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El costo del naufragio

El hundimiento del referendo tendrá implicaciones concretas para los colombianos. Estas son las más importantes.

27 de octubre de 2003

El hecho de que el referendo no pasara es un doble golpe al gobierno de Alvaro Uribe. En lo político porque deja su gobernabilidad averiada y en lo económico porque debilita la confianza internacional en el desempeño del país al cargar de nubarrones el panorama fiscal.

Escrutado casi 98 por ciento de las mesas, al cierre de esta edición ningún punto se salvaba del desastre y las proyecciones más optimistas veían a flote apenas el primer punto -el que le da la muerte política a los ladrones del erario público- posiblemente el 3, que intenta suprimir de una vez por todas el perverso carrusel de suplencias de congresistas y, si acaso el 2, que obliga a los congresistas al voto público. Son logros simbólicos pero que no cambian mucho la realidad política.

Los demás puntos del referendo que buscaban reducir "la corrupción y la politiquería", 2, 5, 6, 7, 11 y el 15, o bien están contemplados por las normas actuales (como la prohibición de los auxilios parlamentarios) o por la reforma política (exigencia a los partidos de obtener un mínimo de 2 por ciento en las elecciones de Congreso para mantener la personería jurídica), o podrían ser salvables por la vía legal como el que dice que una entidad técnica administre el Congreso.

Como lo señalaron en su momento la Contraloría y la Auditoría, el ahorro de la supresión de contralorías y personerías es mínimo (puntos 9 y 12). El punto 4 de todas maneras era muy polémico porque daba a los congresistas un poder enorme sobre el presupuesto de inversión. Y el punto 13 de alguna forma atacaba la calentura en las sábanas, pues pretendía impedir que se siguieran robando las regalías, simplemente cambiándolas de destinación.

Así que lo que en realidad estaba en juego en el referendo era la economía. Y allí es donde verdaderamente se va a sentir el costo de su naufragio.



Medio billón menos

El punto 14, el que congelaba por dos años los sueldos y pensiones en el sector público, no sólo no obtuvo los votos necesarios para que fuera válido sino que además despertó más de un millón de votos en contra. Sin embargo ese era el punto que le tiraba un salvavidas a la crisis fiscal. Se esperaba que este punto le ahorrara al gobierno, durante 2003, un billón y medio de pesos, lo que equivale a una reforma tributaria moderada. Contando con ese ahorro se hizo el presupuesto de este año y se calculó el déficit fiscal tope pactado en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que es de 2,5 por ciento del PIB. Hace unos meses el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, había anunciado que esa meta no se cumpliría y que el déficit sería de 2,8 por ciento. Ahora, sin la aprobación del punto 14, esta cifra podría subir a 3,2 o 3,3, cosa que será difícil de digerir para el FMI.¿Qué hacer? Alvaro Uribe había dicho durante la campaña del referendo que respetaría la voluntad del pueblo si éste negaba en las urnas la congelación de salarios. Por eso le queda muy difícil congelar ahora los salarios por decreto, como habían sugerido hace un tiempo algunos miembros de su equipo económico. Podría decretar un aumento de sueldos pero no hacerlo retroactivo al primero de enero pasado. Si esto resultara jurídica o políticamente posible podría evitar que se le descuadren mucho las cuentas de 2003. A estas alturas es impensable encontrar nuevas fuentes de recursos para tapar el hueco de este año. Suficiente trabajo tendrá Alvaro Uribe para lograr que el Congreso apruebe el proyecto de ley antievasión antes del fin de año, pues de eso depende que haya plata para financiar el presupuesto de 2004. Pensar en que le aprueben aún más recursos podría ser demasiado optimista. Y lo peor es que, así como el punto 14 le economizaba al gobierno un billón y medio de pesos este año, le ahorraba tres billones en 2004. Por eso el mayor déficit vendrá el año entrante.

A pesar de que podrá venir en los próximos días una tormenta financiera, con sobresaltos en el precio del dólar y en las tasas de interés, durante unos meses el gobierno tiene con qué capotear el temporal. Tiene un colchón de recursos, producto del apoyo de las entidades multilaterales de crédito y, sobre todo del FMI, organismo con el cual suscribió un acuerdo que le da acceso a un crédito de 2.100 millones de dólares en caso de emergencia. Hasta ahora esa plata está sin usar y, en el peor de los casos, Uribe podría echar mano de ella para calmar la situación.

Ahora bien, ¿hasta dónde brincarán el dólar y la tasa de interés que cobran los inversionistas por prestarle plata al gobierno colombiano? En crisis anteriores la tasa de interés de la deuda colombiana llegó a estar más de 10 por ciento por encima de lo que le cobran al gobierno de Estados Unidos (que es la referencia del mercado). La semana pasada esa diferencia era de sólo 4 por ciento. Pero con el hundimiento del referendo puede subirse la prima de riesgo de la deuda aun a los niveles de aquellas veces.

A juicio de muchos analistas, es probable que esta vez no llegue tan lejos, porque el contexto internacional está más calmado y porque el colchón del gobierno con las entidades multilaterales aleja el fantasma de una cesación de pagos en el corto plazo. Pero las tasas pueden subir. Y en la medida en que el gobierno se endeude en condiciones más desfavorables, aumentarán los pagos de intereses en años futuros.

En el mediano plazo, entonces, las cosas tenderán a complicarse, a no ser que el Presidente logre armar un paquete creíble de medidas fiscales que logre calmar los mercados. También puede ayudar si finalmente pasa el punto 8, que le pone tope a las pensiones, pero esto tendrá un efecto de más largo plazo y estructural.

Pero en la coyuntura la aritmética presupuestal es lo de menos, pues el asunto de fondo es la gobernabilidad del Presidente, que quedó lesionada con el resultado del referendo.

Paradójicamente fue el mismo Presidente quien agravó -para algunos innecesariamente- su situación. Por la desesperación de vender el referendo a como diera lugar, (ver recuadro) Uribe infló al máximo su importancia, haciendo creer a los colombianos y al mundo que era un dilema entre salvación o catástrofe. Fue un juego audaz -acorde con el estilo político del Presidente- y perdió. Y si bien es un político talentoso que aún cuenta con enorme popularidad, ahora le quedará más difícil apaciguar los temores que él mismo sembró, demostrar que sin referendo podrá haber gobierno y que la economía colombiana no es un Titanic.