planteó la Comisión de Notables es el camino por donde va a transitar de ahora en adelante el proceso de paz.

Pero una cosa es pontificar sobre las bondades de la tregua y otra muy distinta llevarla a cabo. Dos temas bastante polémicos saltan a la vista: la financiación de las Farc y la localización de sus tropas en distintas zonas del país. El primer tema implica la liberación de todos los secuestrados y el segundo se enreda no sólo por las distancias entre el Ejército y las Farc (el uno está dispuesto a permitir hasta tres zonas y el otro pide más de 30) sino por un nuevo contexto internacional en el cual no hay cabida para todo lo que pueda oler a santuario de terrorismo.

Y aunque el tema es objeto de duros debates dentro del gobierno, especialmente por las reservas expresadas por los altos mandos militares, que consideran que el secretariado de las Farc no tiene cómo garantizar el buen comportamiento de todos sus frentes, todo parece indicar que el gobierno está dispuesto a sacar adelante la iniciativa en aras de consolidar el proceso.

Por el momento, con el Acuerdo de San Francisco, el gobierno parece haber asumido las riendas del proceso. Si el hecho de que las Farc hayan ‘cedido’ en la realización de las llamadas pescas milagrosas les significó un fuerte desgaste a los comandantes, incluyendo al propio ‘Marulanda’, en relación con otros dirigentes subversivos, qué podría esperarse cuando se aborden temas como el secuestro, la extorsión y el narcotráfico, entre otros. Utilizando el símil del gobierno, que ha dicho que el balón está en el terreno de las Farc, el país espera que el mismo no sea utilizado por esa organización subversiva para hacerse un autogol.

Colombia y el terrorismo

La reaccion de Estados Unidos a los atentados terroristas del 11 de septiembre alimentó varios mitos en relación con la posición que iba a adoptar este país en lo sucesivo frente al resto de naciones de América, en general, y Colombia, en particular. Uno de los supuestos era que el gobierno Bush se iba a olvidar de su patio trasero y del vecindario porque iba a enfocar todas sus energías y sus fuerzas a combatir el terrorismo de los fundamentalistas musulmanes. La semana pasada Marc Grossman, subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, se encargó de desmentir esta afirmación en la Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP): “El compromiso de Estados Unidos con este hemisferio no es hoy menor, de muchas maneras es mayor”. Esta idea se ha materializado por medio de la Oficina de Antiterrorismo del Departamento de Estado.

Francis Taylor, director de ésta, dijo a comienzos de octubre ante el Congreso de su país que su despacho “ha trabajado a nivel de la acción de interagencias para formular una Estrategia Antiterrorista para Colombia y los otros países de la Región Andina. Ella está diseñada como complemento del Plan Colombia del año pasado y de la Iniciativa Regional Andina de este año”. La estrategia tendría un presupuesto de por lo menos 60 millones de dólares y no se contempla, como suponen y hasta desean algunos colombianos, la intervención de tropas de Estados Unidos en el país.

Según una persona cercana al Plan Colombia este dinero estaría dedicado, en gran parte, a fortalecer las labores de inteligencia para poder combatir de una manera más efectiva las finanzas de las Farc, el ELN y las AUC, las tres organizaciones que son consideradas terroristas por Estados Unidos. El tema de las finanzas es quizás el talón de Aquiles de la lucha contra los actores armados colombianos y Estados Unidos quiere reforzar ese frente, tal y como lo hizo con la lucha contra los carteles de la droga a través de los bloques de búsqueda. Esta opinión es compartida por Dennis Hastert, presidente de la Cámara, quien en una reciente rueda de prensa afirmó: “Al perseguir el comercio ilegal de drogas reducimos la habilidad de estos terroristas para lanzar ataques contra Estados Unidos y otras democracias”.



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