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"EL CUENTO DE MI PODER ES EXAGERADO"

4 de enero de 1988


MARIA ELVIRA SAMPER: La semana pasada usted decidió tomar los servicios de un abogado penalista para demandar por calumnia e injuria a personas que, como Valencia Cossio, lo han venido atacando.

CERMA MONTOYA: Para empezar, no me están atacando, sino difamando. Además, las demandas no son sólo por calumnia e injuria, sino por falsedad y otros delitos tipificados en el Código Penal. Como a usted le consta, he mantenido un silencio tolerante durante más de un año, sin conceder ninguna entrevista, ni hacer ninguna declaración. Consideraba que los ataques contra mí y mi familia eran simples recursos políticos, cuya falta de fundamento no ameritaba que yo distrajera mi atención y esfuerzo de las responsabilidades del cargo que desempeño. No por falta de tiempo nada más, sino por la dignidad que he querido darle a esta posición y para no traerle problemas con polémicas inútiles a la administración Barco.

M.E.S.: ¿ Y qué ha cambiado ahora?
G.M.: En estos últimos días me ha quedado claro que, además de ser un recurso político, se ha convertido en un ataque personal que afecta mi honra y la de mi familia y en lo cual se ha querido comprometer hasta a mis nietos, que son menores de edad, y que deberían estar por fuera de todas estas cosas. Tanto ellos como mis hijos tienen toda la vida por delante y quiero legarles lo poco que tengo en la vida, fundamentalmente mi honestidad. Yo ya me voy a morir, pero en cambio a ellos les falta mucho. El tiempo que me queda lo voy a dedicar a que se haga justicia.

M.E.S.: ¿Pero no cree que es exagerado atribuirle motivaciones más allá de las políticas al representante Valencia Cossio? ¿Qué puede tener él contra usted en términos personales?
G.M.: No soy yo quien se las atribuye. Ni siquiera lo conozco, ni lo he visto en mi vida. Simplemente me limito a registrar las ofensas contra la honra familiar. ¿A qué se debe? Realmente no lo entiendo. Es a la justicia a la que le corresponde indagar esas motivaciones, y son los autores intelectuales y materiales los que responderán ante ella para establecerlo.

M.E.S.: Pero las acusaciones de Valencia Cossio están respaldadas en documentos.

G.M.: No. No hay absolutamente ningún documento que respalde las acusaciones, porque no puede haberlos. Yo no he delinquido. Lo que hay son documentos que respaldan hechos --cartas, escrituras, manuales, folletos--, y no los delitos que se aducen.

M.E.S.: Podría no tratarse de delitos. Se ha hablado de indelicadezas.

G.M.: En un principio se hablaba de indelicadezas. Hoy se me imputan delitos. Pero para mí, como para usted, debe ser claro que tanto los delitos como las indelicadezas deben ser probadas. Las llamadas indelicadezas se refieren a lo moral, y lo moral es la esencia de lo legal. Para mí los dos tipos de imputaciones son igualmente graves.

M.E.S.: Para hablar concretamente, ¿no le parece indelicado que sus hijos contraten con entidades del Estado siendo usted Secretario General de la Presidencia?
G.M.: Le respondo con una pregunta. ¿No le parece a usted injusto que por estar yo prestando un servicio público, mis hijos y parientes tengan que declararse inhabilitados para ejercer legítimamente su profesión con entidades privadas y públicas? Porque le aclaro que no sólo los han acusado de contratar con empresas públicas, sino también con las privadas.

M.E.S.: Entonces, ¿no le parece indelicado aceptar la Secretaría General de la Presidencia, cuando sus hijos tienen contratos con el Estado?
G.M.: Hay que ser serios y realistas. No se puede conformar un gobierno únicamente con funcionarios que, o no tengan parientes o que, para poder ser funcionarios, sus parientes tengan que dejar de desarrollar sus legítimas profesiones, tanto frente a las entidades del Estado como a las privadas. Además, yo a ustedes los periodistas no los entiendo. A Gustavo Vasco lo critican por no tener un cargo, y a mí por tenerlo.
M.E.S.: Pero aún sin su intervención directa, la sola mención de su nombre puede abrir puertas o significar una presión...
G.M.: Si uno parte de la base de la mala fe de las personas y de presunciones, se puede llegar a cualquier conclusión. No seria necesario ni contratar con el Estado, ni tener hijos, para que lo acusen a uno de cualquier cosa en una posición de responsabilidad. Mire... existe una lógica en las cosas, y existen normas, y los funcionarios tienen que acatarlas y los contratistas demostrar su idoneidad, como es el caso de Probolsa, que lleva 30 años en la intermediacion de seguros. Hay procesos en la contratación administrativa regulados por la ley, hay juntas directivas integradas por personas serias. Estamos hablando de altos funcionarios a quienes se les reconocen idoneidad y méritos.
M.E.S.: Pero no contesta usted la pregunta. Usted es un superpoder...
G.M.: Si fuera cierto todo el poder que se me atribuye, no sentiría la frustración que a veces siento al no poder acelerar las soluciones para los problemas reales del Estado. Creo que el cuento de mi poder ha sido bastante exagerado por muchas personas, incluyendo la prensa.
M.E.S.: ¿No le hubiera ahorrado muchos dolores de cabeza al gobierno, la principal víctima de este debate, si previendo estas suspicacias usted se hubiera abstenido de aceptar el nombramiento?
G.M.: La verdad es que yo era ajeno al mundo de las suspicacias. Nunca creí que fuera así. Yo vine aquí a prestar un servicio con los conocimientos que había adquirido en mi larga experiencia con la empresa privada. Antes de llegar al cargo, yo era una persona apreciada. Fui varias veces condecorado, era solicitado en muchas empresas para ser miembro de sus juntas directivas, era apreciado social, política y económicamente. Pero acepté este cargo y me convertí en opinión de algunos en traficante tramitador, contrabandista y obstáculo del Presidente. Si haber aceptado este cargo es un pecado de ingenuidad, me acuso y lo acepto, pero no me arrepiento.

M.E.S.: Y a propósito de obstáculos... dicen que usted es el futuro del Presidente. Que de usted depende que los altos funcionarios, incluyendo los ministros, tengan acceso a él. En fin, que usted es el que manda en Palacio.
G.M.: El que manda es el Presidente. Que manda, manda, y manda bien. Por sus conocimientos, su generosidad, su inteligencia, su bonhomía, su carácter. Y sería bueno que la gente que habla de esto no se equivocara.

M.E.S.: ¿ Y si usted no tiene nada qué ocultar, cómo explica que el Partido Liberal haya "conspirado" para impedir que se cumpliera su citación en el Congreso?
G.M.: Primero que todo no fue el Partido Liberal. Fue el Partido Conservador que no fue. No hubo quórum. Yo si fui, a pesar de que había recibido cancelación de la citación y concepto jurídico de que el cuestionario no era procedente. Fui y contesté el cuestionario que se me hizo. Dejé copia para la Cámara y los dos citantes. El escándalo posterior de mostró que no sólo no era procedente, sino que esas no eran las preguntas que Valencia Cossio iba a hacer, ni el objetivo de la citación.

M.E.S.: Pero los conservadore sostienen que hubo una maniobra de los liberales para impedir el debate y se afirma que las citaciones a los congresistas se hicieron apenas unos minutos antes de que comenzara la reunión.

G.M.: De eso no sé nada. Lo único que sé es que había 6 liberales y un conservador, y que a mí me citaron desde el día anterior.

M.E.S.: ¿No le parece absurdo que este gobierno hubiera establecido el esquema gobierno-oposición y tan pronto como se hace oposición ustedes deciden enviar el asunto a los tribunales?
G.M.: Nosotros no nos inventamos el esquema. Lo que estamos es tratando de imponerlo. Y, como dije atrás, una cosa es el juego político y otra la honra personal. Es que la oposición está concebida como la presentación de alternativas, de ideas políticas, de fórmulas para mejorar la administración pública y no como método de denigración personal. De la oposición aquí no hemos visto sino obstrucción, ausentismo en el Congreso, gritos, insultos, amenazas y destrucción de curules. ¿Se llama eso oposición?

M.E.S.: ¿No ha pensado en la posibilidad de renunciar?

G.M.: A uno si le dan a veces ganas de renunciar. Pero como yo no vine por honores, ni quiero ser presidente, ni tengo ambiciones políticas, ni tengo interés diferente al de servir a mi país y a su gente, me he comprometido no sólo con el Presidente, sino conmigo mismo a trabajar con este gobierno. Todas estas cosas las tengo que sufrir con paciencia, que no es propiamente mi mejor virtud. Además, le quiero decir que esa frase de que la renuncia de los altos funcionarios está en manos del Presidente desde cuando uno empieza a trabajar no es un lugar común. Es una realidad.

M.E.S.: No me venga con el cuento de que el servicio público es un sacrificio...

G.M.: Al venir al servicio público lo que he querido es corresponder a todo lo que el país, con su sistema democrático, me ha dado. Yo comencé a trabajar a los 12 años y he tenido la posibilidad de progresar, de tener éxito y recibir muchos honores. Ahora lo que quiero es contribuir un poco al bienestar de los que vienen.--