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D I S C U R S O S

Duelo de candidatos

En el contenido de sus intervenciones Noemí le ganó a Serpa. Pero éste salió mejor librado ante los televidentes.

13 de agosto de 2001

Noemi Sanin y Horacio Serpa se echaron al agua oficialmente la semana pasada. Noemí lanzó su campaña en Cartagena mientras que Serpa fue proclamado candidato único del Partido Liberal en Bogotá. En dos eventos organizados al mejor estilo de las campañas gringas, con pancartas, confetis y un guión bien preparado, Serpa y Noemí dejaron notar en sus discursos para dónde van las campañas y cuál puede ser el estilo de gobierno de cada uno.

Más temprano de lo que se esperaba al candidato liberal lo empezaron a acechar los fantasmas del pasado. Después de año y medio en que había logrado ‘desamperizarse’ y construir una imagen de político serio y responsable la convención liberal fue para Serpa como presentarse en sociedad dentro de la boca del lobo. Rodeado de los ex presidentes Julio César Turbay, Alfonso López y Ernesto Samper su discurso sobre la renovación de las costumbres políticas no parecía menos que caricaturesco. La imagen de los jóvenes liberales agitando banderitas fue aplastada por la omnipresencia de los dinosaurios de la política liberal.

Aunque en la primera parte de su discurso Serpa cargó baterías contra la clase política tradicional y planteó la urgencia de sintonizarse con las nuevas generaciones, en el contexto de la convención sus argumentos fueron vistos como pólvora mojada. Esta situación llegó a su clímax cuando Samper fue ovacionado por los asistentes. A pesar de los intentos de maquillaje de los asesores de imagen y de la nueva tecnología la convención liberal fue como un flashback colectivo a épocas no muy dignas de la política colombiana.

Mientras en lo político se asomó la cola del elefante, en lo económico su discurso era previsible: un ataque frontal contra el neoliberalismo y una reivindicación de los pobres. Con el eslogan ‘Compromiso Social’ su política económica está encaminada a sustituir el actual modelo de desarrollo para reducir las profundas desigualdades sociales. Y no le falta razón. En un país donde 22 millones de habitantes viven en la pobreza y ocho millones en la miseria el tema social debe ser la primera prioridad. Y Serpa se ha erigido como el candidato de lo social. Lo siente, lo conoce y lo defiende. Pero el problema no estriba en las intenciones sino en cómo lograrlo. Porque entre defender lo popular y el populismo no hay sino un paso (o un vibrato). Por eso sus palabras sobre un nuevo modelo de desarrollo exaltaron a las masas y preocuparon a las élites económicas y empresariales. En su discurso insinuó que aumentaría aranceles y reduciría las importaciones de productos agrícolas para proteger el campo, lo que fue interpretado por algunos como un desmonte de la apertura. Para un conocido economista: “Lo social de hoy es que hay que abrir mercados y responsabilizar al Estado frente a los pobres. Y el discurso de Serpa es el de la irresponsabilidad frente al sector privado que riñe contra el progreso”.

Lo cierto es que Serpa no tenía nada que perder —y mucho que ganar— con un discurso económico centrado en lo social y salpicado con una pequeña dosis de demagogia. Lo que menos le preocupa hoy es el gueto de economistas ortodoxos que abogan por el libre mercado y la globalización. Pero a medida que pase el tiempo las posturas económicas de Serpa serán analizadas con lupa por los empresarios con plata para financiar campañas y por una comunidad internacional celosa de hacer préstamos. Los asesores económicos de Serpa deben saber a estas alturas que, hoy por hoy, lo único que puede sacar a Colombia de la crisis es un manejo económico responsable y de largo plazo.



La nueva Noemi

Aunque los medios se centraron más en el desmayo que en el discurso, Noemí cogió un nuevo aire luego de su lanzamiento. Estaba naufragando en las encuestas por su falta de posicionamiento y encontró un salvavidas: el desempleo. Mientras Serpa se ha convertido en el hombre de la conciliación y Uribe en el de la autoridad, ahora Noemí quiere ser la mujer del trabajo. Con los dos grandes temas nacionales de campaña, la guerra y la paz, en manos de Uribe y de Serpa, Noemí quiere interpretar el drama personal de los colombianos. “Cuando se le pregunta a la gente cuál es el problema más grave de Colombia, responde que la guerra. Y cuando se le pregunta cuál es su problema más grave contesta que el desempleo. Ahí es a donde queremos llegar”, dijo un asesor de la campaña de Noemí.

La bandera del trabajo (cautivadora en un país con 18 por ciento de desempleo) estuvo enmarcada dentro del lanzamiento de un ‘País del Sí’, que busca levantar la baja autoestima de los colombianos. Aunque es un mensaje alegórico interesante, que trata de permear la sicología de un país abrumado por la cultura del no, el ‘País del Sí’ es más un positivo mensaje subliminal para una Nación desesperanzada que una estrategia electoral que sume votos.

Siguiendo su juego de simbolismos, Noemí lanzó su candidatura en Cartagena porque fue allí donde un grito negro inició el levantamiento por la independencia. Y Noemí, en un discurso que destiló rebeldía, dijo que se iba a levantar contra la clase política. Y por eso el hilo conductor de su discurso fue ‘darle palo’ a Horacio Serpa. De la convención liberal dijo que era “una fiesta de lobos disfrazados de ovejas”; de los liberales, “verdugos del pasado y culpables del presente”; de Serpa, “escudero de Samper en el escándalo de la narcopolítica”.

El alto octanaje de sus críticas es proporcional a su desespero en las encuestas. Noemí ha venido cayendo progresivamente y a estas alturas —con un 17 por ciento en las encuestas— erigirse como la antítesis de Serpa parece ser su mejor opción. Sobre todo después de que, como dijo un dirigente liberal a SEMANA, “Serpa dio papaya” en la convención liberal. Noemí lo resumió en una frase de su discurso: “Así como hay un candidato de las grandes maquinarias del pasado, yo soy la candidata del trabajo”.

El lanzamiento de Noemí envió dos mensajes: es independiente y va a luchar contra la politiquería. Por lo tanto el tema de las adhesiones políticas va a ser el más sensible de su campaña. Ya la adhesión de Fabio Valencia Cossio —símbolo del cacicazgo regional—, mimetizada a través del caballo de Troya de Juan Gómez Martínez, puso a temblar a los asesores de la candidata. Pero, por otro lado, los políticos que la acompañan saben que es muy difícil llegar a la Presidencia de Colombia sin el apoyo de las maquinarias. He ahí el dilema.

Aunque el round de la semana pasada lo ganó Noemí en el lanzamiento se vio mucho más libreto que autenticidad. La Policarpa del siglo XXI que quisieron mostrar en televisión apareció apasionada en sus acusaciones pero postiza en su actuaciones.

Serpa, mientras tanto, con la tranquilidad que le da su gran ventaja en las encuestas, responde a los sablazos de Noemí con cierto desdén: “No me producen ni frío ni calor”. Quizá haya entendido que el enemigo por derrotar no está tanto afuera de su campaña sino adentro.



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Noemi Sanin y Horacio Serpa se echaron al agua oficialmente la semana pasada. Noemí lanzó su campaña en Cartagena mientras que Serpa fue proclamado candidato único del Partido Liberal en Bogotá. En dos eventos organizados al mejor estilo de las campañas gringas, con pancartas, confetis y un guión bien preparado, Serpa y Noemí dejaron notar en sus discursos para dónde van las campañas y cuál puede ser el estilo de gobierno de cada uno.

Más temprano de lo que se esperaba al candidato liberal lo empezaron a acechar los fantasmas del pasado. Después de año y medio en que había logrado ‘desamperizarse’ y construir una imagen de político serio y responsable la convención liberal fue para Serpa como presentarse en sociedad dentro de la boca del lobo. Rodeado de los ex presidentes Julio César Turbay, Alfonso López y Ernesto Samper su discurso sobre la renovación de las costumbres políticas no parecía menos que caricaturesco. La imagen de los jóvenes liberales agitando banderitas fue aplastada por la omnipresencia de los dinosaurios de la política liberal.

Aunque en la primera parte de su discurso Serpa cargó baterías contra la clase política tradicional y planteó la urgencia de sintonizarse con las nuevas generaciones, en el contexto de la convención sus argumentos fueron vistos como pólvora mojada. Esta situación llegó a su clímax cuando Samper fue ovacionado por los asistentes. A pesar de los intentos de maquillaje de los asesores de imagen y de la nueva tecnología la convención liberal fue como un flashback colectivo a épocas no muy dignas de la política colombiana.

Mientras en lo político se asomó la cola del elefante, en lo económico su discurso era previsible: un ataque frontal contra el neoliberalismo y una reivindicación de los pobres. Con el eslogan ‘Compromiso Social’ su política económica está encaminada a sustituir el actual modelo de desarrollo para reducir las profundas desigualdades sociales. Y no le falta razón. En un país donde 22 millones de habitantes viven en la pobreza y ocho millones en la miseria el tema social debe ser la primera prioridad. Y Serpa se ha erigido como el candidato de lo social. Lo siente, lo conoce y lo defiende. Pero el problema no estriba en las intenciones sino en cómo lograrlo. Porque entre defender lo popular y el populismo no hay sino un paso (o un vibrato). Por eso sus palabras sobre un nuevo modelo de desarrollo exaltaron a las masas y preocuparon a las élites económicas y empresariales. En su discurso insinuó que aumentaría aranceles y reduciría las importaciones de productos agrícolas para proteger el campo, lo que fue interpretado por algunos como un desmonte de la apertura. Para un conocido economista: “Lo social de hoy es que hay que abrir mercados y responsabilizar al Estado frente a los pobres. Y el discurso de Serpa es el de la irresponsabilidad frente al sector privado que riñe contra el progreso”.

Lo cierto es que Serpa no tenía nada que perder —y mucho que ganar— con un discurso económico centrado en lo social y salpicado con una pequeña dosis de demagogia. Lo que menos le preocupa hoy es el gueto de economistas ortodoxos que abogan por el libre mercado y la globalización. Pero a medida que pase el tiempo las posturas económicas de Serpa serán analizadas con lupa por los empresarios con plata para financiar campañas y por una comunidad internacional celosa de hacer préstamos. Los asesores económicos de Serpa deben saber a estas alturas que, hoy por hoy, lo único que puede sacar a Colombia de la crisis es un manejo económico responsable y de largo plazo.



La nueva Noemi

Aunque los medios se centraron más en el desmayo que en el discurso, Noemí cogió un nuevo aire luego de su lanzamiento. Estaba naufragando en las encuestas por su falta de posicionamiento y encontró un salvavidas: el desempleo. Mientras Serpa se ha convertido en el hombre de la conciliación y Uribe en el de la autoridad, ahora Noemí quiere ser la mujer del trabajo. Con los dos grandes temas nacionales de campaña, la guerra y la paz, en manos de Uribe y de Serpa, Noemí quiere interpretar el drama personal de los colombianos. “Cuando se le pregunta a la gente cuál es el problema más grave de Colombia, responde que la guerra. Y cuando se le pregunta cuál es su problema más grave contesta que el desempleo. Ahí es a donde queremos llegar”, dijo un asesor de la campaña de Noemí.

La bandera del trabajo (cautivadora en un país con 18 por ciento de desempleo) estuvo enmarcada dentro del lanzamiento de un ‘País del Sí’, que busca levantar la baja autoestima de los colombianos. Aunque es un mensaje alegórico interesante, que trata de permear la sicología de un país abrumado por la cultura del no, el ‘País del Sí’ es más un positivo mensaje subliminal para una Nación desesperanzada que una estrategia electoral que sume votos.

Siguiendo su juego de simbolismos, Noemí lanzó su candidatura en Cartagena porque fue allí donde un grito negro inició el levantamiento por la independencia. Y Noemí, en un discurso que destiló rebeldía, dijo que se iba a levantar contra la clase política. Y por eso el hilo conductor de su discurso fue ‘darle palo’ a Horacio Serpa. De la convención liberal dijo que era “una fiesta de lobos disfrazados de ovejas”; de los liberales, “verdugos del pasado y culpables del presente”; de Serpa, “escudero de Samper en el escándalo de la narcopolítica”.

El alto octanaje de sus críticas es proporcional a su desespero en las encuestas. Noemí ha venido cayendo progresivamente y a estas alturas —con un 17 por ciento en las encuestas— erigirse como la antítesis de Serpa parece ser su mejor opción. Sobre todo después de que, como dijo un dirigente liberal a SEMANA, “Serpa dio papaya” en la convención liberal. Noemí lo resumió en una frase de su discurso: “Así como hay un candidato de las grandes maquinarias del pasado, yo soy la candidata del trabajo”.

El lanzamiento de Noemí envió dos mensajes: es independiente y va a luchar contra la politiquería. Por lo tanto el tema de las adhesiones políticas va a ser el más sensible de su campaña. Ya la adhesión de Fabio Valencia Cossio —símbolo del cacicazgo regional—, mimetizada a través del caballo de Troya de Juan Gómez Martínez, puso a temblar a los asesores de la candidata. Pero, por otro lado, los políticos que la acompañan saben que es muy difícil llegar a la Presidencia de Colombia sin el apoyo de las maquinarias. He ahí el dilema.

Aunque el round de la semana pasada lo ganó Noemí en el lanzamiento se vio mucho más libreto que autenticidad. La Policarpa del siglo XXI que quisieron mostrar en televisión apareció apasionada en sus acusaciones pero postiza en su actuaciones.

Serpa, mientras tanto, con la tranquilidad que le da su gran ventaja en las encuestas, responde a los sablazos de Noemí con cierto desdén: “No me producen ni frío ni calor”. Quizá haya entendido que el enemigo por derrotar no está tanto afuera de su campaña sino adentro.



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