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O R D E N    <NOBR>P U B L I C O</NOBR>

El destierro

Las Farc lanzaron una fuerte ofensiva para sacar a la policía de pueblos y veredas. En dos años por lo menos 200 cuarteles han sido destruidos por la subversión.

21 de febrero de 2000

Tierra arrasada. Sin Dios ni ley. Esa es la cruda realidad de por lo menos 200 poblaciones que han sido escenario en los últimos tres años de incursiones guerrilleras. La subversión las ha golpeado con rudeza. Su principal objetivo ha sido el de arrasar con los cuarteles de la Policía. Los bombardeos sólo cesan cuando las viejas instalaciones se vienen a tierra como castillos de naipes. En la gran mayoría de los casos los uniformados no tienen otra salida que la de rendirse. No es para menos. Es un combate desigual en el que un puñado de agentes, a punta de revólver y uno que otro fusil, enfrenta a columnas guerrilleras que despliegan su artillería sin piedad. Así han ido recorriendo el país. Y en los pueblos sólo quedan los vestigios de la guerra: muerte y ruinas.

Pero lo más grave de esta situación es que la autoridad ha tenido que abandonar esos pueblos. No hay presupuesto para reconstruir los cuarteles. Se requieren por lo menos 50.000 millones de pesos y la Policía apenas cuenta con 15.000 millones para sus necesidades en el resto del país. El otro problema es que los policías no están preparados para vivir como nómadas en la selva. Metidos en carpas de campaña se convertirían en carne de cañón para la subversión. Frente a ese dilema los agentes han tenido que ser trasladados a otras poblaciones. En algunos casos la propia comunidad ha pedido que los agentes se queden en sus pueblos y los han instalado en los hoteles ubicados en el casco urbano. Entonces la guerrilla decidió bombardear esos hoteles.

Las poblaciones abandonadas están a merced de la subversión. Se han convertido en estratégicos corredores para la movilización de las columnas guerrilleras. Igualmente, son caminos seguros para el transporte de armamento y explosivos que llegan del mercado negro. Los grupos de Inteligencia de la Policía y el Ejército tienen su propia teoría sobre este tema Para ellos la guerrilla está espantando a los policías de esos pueblos porque están ubicados geográficamente en puntos que les permiten avanzar hacia las principales ciudades del país, especialmente a Bogotá. Así lo explica un alto oficial: “Las poblaciones donde han sido arrasados los cuarteles de la Policía forman una especie de triángulo que le permite a la subversión utilizar caminos que los comunica entre los diferentes frentes. Además les ha abierto un paso hacia el cañón del Sumapaz, que le da salida a Cundinamarca”.

La gran preocupación de las autoridades es que esos pueblos no se pueden dejar a la buena de Dios. Policía y Ejército estudian estrategias que les permitan reasumir el control de esas poblaciones. Para ello es necesario cuanto antes cortar el cordón umbilical que comunica y abastece a los frentes guerrilleros. Están convencidos de que si eso no se hace de inmediato la subversion podria comenzar como Pedro por su casa a asomar sus narices en las principales ciudades del pais.