Aunque el gobierno y todos los colombianos han utilizado la figura de la paloma como símbolo de la paz que se ha firmado, la realidad es que este símbolo debería ser más bien el de unos dedos cruzados, porque pocas veces en la historia del pais ha habido tanta incertidumbre y expectativa en torno a un acontecimiento. La firma de la tregua con el M-19 evidenció de manera dramática esta expectativa. A pocos minutos de la hora señalada, un incidente policial, en que resultó herido el dirigente del M-19 Carlos Pizarro, estuvo a punto de hacer naufragar la ceremonia. Las cadenas de radio mantuvieron en vilo a la nación desde el medio dia del viernes, cuando no se sabia si finalmente los guerrilleros firmaban o no firmaban.
Pocos antecedentes existen en el mundo de un pais que inicie un proceso como el que en estos dias se ha iniciado en Colombia. Desde el punto de vista de las dos partes, la guerrilla y el gobierno, este proceso es dificil de explicar. No tiene lógica que un gobierno democrático perdone y se dé la mano con individuos que abiertamente han violado las leyes y que se han jugado la vida para destruir precisamente esas instituciones democráticas. Y tampoco es lógico que insurgentes armados, incrédulos de los procedimientos de la democracia burguesa y convencidos de que el "poder nace del fusil", se resigne a acallar sus bocas de fuego. En consecuencia lo que se está dando en estos días es, antes que nada, una manifestación sentimental de optimismo y de esperanza.
Un modelo sin par
El cese al fuego colombiano no se puede encasillar en ningún modelo reciente de tregua o de arreglo entre guerrillas comunistas y gobiernos. No se parece al acuerdo con la guerrilla liberal de Guadalupe Salcedo, porque la violencia de ese entonces no estaba enmarcada en los claros lineamientos de lucha de clases y de cambio estructural del sistema, que tienen todos los movimientos de la actual tregua.
Tampoco tiene par con otros procesos internacionales. La guerrilla venezolana, comandada por Douglas Bravo y liderada por nombres hoy tan conocidos como los de Teodoro Pet koff y Pompeyo Márquez, se legalizó, con base en una negociación con el gobierno, que partió del reconocimiento por parte de la guerrilla de que había sido derrotada militarmente y de que para ellos esa vía estaba agotada. Las guerrillas del cono sur del continente nunca firmaron pactos de tregua ni fueron amnistiadas como las colombianas, a pesar del auge que tomaron a finales de los años 60 y comienzos de los 70. Los Tupamaros de Uruguay, los Montoneros de Argentina, los Miristas de Chile y los insurgentes de Carlos Lamarca en Brasil, vieron fenecer sus organizaciones y perecer a sus líderes y militantes, tras una andanada de represión feroz, que incluía tortura, desaparición, cárcel y muerte, por parte de los militares de los respectivos países que tomaron en sus manos las riendas del gobierno, en el marco de la doctrina de la seguridad nacional.
Quiénes firman y quiénes no
En concreto, lo que se ha llamado en estos días "la paz" consiste en la firma de documentos de cese al fuego por parte de cuatro organizaciones guerrilleras, que abarcan, según el presidente de la Comisión de Negociación y Diálogo, John Agudelo Ríos, "al 98% de las fuerzas insurgentes colombianas". A pesar de que existe el común denominador de no dar un tiro más, cada uno de los grupos firmantes tiene sus particularidades y ha incluido en el acuerdo puntos específicos. Las FARC, la más grande de las guerrillas, con unos 6.000 efectivos, fue la primera en cesar el fuego el pasado 28 de mayo, dándose un plazo de un año para avanzar a una etapa más elevada de pacificación en un proceso vigilado por una Comisión de Verificación. El M-l9, sin duda el grupo más conocido internacionalmente y el que mejor ha ma nejado la publicidad, cuenta con unos 3.000 hombres y planteó la necesidad de un gran diálogo nacional, tendiente a conseguir popularmente grandes reformas democráticas. El M-19 se mostró en desacuerdo con la manera como las FARC llegaron a la tregua, alegando que éstas habian firmado acuerdos sin la participación del pueblo, y justificando en esa forma la exigencia del diálogo nacional.
El Ejército Popular de Liberación, EPL, única guerrilla que se confiesa abiertamente como dependiente de un partido, en este caso el comunista marxista-leninista, cuenta con unos mil combatientes y está considerado en circulos militares como una organización altamente disciplinada y cohesionada. Su particularidad fue la de proponer la elección popular de una asamblea nacional constituyente, que agilice las reformas políticas necesarias para garantizar la paz. El último grupo firmante, el Movimiento de Autodefensa Obrera, ADO, o por lo menos, una parte del mismo, se unió a última hora a la firma de la tregua, y uno de sus dirigentes apareció firmando desde la cárcel. Los integrantes del ADO se pueden contar con los dedos de las manos, pero, según estimativos de los negociadores del gobierno, muestran una alta peligrosidad por su capacidad terrorista individual.
Los que quedan por fuera son fundamentalmente dos grupos. El Ejército de Liberación Nacional, ELN, celebre en sus comienzos por haber contado en sus filas al padre Camilo Torres, ha mantenido solamente con tactos "a distancia", o por interpuesta persona con la Comisión de Paz, pero se ha negado formalmente a unirse a la firma de tregua. Está dirigido por exclérigos y no cuenta con un mando centralizado ni con coherencia organizativa interna. El otro grupo es la fracción "Ricardo Franco", escindida de las FARC y dirigida por el antiguo encargado de finanzas de esta organización, Javier Delgado.
Según fuentes de la Comisión Negociadora, esta fracción se ha dedicado a acciones que lindan más con la delincuencia común que con los ideales revolucionarios.
Las promesas gaseosas
Los documentos de cese al fuego o de tregua contienen una serie de propuestas de parte y parte, que suenan bastante gaseosas y abstractas. Son fórmulas sobre las necesarias reformas a las estructuras políticas, que pueden decir todo o pueden no decir nada. Los guerrilleros se comprometen a no operar sus armas en adelante, pero advierten que "la guerrilla no está rendida ni derrotada y el apoyo popular es grande", según declaró Alvaro Fayad, segundo comandante del M-l9, en la última rueda de prensa antes de la firma de la tregua. Aclaran, además, que todas las fórmulas de los documentos son apenas un primer paso, porque "nunca hemos dicho que estamos firmando la paz, ya que la violencia en Colombia sólo se puede suprimir si se cambian sus raíces", según afirmó Oscar William Calvo, vocero del EPL, también en su última conferencia de prensa antes de la firma.
Si las propuestas de la guerrilla son bien generales, lo mismo pasa con los ofrecimientos del gobierno, que no pasan de ser promesas de impulsar determinadas reformas, que no están en manos del Ejecutivo sino de una institución autónoma como lo es el parlamento, y, en última instancia, de las concesiones que haga, a la hora de la verdad, la clase dirigente, que es la que controla los resortes de la economía y de la política.
Las incongruencias preocupantes
Para la opinión pública que no distingue entre la tregua y la paz, el proceso está lleno de incongruencias. Del lado de los guerrilleros, la más grande es la de no deponer las armas. Se va hacia una paz armada! Algunos de los grupos, concretamente el EPL, insisten en reivindicar el secuestro como arma de lucha. Su vocero Oscar Calvo, planteó, en contra de lo declarado por las FARC, que "si se desconoce el carácter político del secuestro guerrillero, no se está ofreciendo realmente un indulto al movimiento, por que todos los guerrilleros están comprometidos con esto". Mayor incongruencia es, en términos de buena fe, el haber liberado sus secuestrados presionando hasta último momento el pago de millonarios rescates, presentando este hecho como liberaciones unilaterales.
De parte del gobierno las incongruencias no son menores. Las promesas de reformas para derrotar las desigualdades sociales se hacen en el momento económico más dificil de los últimos tiempos, cuando no hay recursos para nada y el déficit fiscal es alarmante. El Presidente, además no parece tener fuerza parlamentaria propia que le garantice el paso ágil de los proyectos de ley, necesarios para cumplir las promesas de paz. En este sentido el proceso está demasiado centrado en la personalidad empecinada de un hombre, que asi sea Presidente de la República, no cuenta sino con menos de dos años para consolidar una paz, que emerge de 30 años de violencia. Sectores de la derecha agregan que la firma de la tregua no es más que la concesión de legitimidad para secuestradores y forajidos que han asolado los campos y que no merecen sino la mano dura.
Las razones del proceso
A pesar de estas incongruencias, a pesar de lo gaseoso de las promesas, a pesar de la diversidad de propuestas de cada grupo guerrillero, el hecho real es que, tanto los guerrilleros como el gobierno y su fuerza armada, se han dado cuenta de que después de 30 años de sangre y de desperdicio de recursos para orden público, ninguno de los dos cuerpos armados ha podido destruir al otro y ninguno ha podido cantar victoria. En esta coyuntura histórica, cuando surge un Presidente bien singular, del Partido Conservador,que tradicionalmente ha sido el de la autoridad y el orden, quien precisamente por eso estuvo en condiciones de echar a andar este proceso los sectores en lucha resuelven, por pragmatismo, por "real politik" cesar el fuego y ensayar otras vias, conscientes de los riesgos que uno y otro corren.
Si se acepta que la violencia tiene un factor subjetivo y otro objetivo, se puede afirmar que la tregua firmada tiende a resolver el aspecto subjetivo, es decir, el de los hombres que un dia se echaron un fusil al hombro con el ánimo de cambiar un sistema y hoy resuelven silenciar ese fusil. Lo que sigue es lo más dificil, es lo que tiene que ver con el factor objetivo de la paz, que es el problema económico y social, base y raiz de la violencia.
Adicionalmente a este par de factores, existe otro, intangible y hasta cierto punto irracional. Consiste en la nueva posición de la opinión pública frente al problema de la paz. Durante la campaña presidencial pasada las encuestas de opinión arrojaron un 80% de favoritismo hacia la guerrilla y especificamente hacia el M-19, por parte de la población colombiana. El gobierno no tenia opinión pública, era el malo de la pelicula. En la actualidad las mismas encuestas muestran un viraje radical. La mayo ria de las gentes piensan que a los guerrilleros se les ha dado ya su oportunidad de paz y que el Estado debe proceder con fuerza contra aquéllos que no acepten la rama de olivo. El pais quiere la paz, quiere que el problema de la guerra se resuelva no por la fuerza sino a través del diálogo.
Esta nueva posición y el carácter singular del gobierno de Betancur, hacen que este momento sea único y quizás irrepetible en esta segunda mitad del siglo XX colombiano. El país está viviendo el cuarto de hora de la paz, que como todos los cuartos de hora es pasajero y puede ser desaprovechado. Es dificil asegurar que el sucesor de Betancur dentro de dos años pueda concitar en torno a su figura el impulso de los sectores que hoy se han comprometido en la paz.
¿Se acabará la violencia?
¿Qué puede esperar el país en los próximos meses?. Sin duda se acabará lo que se ha dado ya en llamar la "salvadorización" del pais, es decir, esa especie de ascenso hacia la guerra civil, estilo Centroamérica, larvada en la existencia de guerrillas izquierdistas que intentan tumbar un sistema. Pero subsisten sin embargo grupos guerrilleros disidentes como el ELN y el "Ricardo Franco" que continuarán, quizás con mayor fuerza, protagonizando acciones como el asalto reciente en Betoyes, Arauca Los golpes espectaculares de terrorismo de estos grupos se intensificarán, probablemente, en un intento de llenar el vacío politico y militar dejado por las guerrillas grandes en tregua.
No menos grave sería la acción de los grupos paramilitares, interesados en hacer fracasar el proceso de paz. Igualmente el de las cuadrillas de de lincuentes comunes que medran con el secuestro y el abigeato, que ahora encontrarán los campos a su disposición, sin la talanquera que antes representaban los guerrilleros en sus respectivas zonas de influencia. La paz, entonces, no les promete a los colombianos la desaparición total de la violencia sino más bien el desmonte de un proceso que amenazaba adquirir caracteristicas de guerra civil. El estado de sitio, hasta ahora utilizado con prudencia, verá quizás aparecer su rostro adusto contra los brotes de violencia que surjan después de la hora 0. El Presidente, acusado de exceso de tolerancia hasta el momento, será el primer interesado en demostrar que si bien la politica de paz fue generosa y amplia, no le temblará el pulso de ahora en adelante para utilizar la mano dura con aquéllos que no quisieron acogerse.
La incógnita y la perspectiva inmediata no demeritan, sin embargo, el potencial del proceso que se está iniciando. Se trata de un experimento democrático, en el que está comprometida la buena voluntad de las mayorias nacionales. Como todo propósito grande, el camino es largo pero lo importante es que
a se ha dado el primer paso.
¿Los últimos tiros?
Cuando faltaban escasos minutos para que se produjera la tan anunciada firma de la paz entre el M-19 y el gobierno, el pais entero que seguia en detalle las transmisiones radiales del acontecimiento, recibió un baldado de agua fria: una columna guerrillera comandada por Carlos Pizarro León Gómez, que se dirigia hacia Corinto (Cauca), lugar donde se habia acordado la cita, era abaleada por agentes de la Policía de un retén móvil, a sólo 7 minutos de distancia de la plaza de Corinto.
Los guerrilleros, venian de Florida (Cauca), habían mandado un carro con banderas blancas pidiendo que fuera levantado el retén. Al parecer, el comandante del puesto no dio la autorización para que pasara el grupo y luego de un intercambio de palabras, un policía inexplicablemente abrió fuego, hiriendo a varios guerrilleros entre ellos a Pizarro, el tercer hombre del M-19.
Aunque nadie entendía a ciencia cierta qué era lo que estaba pasando, y no se sabía si el incidente habia sido el resultado de una orden o era más bien un accidente ocasionado por la torpeza de un agente mal informado, el grueso de la opinión abrigaba la esperanza de que esto no fuera a dar al traste con la firma de la paz.
Carlos Pizarro, uno de los dirigentes más controvertidos del M-19, había comandado, junto con Rosemberg Pabón, la inoportuna operación suicida de la toma de Yumbo. Esto los habia colocado como las cabezas de un sector de la organización que supuesta mente se iria a la disidencia y habia rumores insistentes en el sentido de que no iban a suscribir el acuerdo de paz con el gobierno. Sin embargo, al finalizar la tarde y después de que el pais estuvo en vilo durante varias horas, el acuerdo se firmó. Era el comienzo de una nueva etapa en la vida del Pais.