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RECONCILIACIÓN

El camino del perdón

La justicia restaurativa de la que habló esta semana en Cali el Nobel de Paz arzobispo Desmond Tutu ya está dando sus frutos en Aguablanca, Cali.

14 de febrero de 2005

"Mi sobrino me robo dos millones de pesos en joyas pero no quiero que lo metan a la cárcel", le dijo, desesperado, James Orozco a una jueza de paz del distrito de Aguablanca en Cali a comienzos de 2004. El señor Orozco no quería involucrar a la justicia ordinaria para no dañar las relaciones de su familia, conformada por 12 personas que viven en la misma casa y que hasta ese momento ignoraban lo del robo.

Geyson*, el sobrino ladrón, fue citado a la casa de justicia y delante de la jueza de paz y de toda su familia reconoció el hurto. También pidió perdón y se comprometió a pagar el dinero en cuotas quincenales con lo que ganaba como ayudante de construcción. Pero existía otra verdad oculta que ni el propio tío conocía. "Él robó para comprarle una droga a su mamá que tiene cáncer", les contó la jueza de paz. Un año después de firmado el acuerdo, Geyson goza de la confianza de su familia, sigue viviendo con ellos y paga cumplidamente la deuda. Aunque ahora le cuesta más trabajo reunir el dinero de la cuota, ya que dejó la construcción y está vendiendo chance sentado en una silla de ruedas pues, por robarle los tenis, le pegaron un tiro y quedó paralítico hace cuatro meses.

Casos como el de Geyson son un buen ejemplo de que existen otras formas, aparte de la justicia formal, para que la gente solucione sus conflictos diarios. Al menos eso creen con firmeza las 120 consejeras de familia de la Fundación Paz y Bien, quienes están desarrollando experiencias piloto en algunos barrios del distrito de Aguablanca. "Vemos en la justicia restaurativa una posibilidad para que la gente aprenda a construir comunidad", dice la hermana Alba Stella Barreto, quien lidera la fundación desde hace 18 años.

Para Diana Britto, decana de la facultad de ciencia política de la Universidad Javeriana en Cali, "se trata de un tipo de justicia comunitaria que busca reparar las relaciones de víctima y ofensor implicados en un delito". Explica que no existe un modelo único y que cada experiencia depende del contexto donde se realice. "La justicia restaurativa está basada en la verdad y el perdón. Además se aplica a delitos menores y es un proceso voluntario", afirma Britto.

Por eso el trabajo más difícil de las consejeras de familia de Paz y Bien es crear las condiciones propicias para que el ofensor y la víctima se sienten a dialogar. Ahí deben aflorar la verdad y el ánimo de reparación, como intenciones voluntarias, para llegar a la restauración. Así fue como James y su sobrino Geyson se pusieron de acuerdo. Su familia garantiza que el convenio se cumpla.

Y aunque esta justicia no asegura el perdón, pues éste se da en la esfera íntima del individuo, sí ayuda a que las comunidades superen la desconfianza y consigan una buena convivencia. "Por eso es importante que la comunidad, llámese familia, amigos o vecinos, sirva de veedora de los acuerdos pactados", señala Élmer Montaña, fiscal de la casa de justicia de Aguablanca, quien trabaja en llave con las consejeras de familia y las juezas de paz del distrito.

La experiencia en Cali apenas tiene tres años y hasta ahora sólo cubre 14 barrios. Y aunque no debe sobredimensionarse, su gran logro ha sido el de construir un fuerte tejido social. Aguablanca y otros lugares del mundo que han aplicado la justicia restaurativa coinciden en sus experiencias y compartieron sus logros en el Simposio de Justicia Restaurativa realizado en Cali la semana pasada. Los más de 1.600 asistentes concluyeron al final que sus discusiones fueron alternativas de carne y hueso para construir paz y bien.

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