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El circo de la política

Todavía hay mucho desorden. Las volteretas, los escándalos y las discusiones mecánicas sobre las listas al Congreso han eclipsado cualquier debate sobre ideas o programas.

11 de febrero de 2006

Cuando la reforma política pretendía organizar partidos serios y con una línea ideológica, la política se parece cada vez más a un circo. Basta ver los tires y aflojes que se produjeron en las semanas previas al cierre de las inscripciones al Congreso: saltos mortales de un partido a otro, cambios de vestuario para lograr cupo en otra escena, y más de un truco de magia para facilitar metamorfosis varias.

Hubo una larga serie de volteretas de última hora. Telésforo Pedraza, un conservador pastranista que mantuvo hasta hace muy poco una dura crítica a la reelección y al gobierno, saltó al trapecio del partido de 'La U', liderado por Juan Manuel Santos, que se precia de ser el más fiel representante del uribismo. Gina Parody, valiosa carta frente al electorado de opinión bogotano, después de cuestionar la presencia de candidatos vinculados al paramilitarismo, y hasta anunciar una lista independiente, aceptó la maroma de encabezar la plancha de 'La U'. Héctor Elí Rojas le coqueteó al peñalosismo y al final cayó en el cubilete de la lista del Partido Liberal. Javier Cáceres, quien hizo varios debates en el Congreso a nombre del Polo Democrático, saltó a Cambio Radical.

Hay más datos: dos fuerzas sin ninguna identidad común más allá del gobiernismo, Alas (del senador Álvaro Araújo) y Equipo Colombia (de Luis Alfredo Ramos), se unieron. Todas estas movidas se explican por necesidades de mecánica electoral y no por la convergencia en torno a una bandera, un programa o una propuesta. "La vieja dispersión electoral ha sido reemplazada por la práctica del cambio de camiseta que había sido endémico en países como Ecuador y Brasil, según el analista del Iepri Francisco Gutiérrez. Salió lo comido por lo servido", agrega.

En las últimas horas también hubo mucho movimiento de fichas expulsadas de 'La U', Cambio Radical y Colombia Democrática (el partido de Mario Uribe). Todas encontraron un lugar: Rocío Arias, con Carlos Moreno de Caro (quien va con movimiento propio); Dief Maloof, Habib Merheg y Vicente Blel, y Jorge Castro, en 'Colombia Viva' (en alianza con el grupo 'Unidad Cristiana' que puede ser toda una sorpresa electoral); Eleonora Pineda entró a 'Convergencia Ciudadana', un polémico grupo que lidera el senador Luis Alberto Gil (ver artículo en la página 48).

Ante la necesidad de darles una imagen atractiva a las listas, varios partidos les abrieron las puertas a figuras sin votación ni representatividad conocidas, pero con nombres populares o con capacidad de alegrar audiencias. A la hora de sumar, se convirtieron en candidatos actrices como Lucero Cortés (en 'La U') y Leonor González Mina (Cambio Radical); actores como Danilo Santos (CR) y Nicolás Montero (Partido Visionario, de Antanas Mockus). Y no faltaron las ex reinas: Nini Johanna Soto en el Partido Liberal y María Teresa Egurrola en Cambio Radical.

La carpa del circo les dio cabida a muchos personajes. También hay deportistas, incluido el árbitro mundialista Óscar Julián Ruiz, en Cambio Radical; Iván René Valenciano, en Alas-Equipo Colombia; el 'Guigo' Mafla (con Moreno de Caro), más otros que repiten: María Isabel Urrutia y Willington Ortiz. Se suman cinco dirigentes gremiales, siete ex ministros y otros antiguos altos funcionarios: el ex fiscal Alfonso Valdivieso, el ex director del Banco de la República Salomón Kalmanovitz y el ex contralor Carlos Ossa. También hay cerca de 10 oficiales de las Fuerzas Armadas, entre los cuales figuran seis generales: Luis Enrique Montenegro, Rito Alejo del Río, Jairo Duván Pineda, Jaime Ernesto Canal, Néstor Ramírez y Luis Alfredo Rodríguez.

Un cuadro de esta naturaleza no arroja la claridad que esperaba el Congreso cuando diseñó la reforma política. Es decir, una competencia entre unas pocas fuerzas, todas importantes y con claras definiciones sobre su significado y sus posiciones ideológicas. Y hay que ver los recursos publicitarios a los que están echando mano los candidatos para hacerse visibles y lograr reconocimiento. Todo vale si se trata de que las vallas o las cuñas, de por sí muy costosas, no se vuelvan parte del paisaje invisible, sino se diferencien y sobresalgan.

Hay varios motivos que explican esta sensación de desorden. Uno de ellos es el mecanismo del 'voto preferente'. Además de votar por un partido, para buscar que logre el mayor número posible de curules en el Congreso, el elector, si lo desea, puede marcar la casilla de uno de los miembros de la lista. Quién ingresa en la bancada de cada partido, en consecuencia, no lo define el orden que trae la lista, sino quiénes reciben una mayor cantidad de estos votos.

El mecanismo se aprobó como fórmula de negociación, en la aprobación de la reforma política en el Congreso, entre los partidarios de fortalecer los partidos y los que simpatizaban con la idea de dejarle campo a la iniciativa individual. La fórmula final es contradictoria: los candidatos tienen que hacer campaña a título personal y competir con sus compañeros de lista. Según el ex alcalde de Bogotá y aspirante al Senado, Enrique Peñalosa, "El voto preferente favorece la incoherencia ideológica y va en contravía de todos los objetivos de la reforma política".

La ley, para hacer las cosas aun más complejas, les permite a los partidos escoger entre presentar sus listas con voto preferente o hacerlo en forma cerrada. En este último caso, el votante sólo marca una casilla, la del logo del partido, y las curules que gane se asignan de acuerdo con el orden que trae la lista. Peñalosa optó por esta alternativa, con el argumento de que "sólo las cerradas favorecen la consolidación de equipos".

También Antanas Mockus le dio esta condición a su grupo de académicos que aspiran al Congreso, y para fortalecer la imagen de un equipo identificado con su líder, la semana pasada publicó una polémica fotografía de varios integrantes de su movimiento (Salomón Kalmanovitz, Manuel Rodríguez, Juan Carlos Flórez) disfrazados con una barba como la que usa el ex alcalde. Otros que se fueron con lista cerrada: los movimientos cristianos Mira (liderado por Alexandra Moreno Piraquive) y C-4, de Jimmy Chamorro, organizaciones disciplinadas que tienen muy bien amarrados los votos de sus seguidores.

Sin embargo, la gran mayoría de las 20 planchas que se inscribieron para el Congreso tiene voto preferente. De allí la proliferación de campañas personalistas e individuales. Esta fórmula tiene un innegable sabor a federaciones de grandes electores, más que a proyectos políticos coherentes. Por eso se produjo, antes del cierre de las inscripciones, la feria de volteretas y desfiles de candidatos de unos partidos a otros.

De paso, los debates sobre las reglas de juego -por ejemplo, si Enrique Peñalosa puede usar su foto como símbolo de su movimiento, o si el tarjetón será de fácil uso para los electores- han invadido la campaña. Los debates sobre temas o proyectos han quedado eclipsados, al menos por ahora, por las discusiones sobre las reglas de juego y la mecánica. Y por los escándalos sobre vínculos de candidatos con el paramilitarismo.

Es probable que en las cuatro semanas que faltan para el 12 de marzo se profundice el debate, se conozcan las propuestas y se esclarezca la manera como se debe marcar al tarjetón. En términos generales, y ante la muy probable victoria de Álvaro Uribe en la competencia presidencial, en esta fecha hay más decisiones políticas importantes, que en la pelea de fondo.

Están en juego tres grandes decisiones: la conformación de un nuevo mapa de partidos, con cerca de 10 equipos que reemplazarán a los 59 que actualmente existen; la fuerza y la vigencia de las colectividades más grandes, entre las cuales los desgastados Partido Liberal y Conservador se van a beneficiar con las nuevas reglas de juego y pueden salir reivindicados, y el pulso entre las bancadas que apoyan a Uribe y las de oposición.

En general, la campaña gira en torno a este último punto: quién está con Uribe y quién no. El Presidente cambió su intención de marginarse de la campaña para el Congreso, y en la etapa final se meterá a darles un empujón a las listas que lo apoyan. Con Uribe en el ruedo, nuevas reglas y los interrogantes sobre la influencia del paramilitarismo, las elecciones de 2006 serán totalmente diferentes a todas las anteriores.

¿Será su resultado tan positivo como el que buscaba el Congreso cuando hizo la reforma política para fortalecer los partidos y poner orden? Lo que ha mostrado esta campaña no es muy alentador. Habrá que ver si una vez elegidos, se toman más en serio la política. n