Home

Nación

Artículo

EL ABRAZO DEL DINOSAURIO

Muchos se preguntan qué sentido tiene coquetearle a Castro a estas alturas de la vida

19 de agosto de 1991


EN GUADALAJARA, LA SEmana pasada, había jefes de Estado de todos los tamaños y para todos los gustos. Desde un monarca en ejercicio, pasando por todos los mandatarios de América Latina, hasta un dictador en vía de extinción. Paradójicamente, este último, Fidel Castro, acabó siendo la estrella del evento. El comandante siempre se ha robado el show en cumbres de esta naturaleza. Lo extraño es que ahora, con el comunismo en ruinas y los vientos de las aperturas soplando en todas partes, el estatus de Castro ha pasado de ser el de héroe revolucionario al de dinosaurio de museo.

Aún así, la magia del dinosaurio no disminuye y todos los periodistas, así como los jefes de Estado, competían por el honor de estar -o aparecer- al lado del mandatario cubano. El presidente César Gaviria no escapó a esta tentación, y gran parte de las noticias y de las fotos que las agencias internacionales transmitieron del Presidente colombiano, giraron alrededor de su encuentro con Castro. De este encuentro surgió la única noticia por fuera de los previsibles acuerdos protocolarios que tradicionalmente se suscriben en ese tipo de cumbre: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Cuba mediante la apertura de oficinas consulares en Bogotá y La Habana.

Como era de esperarse, la noticia en Colombia levantó ampolla. Aunque no son relaciones diplomáticas en el sentido técnico del término y nadie entiende lo que significa tener relaciones consulares con Cuba, la sola mención de formalizar relaciones sacó los fantasmas del closet. Concretamente, el fantasma del incidente que llevó al rompimiento de relaciones en 1981 durante el gobierno de Julio César Turbay. En momentos en que Cuba y Colombia tenían relaciones diplomáticas formales, se descubrió una verdadera operación de desembarco guerrillero en las costas del Pacífico, que fue neutralizada por el ejército. Uno de los guerrrilleros capturados confesó que él y 80 de sus compañeros habían sido entrenados en Cuba. A pesar de unas no muy convincentes negativas del Gobierno cubano, la noticia acaba siendo verdad y el 23 de marzo de 1981, el presidente Turbay anunció por televisión que se suspendían las relaciones con la isla. De ahí en adelante, en conversaciones privadas, Castro acabó justificando su animadversión contra la administración Turbay invocando el bloqueo permanente de Colombia a las aspiraciones cubanas de formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU. Ciento y pico de votaciones tuvieron lugar en ese sentido y en ellas ni Colombia ni Cuba obtuvieron las dos terceras partes necesarias, pero tampoco ninguno de los dos países se retiraba. Después de tres meses de estancamiento, el 7 de enero de 1980, ambos tuvieron que cederle el paso a México como candidato de compromiso. Castro acusó a Turbay de ser un lacayo del imperialismo en todo en ese episodio.

Independientemente de las opiniones del comandante, entrenar guerrilleros para invadir un país con el cual se tienen relaciones diplomáticas es un claro acto de agresión. Lo menos que podía haber hecho, si tanto desprecio le inspiraba la administración Turbay Ayala, era romper relaciones primero y patrocinar invasiones después. Ese doble juego es uno de los pocos episodios incoherentes de la Cuba de Fidel, en donde a pesar del radicalismo e incluso de la violencia revolucionaria inicial, casi todas las acciones tenían explicación a la luz de unas determinadas reglas de juego.

La gravedad de lo sucedido durante el gobierno de Turbay había hecho imposible el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, pero no así los contactos informales y los guiños por debajo de la mesa. Belisario Betancur, metido en la onda de los No Alineados, no podía ocultar su desencanto por no poder descongelar del todo las relaciones con el gobierno de Fidel. El mismo Virgilio Barco se entrevistó con Castro en Quito y México, y el canciller cubano, Isidoro Malmierca, visitó a Colombia. Pero, además, César Gaviria, en su calidad de ministro de Gobierno de esa administración, viajó a la isla para hacer contactos con ocasión del secuestro de Alvaro Gómez por parte del M-l9. Auncuando las posiciones oficiales tenían que ser anti-Cuba, no había parlamentario, periodista, familiar de secuestrado o incluso industrial colombiano que no buscara un contacto con el líder cubano. En todo este proceso, tras bambalinas, ha estado siempre presente Gabriel García Márquez, cuya condición de amigo y confidente de Fidel lo ha convertido en el embajador colombiano de facto durante la guerra fría entre los dos países.

En estos años, Fidel Castro representó la esperanza de una América Latina justa, revolucionaria y anti-imperialista, y fue el foco de inspiración de cuanto movimiento estudiantil o revolucionario se dio en América Latina. Pero todo esto cambió en 1989. Después de la caída del muro de Berlín, los regímenes comunistas del mundo han ido uno a uno reconociendo su fracaso y abriendo sus puertas. Mientras las estatuas de Lenin han sido derribadas en todas partes, a Castro parecen pasarle por encima las corrientes de la historia. Sus propios antiguos patrocinadores, los soviéticos, han reconocido que el modelo estalinista los llevó a la ruina, ruina que los ha obligado a disminuir los subsidios que mantenía a flote a Cuba.

Con su economía quebrada, su pueblo haciendo colas interminables y la colonia cubana en Miami al acecho, Castro ha sobrevivido estos últimos dos años como el símbolo de unos principios que fracasaron en el mundo entero. Su personalidad y la leyenda que se ha tejido en torno suyo, lo mantienen vigente, pero con la vigencia de un anacronismo histórico. Todo el mundo sabe que Cuba tiene que cambiar y la única duda es si será posible antes de la muerte de Fidel Castro. En esta coyuntura, tenderle la mano a Cuba más que un acto de audacia política es un gesto de solidaridad humana.

La pregunta entonces es, ¿qué significado tiene el hecho de que Colombia hubiera decidido precisamente en este momento restablecer relaciones con Cuba? A primera vista y dado el carácter pragmático de Gaviria, parecería que una razón de fondo tiene que ver con las conversaciones de Caracas entre el Gobierno colombiano y la guerrilla. Aunque no se puede decir con exactitud cuál es la influencia real de Castro sobre la guerrilla colombiana, se puede afirmar que podría tenerla más sobre el ELN que sobre las Farc. Es posible que Castro, que siempre ha apoyado a los movimientos revolucionarios, no intervenga en forma directa para