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El abrazo del oso

La diplomacia presidencial le da un nuevo aire al proceso de paz. Ojalá dure.

12 de marzo de 2001

Es un regalo para usted. Me la dio el Papa Juan Pablo. Pídale para que nos ilumine a los dos en la búsqueda de la paz para Colombia”, le dijo el presidente Andrés Pastrana a Manuel Marulanda Vélez en la gris y nubosa mañana del jueves de la semana pasada. “Ojalá así sea”, le respondió el guerrillero más antiguo del mundo, próximo a cumplir 74 años, mientras recibía una medalla con una imagen de la Virgen María y lo invitaba a sentarse en una mesa blanca custodiados por 40 poli-cías y un centenar de insurgentes.

Al día siguiente, después de dos jornadas en las que llovió a cántaros, el Presidente y Marulanda sellaron con abrazos y sonrisas el fin de la cumbre. Ambos se mostraron satisfechos con los resultados y su felicidad contagió a muchos dirigentes políticos, que afirmaron que era el “relanzamiento del proceso de paz”. La euforia puede ser efímera porque, aunque se descongeló el proceso, se prorrogó la zona de distensión durante ocho meses y se acordaron mecanismos que abren posibilidades importantes para la negociación, lo cierto es que las partes no lograron un salto cualitativo inmediato en el proceso; ningún avance en los contenidos de un posible acuerdo.

Con el ‘Acuerdo de los Pozos” se lograron tres puntos clave que podrían fortalecer la negociación. El más importante, quizás, es el que parece más inofensivo: “La Mesa de Diálogo y Negociación podría ser ampliada de común acuerdo y sesionará por lo menos 3 veces a la semana”, dice el noveno punto. Esto quiere decir que la negociación pasará de transcurrir en cámara lenta a hacerlo a varias revoluciones por minuto. Las Farc entraron a ella con la idea de llevarla lentamente e impusieron su tiempo ‘campesino’ a toda la dinámica. Llegaban un lunes, por ejemplo, y acordaban un tema. Cuando los negociadores del gobierno sugerían retomar la discusión el miércoles siguiente los guerrilleros decían, “no, veámonos del martes en ocho”. El hecho de que la Mesa sesione por lo menos tres veces a la semana necesariamente implica que se empiecen a negociar los temas de fondo más rápido. Como dijo una persona cercana al proceso, es “más difícil mamar gallo tres veces a la semana”.

Esto también significa necesariamente un cambio en el equipo negociador del gobierno, ya que sus miembros tendrán que dedicarse de tiempo completo al proceso de paz y no marginalmente como lo han hecho algunos hasta ahora.

Para esto el gobierno cambiará al equipo de negociadores, en el cual se incluirá gente más joven cercana al Alto Comisionado y se contará por primera vez con la presencia de mujeres. “Queremos ejecutivas y funcionarios de mente rápida y dedicada las 24 horas al tema de la paz”, dijo una fuente de la Casa de Nariño.

Otro punto del acuerdo que podría ser clave para el futuro del proceso y que definitivamente fue un triunfo que se anotó Pastrana es el relacionado con la participación internacional. Las Farc y el gobierno acordaron invitar para el próximo 8 de marzo a un grupo de países amigos y organismos internacionales “para informarlos sobre el estado y la evolución del proceso e incentivar su colaboración. La Mesa Nacional de Diálogo y Negociación determinará la regularidad de estas reuniones”.

La posición de las Farc desde que se inició el proceso había sido que no aceptaría ninguna verificación internacional mientras no salieran acuerdos concretos de la Mesa de Negociación que pudieran ser verificables. Por el contrario, el gobierno, consciente de que los procesos de paz que han tenido éxito en el mundo han contado invariablemente con la participación activa de la comunidad internacional, ha realizado una intensa diplomacia.

La Audiencia Internacional sobre los Cultivos Ilícitos celebrada el pasado 29 y 30 de junio de 2000 fue el primer paso en esa dirección. Esta reunión fue muy importante para las Farc porque tuvieron la oportunidad de que los europeos oyeran de viva voz a los cocaleros hablando de su situación y se convencieran de que el problema de los cultivos ilícitos tenía un importante componente social que no se solucionaría con la represión que contempla el Plan Colombia. Y también fue fundamental para el gobierno porque por primera vez los europeos le dijeron abiertamente a las Farc que no aceptaban el secuestro (independientemente de que cómo lo llamaran) ni las demás violaciones al derecho internacional humanitario.

Sin embargo esa audiencia no cambió sustancialmente el rol oficial de los países amigos en el proceso de paz. El viernes, en cambio, sí se dio un gran paso. No sólo se acordó incentivar su colaboración sino que se pronosticaron encuentros regulares que podrían ser la compuerta a una verificación o mediación internacional.

El tercer punto importante fue la creación de una comisión compuesta por negociadores encargada de estudiar “los hechos que afecten la marcha del proceso” y que se definirá a más tardar el 15 de febrero. En palabras de un comandante de las Farc, “esto significa que si vuelve a ocurrir otro Arnubio no nos paramos sino que automáticamente se crea una comisión de ambas partes que sigue tocando ese tema”. El presidente Pastrana también dijo que con eso se buscaba que el proceso fuera “ininterrumpido”.

La idea de institucionalizar un mecanismo como este que sustrajera la negociación de coyunturas críticas propias de cualquier proceso de paz ya había sido planteada por Anders Kompass, el delegado en Colombia de la oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos. Hizo la propuesta en mayo del año pasado cuando, a raíz del incidente del collar bomba, que fue atribuido inicialmente por la Policía y los militares a las Farc, el Presidente canceló la Audiencia Internacional ocasionando la suspensión de las negociaciones. Esperan con este mecanismo evitar que hechos graves —como el secuestro de un avión por el guerrillero Arnubio Ramos o el asesinato de Diego Turbay Cote— pongan en vilo las negociaciones.



La agenda de las Farc

Marulanda, por su parte, consiguió con esta cumbre incluir en la Mesa de Negociación los tres temas que lo han obsesionado desde el principio del proceso y que hasta el momento se venían tratando en una mesa paralela: el canje, el paramilitarismo y el Plan Colombia.

El Presidente y el jefe guerrillero acordaron “agilizar la concreción del acuerdo humanitario que permita la próxima liberación de soldados, policías y guerrilleros enfermos”. Aunque este intercambio parece estar bastante ‘cocinado’ el tema no deja de ser espinoso para el Presidente porque cuenta con una gran resistencia entre los mandos militares, que temen que los guerrilleros que se liberen no estén realmente enfermos (lo que en la práctica convertiría el acuerdo en un canje). Además, analistas militares señalan que en la lista de los ‘canjeables’ hay mandos medios necesarios para comandar la guerrilla y que su liberación incentiva la guerra sucia de no dejar prisioneros vivos para evitar que los canjeen.

Aunque las Farc no consiguieron su objetivo de participar en una comisión que evaluara la política del gobierno contra el paramilitarismo, la guerrilla se mostró satisfecha con el punto en el que coinciden con el gobierno en “avanzar en las discusiones sobre los mecanismos para acabar el paramilitarismo y disminuir la intensidad del conflicto”. Para tal efecto acordaron crear una comisión de personalidades nacionales que le formule recomendaciones a la mesa.

Con esto las Farc lograron colocar el tema paramilitar en el corazón de la agenda de negociación. Es una medida realista, pues de hecho el tema ya era un fantasma permanente en el proceso: dos veces la guerrilla congeló la negociación por este asunto. Además enfrenta uno de los principales argumentos que esgrimen las Farc para seguir en el monte, la guerra sucia que ha existido en Colombia contra intentos de hacer política desde la izquierda.

Del otro lado, pone sobre el tapete el principal reclamo de la sociedad colombiana frente a la continua violación de los derechos de los ciudadanos por parte de las Farc. De hecho, el momento de mayor tensión durante la cumbre entre Pastrana y Marulanda fue cuando el Presidente le habló fuerte al jefe guerrillero sobre el tema del secuestro.

Otro aspecto importante de este punto es que pudieron vincular los temas del paramilitarismo con el de la disminución de la intensidad del conflicto. Si la guerrilla disminuye los ataques esto contribuye a quitarle gasolina al fenómeno paramilitar.

Sin embargo, por más peso que tengan ‘las personalidades nacionales’ que conformen la comisión asesora sus solas recomendaciones no conducirán al fin del paramilitarismo o a disminuir la intensidad del conflicto. Ni las autodefensas crecen a un ritmo vertiginoso por falta de un diagnóstico sobre sus causas o sobre las formas de acabarlo ni la guerrilla secuestra o lanza cilindros de gas porque nadie le haya aconsejado cómo dejar de hacerlo.

Por último, se abordó de frente el tema de los cultivos ilícitos, por el cual tiene que pasar la negociación si se quiere llegar a la paz. Se acordó que “las Farc no se oponen a la erradicación manual y a la sustitución de cultivos ilícitos, pero reiteran que un proceso tal debe adelantarse de común acuerdo con las comunidades”. Con este punto Marulanda logró, aunque tímidamente, dejar planteada la alternativa más ecológica del Plan Colombia para luchar contra el narcotráfico y, por primera vez, no rechazarlo categóricamente como hasta ahora lo habían hecho.

No obstante, en el inicio del proceso, Marulanda había sugerido hacer un experimento piloto de erradicación manual en Cartagena del Chairá, municipio vecino de la zona de distensión, y en cambio ahora apenas hay un displicente “no se oponen” a la erradicación manual.



La confianza

La creación de un mecanismo de la Mesa de Negociación que periódicamente evalúe e informe a la opinión sobre el cumplimiento del propósito de la zona de distensión busca eliminar la desconfianza que se ha creado en la sociedad sobre el territorio desmilitarizado que, según varios testimonios, se ha convertido en un refugio de la guerrilla para llevar secuestrados, reclutar menores y fortalecerse militarmente. Si bien la intención es buena y este mecanismo es sin duda mejor que delegar este tema en la oficina de quejas y reclamos de las Farc, como lo había propuesto la guerrilla hasta el momento, lo cierto es que verificar lo que sucede en un territorio de 42.000 kilómetros, la mitad selvático, es virtualmente imposible. Pero por lo menos es un control y se aclara de una vez por todas que la zona fue establecida ‘exclusivamente’ para negociar.

La invitación a las fuerzas políticas firmantes del acuerdo de Caquetania para dinamizar el proceso también abre la posibilidad de ‘blindarlo’ ante la campaña electoral que se avecina, como lo afirmó el presidente Pastrana, ya que significa ‘amarrar’ a los presidenciables Horacio Serpa y Noemí Sanín al futuro del proceso y no dejarlo al vaivén de los ratings preelectorales.

Sin embargo la aparente cohesión del establecimiento que respaldó la audaz cumbre de Pastrana con Marulanda sólo durará mientras lo acordado se traduzca en hechos concretos que disminuyan la intensidad del conflicto.

Los japoneses tienen un sistema de negociación que es de tres escalones: la cabeza crea la confianza, la mitad estudia y alimenta el proceso con propuestas y la base negocia. Siguiendo este esquema, la cumbre fue un paso importante de los jefes para recuperar la confianza perdida. Los negociadores, en la mitad, tendrán que alimentar el proceso con propuestas concretas. Pero las partes en el proceso tienen el desafío de darle una verdadera representatividad a los intereses y esperanzas de ‘la base’ para que las negociaciones tengan una sólida legitimidad.