¿DIVISION, DIVISION?
DESPUES DE LA TEMPESTAD VIENE MAS TEMPESTAD EN EL LIBERALISMO
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"Unión, unión, unión", titulaba el editorial de El Tiempo del martes, tan pronto fueron de conocimiento público los resultados electorales de mitaca para el liberalismo. Sin embargo, para el más desprevenido de los observadores, el ambiente reinante al final de la semana parecía ser más bien de "división, división, división".
El primero en abrir fuego fue el presidente de la Comisión Política Central del liberalismo, Bernardo Guerra Serna, al expedir un comunicado postelectoral, que fue de inmediato bautizado con agudeza con el nombre de "declaración de Guerra".
Y no era para menos. En forma directa, el gran elector de Antioquia identificó y responsabilizó en ese mensaje, al llerismo como una fuerza que, bajo distintos nombres en cada oportunidad, habría sostenido la división del Partido Liberal desde la convención de 1973, contando con el respaldo de la prensa liberal bogotana. Agregó Guerra que, en esta ocasión, existía el peligro de que esta disidencia pretendiera buscar consolidarse aún más, por medio de eventuales alianzas con el Partido Conservador o con el gobierno.
En forma inexpresiva y sin reflejar decepción por lo que muchos consideraron su derrota, el jefe del Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán, produjo el martes una declaración en la cual presentaba ante un grupo de periodistas una serie de "hechos fundamentales", por medio de los cuales trataba de demostrar que había resultado victorioso en mitaca y que en esa contienda sus representaciones en concejos y asambleas habían aumentado.
Definía Galán a su movimiento como "la única fuerza organizada a escala nacional", enfrentada a una "montonera dispersa, sin organización, sin dirección". Aseguraba que se estaba iniciando una nueva etapa en la cual "deben triunfar las tesis gue el Nuevo Liberalismo propondrá al pueblo para las grandes definiciones en 1986". Galán reiteraba que "no habrá capitulaciones" pero al expresar que "cabe reconocer también la existencia de núcleos liberales muy respetables así hayan cometido diversos errores políticos en los últimos once años" parecía bajar el tono con una frase que algunos llegaron a interpretar como un guiño al ex presidente Alfonso López Michelsen.
Ese mismo día, salió a la luz pública una carta del ex presidente López Michelsen a Guerra Serna, con la cual rompía un silencio de varios meses. Los que habían olvidado el estilo de López y esperaban un pronunciamiento ex presidencial protocolario en favor de la unión, no dejaron de sorprenderse ante esta última reaparición de Lopez, que resultó ser tan desconcertante como la mayoría de las suyas. La carta era una combinación de puyas a los Lleras, a Pastrana y a la gran prensa, con una propuesta de unión basada en adelantar la Convención programada para agosto, utilizando como reglas del juego para la misma las que había propuesto en 1982 el ex presidente Carlos Lleras Restrepo. De refilón, López hacía un análisis de la situación nacional, enjuiciando la gestión del gobierno, su aplicación del artículo 120 y responsabilizándolo de la abstención que se produjo en mitaca porque "al 70 por ciento de la población no le importa ya la vía electoral ni cree en ningún gobierno, después de las ilusiones que alimentó el presente régimen del "sí se puede"" Inicialmente, causaron más impacto las puyas que la propuesta y sólo al final de la semana se estaban empezando a ver las primeras reacciones sobre este último aspecto.
Si bien las reacciones a la posicion de López eran previsibles, llamaron más la atención aquéllas que suscitó la declaración de Galán. Muchos de sus partidarios consideraron que su actitud inflexible en torno a su vehemente declaración de "no capitular", rayaba un poco en lo arrogante y en lo teatral, dado el ambiente que reinaba en sus filas como consecuencia del resultado electoral. Galán, consentido por algunos sectores de los cuales nunca había escuchado una crítica, debió enfrentarse a frases en una tónica nueva. El Espectador, que había sido hasta ahora su principal soporte, llegó a considerar su salida postelectoral como "un gesto demasiado heróico para que pueda ser identificado seriamente con el momento histórico que nos corresponde vivir. El Tiempo no se quedó atrás y en un editorial sobre el pronunciamiento de López, incluyó una frase para criticar al jefe del Nuevo Liberalismo: "Tampoco estuvo acertado Galán. Sus malabares dialécticos para no proclamar un abierto espíritu de unión lo muestran como un jefe político con poca visión del futuro y montado en un excesivo personalismo". Por su parte, el columnista Enrique Santos Calderón de ese mismo diario, quien escasas semanas antes había lanzado la hipótesis de que Galán había reemplazado a Barco como primera alternativa presidencial para 1986, recogió velas aludiendo que, entre las razones del no triunfo estaba la existencia de "una franja excesivamente prepotente, elitista y moralizante". Faltaba saber cuál sería la posición de Carlos Lleras frente a la continuación sin ajustes de la cruzada galanista, pero parecía obvio que ante la obsesión de unidad que reinaba en todos los estamentos del partido, la tenacidad de Galán podía convertirse en un acto quijotesco, mientras el grueso de sus promotores y partidarios comenzaba a ajustarse a la realidad y a buscar fórmulas viables para el 86.