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EL CRISTO DE ESPALDAS

Nueve son las razones que están llevando a los colombianos a desertar de la religión católica.

9 de agosto de 1993

UN "YO TE BAUTIZO EN NOMBRE DEL PADRE, Y del Hijo y del Espíritu Santo" y un chorrito de agua bendita en la cabeza. Hasta hace poco este ritual garantizaba que la persona sería católica hasta la muerte. Sin embargo, una investigación del Secretariado General del Episcopado Colombiano acabó de tajo con esa teoría: el dos por ciento de los colombianos (unas 350 mil personas) se vinculó en los últimos años a una cualquiera de las 37 sectas que existen hoy en el país. En total, sólo un cinco por ciento de los colombianos se volvió indifercnte a la religión. El 90 por ciento sigue identificandose con el credo católico. Pero "identificarse" significa haber recibido el bautizo y no necesariamente ser practicante; con lo cual, en la realidad, sería mucho mayor el número de colombianos que han dejado de ser "católicos, apostólicos y romanos".
Si bien la aparición de nuevas sectas religiosas es un factor importante en esa deserción, lo cierto es que la verdadera causa de este fenómeno parece encontrarse en la poca atención que se ha prestado a los problemas concretos de los feligreses. A esto se le suma el desprestigio mismo de muchos sacerdotes. Como dijo a SEMANA el padre Francisco Zuluaga, quien participó en la investigación, la culpa es en gran parte de la Iglesia, "porque se mostró al sacerdote como un ser inmaculado, un superhombre, otro Cristo, cuando -por supuesto- era simplemente un ser humano más, con virtudes y defectos, con la unica diferencia de que había escogido como profesión el servicio a la causa divina".
En un sentido más amplio se descubrieron y analizaron nueve causas básicas que están originando el problema. Son ellas: ignorancia sobre la propia religión y de las posibilidades que ofrece a nivel espiritual; el agradable contacto familiar y personal que se encuentra en el interior de las sectas: el testimonio de otros católicos que han dejado un vicio al ingresar a la secta -circunstancia que se torna atractiva para las personas-; mejor dinamismo misionero en las sectas, que se traduce en un contacto permanente y cotidiano con los fieles: vacíos de la pastoral católica (masificación de los fieles y poca relación personal con ellos): el mal trato de algunos sacerdotes: la incomprensión en el lenguaje de la predicación católica y la mala imágen de algunos sacerdotes.

LAS CAUSAS EN DETALLE
Una primera razón para la deserción parece ser el desconcierto y frustración de las clases populares frente a la crisis del país. La gente cree que la religión tradicional no ha sido capaz de resolver sus problemas. "Entrar a cualquier secta, -agrega el padre Zuluaga- es un intento desesperado por resolver dichas dificultades, acudiendo al poder que, supuestamente, otorgan los ritos mágicos o espiritualistas practicados por esos movimientos". Quienes entran a una secta señalan que cambiaron su vida de inmediato. Dejaron, por lo general, un vicio: el alcohol. las drogas, la prostitución, etc. El asunto es que este cambio tiene un costo. Algunas sectas atrapan a sus adeptos con sotisticadas técnicas sicológicas que en poco tiempo convierten al nuevo fiel en un esclavo al servicio del líder. Se utiliza la idea de que el mundo es "malo " y "que la salvación sólo se encuentra en el grupo". Se elimina cualquier libertad personal, toda intimidad; se anulan los contactos con el mundo real y todo lazo familiar y afectivo anteriores. En cuanto a la idea doctrinal, se acentúa la idea del mundo como sinónimo de pecado y perdición, a la que se contrapone la secta como la única tabla de salvación.
De la misma manera se atribuye cualquier fenómeno social o natural a la voluntad divina, con lo cual se garantiza que la persona no pueda asumir una posición crítica frente al momento histórico que vive. "En la mayoría de sectas, comenta el padre Zuluaga, se encontró una actititud negativa frente al compromiso político. Lo único que cuenta es la salvación del alma. Pero el mismo hecho de asumir una posición crítica es una posición política, porque se está aceptando o defendiendo tácitamente el "statu quo" imperante. Ahora bien, casi todas estas sectas son de tipo milenarista; o sea, sostienen que el fin del mundo está cerca y que por eso hay que vivir sólo para salvarse antes de que todo acabe".
Sea como fuere, las sectas le llevan una gran ventaja a la religión católica en cuanto a la manera de tratar a sus adeptos y mejorar sus vidas cotidianas. Como se descubrió en el estudio, las personas que emigran a una secta dicen que en ellas son mejor tratadas y pueden tener un contacto individual con el líder. Dentro de las sectas se programan diversas actividades para el tiempo libre de los fieles: conferencias, concursos. encuentros, grupos de estudio, reuniones ambulatorias en casas de los miembros, intercambios de servicios.... con todo ello se consigue consolidar un grupo aislado de las "ideas mundanas", de los problemas y la realidad nacional. En la realización de los cultos algunas sectas utilizan la repetición de estribillos con intensidad ascendente, lo cual crea como en el vudú las condiciones propicias para el trance, en el que la persona va perdiendo su identidad individual en aras de la colectiva. (Por ejemplo, el estribillo de "hare rama, hare rama,, de los Krishna). Pero hay otros estímulos. Muchas de esas sectas ayudan con dinero a sus miembros. Una de ellas, la de "Mitas en Aaron" tiene cooperativas. Lo curioso es que descubrimos casos en que la gente se afiliaba a la secta por necesidad económica, pero en el fondo seguía siendo cató1ica, o ambas cosas al mismo tiempo", asegura el padre Zuluaga.
Otro de los argumentos de los católicos que emigran al "otro bando", es la incapacidad para comprender "lo que dice el cura en la misa". Aunque la homilía ya no es en latí y a pesar de que muchos sacerdotes hablan con un lenguaje claro, siguen existiendo profundos abismos. Contrasta el lenguaje de las sectas -más directo, más personalizado- con el de la religión católica: masivo, con palabras teológicas que nadie entiende y un discurso ajeno a la realidad diaria de las personas. "A muchos católicos les gustaba antes ese lenguaje y ritual que se hacían durante la consagración y la liturgia, lo que le daba un cierto aire de misterio a la misa. La gente de hoy, no obstante, prefiere que le hablen claro. Quiere que la homilía sea una explicación elemental del Evangelio y una explicación sencilla de la vida. Quiere que el sacerdote le ayude a comprender sus problemas a través, por ejemplo, de las parábolas o lo que dice la Biblia. Pero eso, desafortunadamente, no se hace en todas las parroquias", opina el padre Zuluaga.
De cualquier manera la suerte esta echada. Y desde el punto de vista de la Iglesia, la batalla no se ha perdido. Ahora se está procurando que las misas no se realicen en templos grandes sino en pequeñas capillas de barrio que, aunque multiplican el trabajo de los sacerdotes, esta logrando la recuperación de muchos feligreses que antes eran tan sólo católicos de nombre. Por demás, Colombia seguirá siendo el país del Sagrado Corazón. En Cereté, Córdoba, la mayoría de casas tienen una calcomanía en la puerta principal: "Aquí somos católicos, no insista ni pierda su tiempo". La sana advertencia tiene un destinatario: las sectas que ya proliferan en la Costa Atlántica.