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El club de los ex

Cuando se pensaba que los ex presidentes eran historia, regresan más poderosos que nunca.

15 de diciembre de 2003

Hace apenas tres meses los ex presidentes parecían haber perdido todo su peso. Cuando Ernesto Samper y Julio César Turbay trataron de que el liberalismo apoyara el referendo, fueron derrotados por Piedad Córdoba que impuso la abstención. Cuando César Gaviria, Alfonso López y el propio Turbay apoyaron el proyecto de ley sobre derechos de los homosexuales, perdieron porque el Congreso ahogó la iniciativa. Y cuando Samper, Turbay y López firmaron una carta para Alvaro Uribe y 'Tirofijo' sobre el acuerdo humanitario, terminaron regañados por equiparar "al jefe del Estado con el jefe de los terroristas". Algunos pensaron que esos tres golpes habían sellado el club de los ex presidentes. Pero los adioses en política raramente son definitivos. Y quienes creían que los antiguos inquilinos de la Casa de Nariño dejarían de influir en el país, hoy lo están pensando dos veces.

No todos los ex presidentes andan en lo mismo. Alfonso López y Julio César Turbay miran cada vez más los toros desde la barrera. Cuando intervienen en la vida nacional opinan o dan declaraciones que de alguna manera enriquecen los grandes debates pero nada más. Ayudan en causas nobles, como el acuerdo humanitario, pero no tienen agenda propia. Por eso ni intrigan ni tejen estrategias de poder. En resumidas cuentas, a veces hacen planteamientos políticos pero no hacen política. Sin embargo, no puede decirse lo mismo de Ernesto Samper, César Gaviria o Andrés Pastrana. Al contrario de López y Turbay, los ex presidentes del último cuarto de siglo parecen negarse a perder vigencia. Samper, que estaba perdido en el amargo recuerdo del proceso 8.000, ha sacado las uñas. Gaviria, a quien se creía olvidado en el exilio de la diplomacia, quiere volver. Y Pastrana, que escampaba en España la ola de críticas del final de su cuatrienio, está metiendo el pie otra vez en el agua para medirle la temperatura a la política colombiana.

Vivito y coleando

Desde hace varios meses el ex presidente Ernesto Samper, a quien muchos creyeron desaparecido ha mostrado que está vivito y coleando. Con un trabajo paciente y soterrado Samper ha logrado controlar los puestos más importantes del Estado. En el Congreso tiene una importante bancada y los organismos de control, como la Procuraduría y la Contraloría están en cabeza de Edgardo Maya y Antonio Hernández, grandes amigos suyos. La Registraduría la maneja su ex ministra de Justicia, Alma Beatriz Rengifo y hasta en la rama judicial tiene influencia sobre varios funcionarios.

Pero Samper es más que burocracia. El ex presidente tiene dos características que definen a un zorro de la política. La primera es que interviene en la vida pública de lo más alto a lo más simple: con la misma facilidad con la que apoya públicamente a Lucho Garzón para la Alcaldía de Bogotá le hace zancadilla a Piedad Córdoba en su partido. Y la segunda es el buen manejo de su ambigüedad: mientras que avala iniciativas del gobierno, como el estatuto antiterrorista, muchos de sus amigos le hacen oposición al Presidente. En esta nueva dinámica Samper se ha alejado de personas que le cuidaron la espalda en el pasado. La propia Piedad Córdoba y el ex fiscal Alfonso Gómez Méndez son algunos de ellos. Incluso se dice que Horacio Serpa ha querido partir cobijas con él. Sin embargo, Samper no se inmuta y sigue en lo suyo. Por todo esto la pregunta que se está haciendo la gente hoy en Colombia es: ¿a qué juega Samper? Y una respuesta: parece que sólo él lo sabe.

¿Y el Cesar?

Como secretario general de la OEA el ex presidente César Gaviria ha tenido que lidiar grandes problemas. Estuvo al frente de las elecciones en el Perú luego de la caída de Fujimori y durante meses manejó la crisis de Venezuela. Aún así, nunca ha descuidado la política colombiana. No vive en el país hace más de ocho años pero, para muchos, siempre ha estado presente. No sólo su cuatrienio se recuerda, para bien o para mal, como un punto de quiebre en la historia nacional, sino que sus amigos más cercanos, como Rafael Pardo o Rudolf Hommes, se mantienen plenamente vigentes. El período de Gaviria en la OEA termina el año entrante. Y se cree que desde ya está planeando su regreso a la política. Hace tres semanas él estuvo en Cartagena en donde desayunó con varios dirigentes del Partido Liberal. Esa reunión ha suscitado toda clase de conjeturas. Varios columnistas como D'Artagnan o María Jimena Duzán le hicieron eco. Y a pesar de las diferentes teorías todo el mundo está de acuerdo en una cosa: Gaviria volverá a desempeñar un papel en el Partido Liberal.

A pesar de que el liberalismo está resquebrajado ideológicamente el regreso de Gaviria podría significar su unificación. Las grandes divisiones del Partido Liberal se han dado cuando se han dividido sus ex presidentes. En 1946 Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos pelearon y Mariano Ospina ganó la Presidencia. En 1982 Luis Carlos Galán se lanzó en disidencia cuando el candidato oficial era Alfonso López Michelsen y ganó Belisario. Y desde que Ernesto Samper y César Gaviria están enfrentados el oficialismo liberal no ha vuelto a tener el poder. En 1998 ganó Pastrana y en 2002 Alvaro Uribe. Ambos derrotaron a Horacio Serpa apoyados por buena parte del gavirismo. La situación, sin embargo, podría cambiar. Samper dijo públicamente que estaría de acuerdo con el regreso de Gaviria para dirigir el partido. Esta es una mano tendida para la reconciliación. Si Gaviria acepta lo elegirán director del partido en 2005. El problema es que en el liberalismo muchos se sienten caciques y pocos se sienten indios. Y Gaviria tendrá la difícil tarea de ordenar la fila para ver quién lleva las banderas liberales a las elecciones de 2006.

Andres, otra vez

Al Partido Conservador le fue mal en las elecciones. La votación de sus candidatos para la Alcaldía y el Concejo de Bogotá fue, para muchos, vergonzosa. Sin embargo, su bancada en el Congreso tiene gran importancia. Según el senador Germán Vargas, se trata del grupo más importante para mantener la coalición uribista. Sin embargo, desde hace algunos días la bancada no le camina a todo lo que diga el Presidente. La razón de esta nueva actitud tiene nombre propio: Andrés Pastrana. El ex presidente ha decidido hacerse sentir y hacer oposición. La semana pasada, mientras se votaban algunos de los puntos de la reforma tributaria en el Congreso, llamó al representante Telésforo Pedraza, quien le pasó a varios congresistas. Al final y luego de la conversación, los interlocutores de Andrés terminaron hundiendo varios puntos de la reforma.

No todos los conservadores están de acuerdo con esta postura. El senador Carlos Holguín considera que ese partido debe seguir apoyando al Presidente. Pero Pastrana tiene el liderazgo natural dentro de la bancada y lo está ejerciendo. La realidad es que el conservatismo ya no le traga entero al Presidente y está siguiendo los lineamientos de Pastrana. Es posible que los problemas de Uribe empiecen a echarle tierra a los que tuvo Andrés. Y que eso prepare el terreno para su regreso. Si eso sucede, su labor será recomponer el Partido Conservador. Deberá alinear las fichas y comenzar a hacer política. Para algunos, sólo así será posible que el conservatismo tenga un segundo aire.

Se pueden sacar muchas conjeturas sobre por qué los ex presidentes están interviniendo de esta manera en la vida nacional. Pero la verdad es que hay una explicación muy simple. Que el presidente Uribe no está haciendo política. Y en eso la política es como el fútbol. Cuando un equipo no hace los goles, le toca ver cómo se los hacen.