Home

Nación

Artículo

El presidente Uribe aprovechó una reunión el jueves en la noche, para reprender a su gabinete por la falta de apoyo en el Congreso. Habla con el secretario general, Bernardo Moreno, y los ministros de Hacienda y del Interior

POLÍTICA

El desespero

Al gobierno sólo le quedan 40 horas para lograr que el Congreso apruebe dos proyectos que dejarían con vida la reelección.

13 de diciembre de 2008

Desde el principio de la semana pasada se comenzó a notar cierto desespero en las toldas del gobierno. Los uribistas más uribistas, en un gesto de total impotencia, tuvieron que acudir al presidente Álvaro Uribe para ponerle la queja de que el presidente de la Cámara, Germán Varón, se rehusaba a incluir en la agenda la votación del referendo para la reelección. Y el martes por la mañana, en la Casa de Nariño, el ministro Fabio Valencia también dio cuenta de su afán al decir: "Creo que el Congreso debe abordar al referendo y no darle muerte por trámite".

Eran dos evidencias claras de que se estaba acabando la tranquilidad con la que el gobierno ha manejado tras bambalinas los hilos para que se pueda dar una nueva reelección del presidente Uribe. Y no es para menos, tras más de cuatro meses, el referendo para la reelección apenas ha surtido uno de los cuatro debates en el Congreso. Y la reforma política, que también puede resultar vital para garantizar un nuevo período de Uribe, está pendiente de que la plenaria del Senado la apruebe, a más tardar este martes, o si no se hunde.

Valencia Cossio -para no salirse del libreto del gobierno- tuvo que rectificar sus palabras por medio de un comunicado que repetía que preferían avanzar con los otros proyectos de la agenda por encima del referendo, pero que consideraba que éste debía ser tramitado por tratarse de una iniciativa popular. El comunicado no tuvo efecto. En el Congreso las aguas se agitaron y se empezó a formar un tsunami que amenazaba con tumbar las leyes de interés para el gobierno.

Y pasó. Ese miércoles por la noche la Cámara hundió un proyecto de ley que pretendía aumentar impuestos a los juegos de azar. El hundimiento se dio en circunstancias poco amables para el ministro de Protección Social, Diego Palacio, que había llegado al recinto cuando una aplanadora de congresistas ya había pasado por encima de la iniciativa.

La noticia le cayó como un baldado de agua fría al presidente Álvaro Uribe. Era la comprobación de la rebeldía del Congreso. Y a menos de una semana de acabarse la legislatura, se podría considerar casi un año perdido para el gobierno en materia legislativa. En el primer semestre el tiempo se agotó en el escándalo de la para-política y el fracasado proyecto de la 'silla vacía', y en los últimos meses lo más notorio que se ha visto es el hundimiento de un proyecto que como el de la reforma a la justicia era considerado prioridad para la Casa de Nariño.

El presidente Uribe llamó por teléfono a Germán Varón, le reclamó no haber estado al frente de la plenaria en el hundimiento del proyecto de juegos de azar y, según trascendió en los medios, el primer mandatario incluso le insinuó que un Congreso en entredicho por investigaciones penales y que no legisla, no puede decirle a la gente que no pida cerrarlo.

Y también lo reprendió por no haber citado a la plenaria el jueves para avanzar con los temas de la agenda. El miércoles en la noche, Fabio Valencia había insistido en el referendo.

El quiebre de la coalición uribista era evidente. Varón parecía estar atendiendo más bien los intereses de su jefe en Cambio Radical, Germán Vargas Lleras, al que no le interesa facilitar las cosas para la reelección.

Como si fuera poco, el jueves por la tarde la liebre saltó pero en el Senado. Otra vez Cambio Radical sacó de la manga un reforzado argumento para herir de muerte la reforma política. Dijo que primero se debía elegir Procurador. Y una vez dieron ese paso, se disolvió el quórum. Ahí sí fue Troya. Uribe se molestó con sus ministros, con su bancada y con todo el que anduviera por ahí.

El primer mandatario convocó dos reuniones. Primero, le dedicó una hora a Germán Varón y después con los voceros de los partidos de la coalición y ministros a quienes Uribe increpó por dejar solo al jefe de la cartera del Interior en el Congreso.

En la reunión diseñaron una estrategia de salvamento de la reforma política. El presidente del Congreso, Hernán Andrade, dijo que integrarían un bloque de búsqueda para lograr los 52 votos que necesitan para la reforma. El Ministro del Interior puso a trabajar el fin de semana a su equipo jurídico para resolverles a los congresistas de la bancada las dudas sobre los impedimentos que dicen tener y Andrade se encargará de la comunicación con los miembros de la oposición.

Ninguna de las dos tareas será fácil esta semana. Por una parte, en el Senado, 45 senadores se declararon impedidos para debatir la reforma política porque la iniciativa prevé sanciones a los partidos con congresistas investigados o condenados por para-política. Y el debate de esos impedimentos se tomará su tiempo.

La suerte del referendo en la Cámara tampoco está clara. La sombra que ha enturbiado la financiación de la recolección de firmas -que esta semana obligó al promotor del referendo, Luis Guillermo Giraldo, a renunciar a la secretaría general de La U (ver recuadro)- no se ha extinguido. El representante del Polo Germán Navas Talero ha dicho que si votan el referendo sin tener el certificado del Consejo Electoral que avala la recolección de las firmas, los congresistas podrían incurrir en prevaricato. Y eso asusta a más de uno.

La sesión tanto en Cámara como en Senado está convocada este lunes a las 10 de la mañana. Si el referendo no se debate, languidece aun más. Si la reforma política no se aprueba, se hunde. Es decir, entre lunes y martes de esta semana se juega en buena parte la posibilidad de que Uribe se pueda reelegir o no.