Home

Nación

Artículo

“me dieron una linterna que sÓlo podía alumbrar el piso y me pusieron a caminar por el monte. Estaba descalza”

Testigo

“Dije que yo tomaría el puesto de mi mamá”

Natalia Rodríguez duró secuestrada tres años y tres meses. Desde cuando tenía 15 años hasta antes cumplir los 19. Fue víctima junto con su padre del secuestro masivo del edificio Miraflores en Neiva sucedido en julio de 2001.

4 de noviembre de 2006

"Irónicamente, esa noche iba a ir a una fiesta, pero me pelee con mi novio de ese entonces y decidí no ir. Me había puesto los cachos. Era la noche del último partido de la Copa América, la cual se estaba jugando en Colombia y Colombia estaba en la final. Mi papá iba a ir a ver el partido, pero mi mamá le pidió que se quedara con nosotros. "Yo estaba tan brava con lo de mi novio, que después de ver la celebración de la victoria de Colombia -pólvora, todos los carros pitando, gente gritando-, me fui a dormir. "Estábamos todos dormidos, menos mi hermano que estaba en Internet. De repente, empezó a gritar. Vi a dos tipos armados en la sala de mi apartamento. Grité y salieron mis papás. "Nos dijeron que teníamos que irnos porque la guerrilla se había entrado a Neiva y que ellos nos iban a salvar. Al salir del apartamento, vimos que habían volado nuestra puerta y todas las demás. Vivíamos en el piso 13 y habían apagado los ascensores, así que bajamos a pie. Yo llevé cargado a mi hermanito. "Cuando llegamos al primer piso vimos a los celadores y a los guardaespaldas boca abajo en el piso. Ahí nos empezamos a asustar. Uno de los celadores me miró, y, con lágrimas, me dijo: "Lo siento mucho. No pude hacer nada". "Nos subieron a una camioneta, nos hicieron acostarnos en el piso y empezaron a dispararle a todo. Mi hermanito temblaba mucho, y mi papá se le tiró encima para protegerlo. Llegamos a una finquita donde nos bajaron a todos. Uno de los guerrilleros sacó un listado con los nombres de los que iban a secuestrar. A mi primo de 10 años y a mi hermano de 5, los pusieron a un lado. Nombraron a mi papá y lo pusieron a caminar. Abrazó a mi mamá, y le dijo que nos cuidara. Después nombraron a mi tío y también lo pusieron a caminar. Mi mamá fue la última que nombraron.

"Al oír su nombre, me asusté y le dije al guerrillero con la lista: "Ya se llevaron a mi papá y a mi tío. ¿Qué más quieren?".

"Se quedaron callados. Dije que yo tomaría el puesto de mi mamá. Ella me dijo que no, y me abrazó a mí y a mis hermanos. Me dijo que los cuidara. Pero yo me vendí como buena mercancía. Les dije a los guerrilleros que mi mamá era un complique, que quién iba a negociar por nosotros si se llevaban a todos los adultos, que yo era más joven, que yo podía caminar más. Empujé a mi mamá al piso y corrí detrás de los guerrilleros. Mi mamá quedó en la mitad, con mis dos hermanos a un lado y yo corriendo hacia el otro. Le grité que se fuera con mis hermanos. Ella se quedó mirándome, hasta que se quedó con ellos. .

"Fui la última, así que ninguno de los otros secuestrados aún sabía de mi secuestro. Me dieron una linterna que sólo podía alumbrar al piso y me pusieron a caminar por el monte. Estaba descalza. Finalmente hubo una parada y alcancé a mi papá. Al verme, se puso a llorar. Continuamos hasta la madrugada. Después nos montaron en un camión hasta que llegamos a una casita de madera donde pasamos el día. Esa noche vimos el noticiero. Se equivocaron con mi nombre y me pusieron Nora Nataly. Me dio mucha rabia. ¡Qué vergüenza con el país! ¡Qué nombre!.

"Creo que no había tomado conciencia de todo lo que había pasado, hasta cuando vi las imágenes de mi mamá y de mis hermanitos llegando a Neiva con el Ejército. Me di cuenta de que era en serio. Duré tres años y tres meses secuestrada.

"Un día, los guerrilleros me dijeron que empacara porque mi tío, mi papá, otro señor y yo, nos íbamos. Montamos en lancha, en mula, en carro, en todo para salir de esa selva. Veinte días caminamos. Finalmente cuando salimos un poco de la selva, nos montaron a un carro donde estaban esperando un conductor y un sacerdote que habían aceptado ayudar a liberarnos. Mi papá estaba muy enfermo. Tenía picazones en el pecho y necesitábamos un médico. "Esa noche dormimos en una base militar. Yo prendía y apagaba la luz y saltaba en los colchones porque hacía mucho no veía uno. "Cuando llegamos a Neiva no cabía nadie más en el aeropuerto. Cuando vi a mis hermanos no los reconocí. Mi papá también estaba irreconocible para ellos. Había perdido 40 kilos. Me acuerdo que una niña me dio una flor blanca. Mi cuarto estaba lleno de los regalos de todos los cumpleaños y navidades que me había perdido. "Me sorprendió mucho ver que los celulares ya tomaban fotos. Yo ni sabía cómo se hacía para colgar una llamada".