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EL ACUSADOR

Armando Calle acusa al teniente coronel Alvaro Hernán Velandia de ser el autor intelectual del atentado que lo dejó paralítico.

Quedé totalmente paralítico y sin posibilidades de recuperación, porque una de las seis balas que me dispararon penetró en el canal medular, de la columna vertebral, destrozando la médula. No sólo no puedo moverme de la cintura para abajo, sino que no puedo bastarme a mí mismo para las cosas más elementales, como peinarme o comer, porque no puedo doblar las manos. El atentado fue el pasado 5 de mayo, a las 7 de la noche. Yo me encontraba sentado conversando con mi mamá en la puerta de mi casa en La Dorada, Caldas. Justamente mi mamá me estaba diciendo que estaba preocupada, porque había visto unos sujetos extraños pasar muchas veces en moto frente a la casa, cuando irrumpió un tipo que se paró a unos dos metros de distancia y me disparó seis tiros con un revólver. Una de las balas hirió a mi mamá en una pierna, pero afortunadamente entró y salió sin tocarle el hueso. Recuerdo perfectamente al tipo que me hizo los disparos y lo reconocería en cuanto lo viera. Yo ya lo había visto una vez, unos días antes, en un jeep Nissan con otras siete personas. Yo estaba en un taller reparando la antena de un carro que tengo, cuando del jeep se bajó el sargento Vega, del Batallón Patriotas. Me presentó a los tipos que estaban dentro: "unos amigos", me dijo. Uno de esos "amigos" fue quien días después me hizo los tiros.
En el Batallón Patriotas
Todo empezó un día entre semana, al, mediodía, unos meses atras, cuando yo salía a almorzar del Banco Ganadero, donde trabajaba desde hacía 13 años. Unos tipos me subieron muy rápido a un jeep rojo extralargo que siempre utiliza el B-2 para trabajos sucios, que tiene un número de placa por delante y otro distinto por detrás. Me esposaron y me taparon la cabeza, pero antes alcancé a ver que un agente con un poncho tapaba la placa del carro. Ahí pensé: "me van a Matar, lo que quieren es desaparecerme". Cuando llegamos al Batallón Patriotas de Honda, me amarraron esposado a un palo. Se me ocurrió preguntar por un Sargento Uribe que había sido compañero mío de estudios. El me dijo que respondía por mí y a ellos les dijo que me conocía, que no tenía antecedentes. Creo que fue gracias a él que no me mataron ni me maltrataron. Me llevaron a la oficina del coronel Velandia. El me dijo que estaba detenido por pasarle información a la guerrilla, concretamente a las FARC. Dijo que yo, como Jefe de Cuentas Corrientes del Banco, les pasaba datos sobre quién tenía dinero para que ellos los chantajearan o los secuestraran. Yo no sabía de qué me hablaba. Me volvieron a interrogar, esta vez unas personas del B-2 que dijeron traer órdenes del coronel Velandia para sacarme la verdad a las buenas o a las malas. Yo no dije nada porque no sabía nada.
Estuve preso 10 días, hasta que el Juez 29 de Instrucción Penal Militar me dijo que me dejaban en libertad, porque no había pruebas contra mí y que tenía que seguirme presentando periódicamente. Yo me reincorporé normalmente al trabajo. Me presentaba donde Velandia cada ocho días. Me preguntaba qué sabía, qué había oído decir; me quería convertir en una especie de informante de cosas que yo no sabía. Me preguntaba permanentemente por un señor Crisóstomo Carranza, a quien no conocía, y de quien ellos decían que era un enlace.
Cuando salí de la clínica después del antentado, leí por casualidad en El Bogotano que a ese señor lo habían encontrado salvajemente torturado y muerto. Posteriormente supe que era un campesino de mi región, que lo habían detenido en Guarinocito, cerca de Dorada, y que días más tarde había aparecido asesinado.
Amenazas de muerte
La última vez que me presenté ante Velandia fue el 1 de mayo, y ese día me amenazó diciéndome que me burlaba del Ejército, que estaba jugando con candela y que me iba a quemar. Yo no supe valorar el peso de sus palabras y como no estaba comprometido en nada seguí mis actividades sin tomar precauciones. Además me sentía tranquilo, porque varias personas de Dorada habían ido a declarar a favor mío, entre ellas Arnulfo Rodríguez, el presidente del Concejo Municipal que es liberal oficialista Hernán Ruiz gerente de Seguros Bolívar, y Jorge Díaz, el gerente del banco donde trabajo, que se ha portado muy bien conmigo. No me han despedido ni han tomado ningún tipo de represalias contra mí y me siguen pagando el sueldo, con el cual mantengo a mi mujer y mis dos hijas.
Sin embargo, cinco días después se produjo el atentado. Muchas personas fueron testigos y me llevaron al hospital de Dorada. De ahí me trasladaron a la Clínica San Pedro Claver de Bogotá, donde estuve cuatro meses hospitalizado. El 13 de mayo del año pasado envié una queja por intento de homicidio al entonces Procurador, Guillermo González Charry y posteriormente, antes de que el actual Procurador diera a conocer la lista de los vinculados con el MAS sostuve una entrevista con él.
No he vuelto a ver ni al coronel Velandia, ni al sargento Vega. Estoy absolutamente convencido de que el coronel Velandia es el autor intelectual de todo, por los datos que he relatado y por los términos en los cuales me amenazó. Estoy en capacidad de hacer una denuncia contra el coronel Velandia, así me cueste la vida. Yo sé que esa gente puede tratar nuevamente de asesinarme, pero ya no tengo mucho qué perder.
No tengo nada qué ocultar. Soy simpatizante del Partido Comunista y he sido dirigente sindical toda la vida. Creo que por eso me han hecho esto. Pero nunca he tenido nada que ver con la guerrilla, ni mucho menos les pasé información alguna.--