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| Foto: Javier de la Torre / SEMANA

REDES SOCIALES

EEB: Harakiri en Twitter

Fernando Gómez solo duró una semana elegido como presidente de la Empresa de Energía de Bogotá. Su historia deja una importante lección.

9 de febrero de 2013

Un buen apunte en Twitter puede sacar a alguien del anonimato, pero una chabacanada puede ser un suicido profesional. Eso fue lo que le ocurrió a Fernando Gómez Franco, quien no llevaba una semana elegido como presidente de la Empresa de Energía de Bogotá (EEB) cuando ya estaba descabezado por un escándalo que arrancó en sus trinos. La controversia creció a tal punto, que hubo quienes interpretaron la caída de las acciones de la EEB como temor del mercado bursátil a la llegada de Gómez al cargo.


La historia comenzó cuando varios medios de comunicación hicieron eco de trinos de Gómez, salidos de su cuenta privada @ferchogomez70. En uno dice: “Amanecí con ganas de emborracharme, pero me duran como dos horas y no hay con quien”. Sobre el aeropuerto: “El nuevo dorado muy bonito, pero toca traer lonchera, no venden ni mierda”. Y, “sabían que algunos moteles tienen cuenta Twitter. ¡Qué miedo! No me imagino a la camarera trinando cuando uno esté haciendo la carretilla”. 

En estos mensajes se advierte un lenguaje vulgar, pero hubo otros más temerarios, como uno referido a la administración Distrital que decía: “Podemos juntar la capacidad logística de la Empresa de Acueducto de Bogotá, con la solidez de la Empresa de Energía de Bogotá, para hacer más fuerte la nueva empresa de aseo de Bogotá”. La frasecita encendió las alarmas sobre el futuro de las finanzas de la capital y las empresas en las que participa. No es para menos, la EEB reporta 778.000 millones de pesos de utilidad anual al Distrito. 

Los medios comenzaron a escudriñar su trayectoria y fue así como la Unidad Investigativa de El Tiempo descubrió que Gómez, quien era el llamado a reemplazar a la exgerente Mónica de Greiff, había sido socio de la Comercializadora de Energía S.A., una de las aportantes a la campaña del alcalde Gustavo Petro. En otra publicación reveló que Gómez había representado la firma Namaste que reclama una deuda de la Dirección Nacional de Estupefacientes por 1.731 millones de pesos, cuando en principio la deuda solo costaba 200 millones. (El proceso está parado por falta de claridad). Y que tres de sus hermanos son accionistas de empresas de energía o son parte de la junta directiva de estas. Al parecer, Petro desconocía ese pasado, que podría enfrentarlo a conflictos de interés, y por eso le retiró su apoyo. Al final la junta directiva aceptó la renuncia de Gómez. 

Esta historia recordó varios episodios de la corta historia del Twitter que han llevado a dimitir o a destituir a personalidades públicas. Uno de los que más ha dado de qué hablar en Estados Unidos fue el de la exeditora de CNN Octavia Nasr. En 2010, escribió en su cuenta: “Es triste oír hablar de la muerte de Sayyed Mohammed Hussein Fadlallah…Uno de los gigantes de Hezbolá que respeto mucho”. Su ambigüedad frente a uno de los antiestadounidenses más feroces le mereció su despido. Otro trino controvertido fue de Stuart MacLennan quien aspiraba a un escaño en la circunscripción escocesa de Moray por el Partido Laborista. En la red confesó estar sobrio “por primera vez en cuatro días”, dijo que los ancianos votantes “esquivaban ataúdes”. Desde luego, lo echaron del partido.

Gómez, quien sería uno de los presidentes de empresa mejor pagados del Estado, argumentó que sus trinos estaban dirigidos a un público reducido. De hecho, en su cuenta solo aparecen 36 seguidores. Sin embargo, la excusa no se justifica si se tiene en cuenta que cualquiera puede ‘retuitear’ un comentario y que la naturaleza de esa red social es la de un foro con alcance universal. Como explica el experto en derecho y columnista de El Espectador César Rodríguez Garavito, “los límites entre lo público y lo privado se han difuminado drásticamente. Lo que antes era un comentario casual, en la red cobra una dimensión gigantesca, no porque alguien traicione la confianza del mensaje, sino porque esa es la naturaleza del medio”.

A Gómez le jugaron una mala pasada su descuido y su grosería, que a su vez despertaron el interés en su trayectoria. Su historia deja una lección: en la era digital, quien aspire a un cargo relevante, público o privado, debe cuidar no solo lo que dice, sino cada uno de los pasos de su carrera.