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EL DIALOGO QUE NO FUE

Apelando a la letra menuda, las Farc se niegan a integrar la Comisión de Verificación y el <BR>diálogo entra de nuevo en suspenso.

30 de agosto de 1999

Una vez más el proceso de paz entró en barrena. El pasado viernes un Alto Comisionado
para la Paz agotado y desanimado salió ante las cámaras de televisión con una frase lacónica: "Estamos de
acuerdo sobre el desacuerdo".Con esa frase Víctor G. Ricardo describía lo que sucedió con el proceso de
paz el pasado viernes. No hay acuerdo sobre los pasos por seguir para lograr un acuerdo de paz con las
Farc. No es nada nuevo. Los temas de procedimiento han sido, históricamente, los más difíciles de acordar
con las Farc. Quizá por ese motivo el presidente Andrés Pastrana optó por obviar todos los procedimientos
para sentar a las Farc en la mesa y lograr la redacción de una agenda única de negociación. Y consiguió lo
último, lo cual es sin duda un éxito para él. Pero no por obviar los problemas de procedimiento desaparecen de
la mesa.La lista es interminable. Si los guerrilleros pueden andar o no armados en los cascos urbanos. Si se
permite o no la presencia de soldados en el Batallón Cazadores. Si se permite, tratándose de soldados
bachilleres. Si, por último, pueden permanecer en el Batallón, desarmados. Si, entonces, se verifica la salida
del Ejército del Batallón por medio de civiles. Si se acepta o no la entrada de guerrilleros armados al Batallón.
Si el proceso sigue a pesar de que ingresan guerrilleros armados al Batallón. Y, como esos, hay decenas
más relacionados, en su mayoría, con las reglas de juego para las Farc en la zona de despeje. Si pueden
expulsar a un fiscal, si pueden fusilar ciudadanos, si tienen jurisdicción para juzgarlos, si se permite que,
dentro de la zona de despeje, tengan secuestrados, cobren secuestros, reciban armas o se fortalezcan
militarmente. Todo ello, se puede argumentar, puede ser un ejercicio inútil. Es cierto que el territorio dominado
por las Farc es tan grande como un país centroamericano pero no es menos cierto que es, apenas, el 4 por
ciento del territorio nacional y que las Farc tienen control sobre zonas muchísimo más extensas. Por otra
parte, durante muchos años las Farc han demostrado un dominio territorial muy grande sobre las zonas
rurales aledañas a los municipios de la zona de despeje y, de hecho, allí han aplicado la llamada justicia
revolucionaria, se han apertrechado militarmente y han hostigado de manera sistemática al Ejército. De tal
forma que sería factible preguntarse por qué tanto ruido si no se integra la Comisión de Verificación si de lo
que se trata mediante el diálogo es de que las Farc dejen de hacer, en todo el territorio nacional, lo que hoy
es evidente hasta en la zona de despeje.Pero el tema no es por ello menos relevante. La opinión pública
siente que el gobierno ha concedido generosamente a las Farc todo cuanto han necesitado para sentirse a
sus anchas a las puertas del diálogo y la ausencia de gestos de paz por parte de la guerrilla contribuye a
aumentar las filas de los escépticos. Además la opinión, tanto nacional como internacional, percibe el statu
quo como uno en el que la guerrilla se fortalece para la guerra. Es decir, un esquema en el que el tiempo
corre en favor de la guerrilla. Y, por último, la conducta de las Farc, en su condición de amo y señor de la
zona de despeje, hace que lo que antes eran asuntos de la vida clandestina de la guerrilla ocurra hoy frente a
las cámaras de televisión y ante los ojos espantados de los ciudadanos.La letra menuda del acuerdoPor todos
estos motivos el pasado 2 de mayo, cuando se hizo presente en Caquetania con el fin de destrabar el
proceso, el presidente Pastrana firmó un comunicado con Marulanda en el que, entre otras cosas, se decía lo
siguiente:"En este propósito conformaremos (la palabra conformamos aparece tachada) de común acuerdo
una comisión internacional de acompañamiento que permita servir de verificador para superar cualquier
inconveniente que se pueda presentar".Así las cosas, el Presidente se comprometió con el Ejército a que
integraría la Comisión de Verificación, con lo cual el sector más crítico frente al proceso encontró un motivo
de peso para apaciguar sus ánimos. Pero lo que el Presidente no calculó, al redactar ese párrafo, fue la
capacidad de leguleyismo de las Farc. Subrayando la expresión "de común acuerdo", Raúl Reyes dijo en
días pasados que las Farc no estaban de acuerdo con la integración de la Comisión y que, por ese motivo, no
habría comisión, porque ésta no podía integrarse por voluntad de una sola de las partes. Un buen tinterillo
argumentaría que la expresión "de común acuerdo" hace referencia a la manera de integrarla, no a si se
necesita o no. Pero la verdad es que la guerra verbal entre el gobierno y las Farc se ha intensificado.En
múltiples oportunidades las Farc han reiterado su posición. Según ellas, habrá Comisión de Verificación
cuando haya "qué verificar". El gobierno ha intentado todo de nuevo. Como en el caso del Batallón Cazadores,
ha abierto la posibilidad de que la Comisión sea de acompañamiento y no de verificación. Que sea
nacional y no internacional y hasta que esté integrada por los alcaldes de los cinco municipios y no por
prohombres de la comunidad internacional, lo cual sería un saludo a la bandera porque de lo que se trata es,
precisamente, de verificar lo que las Farc hacen a pesar o en contra de esos alcaldes.Pero la respuesta
de las Farc ha sido la misma: no aceptan comisión de acompañamiento, ni de verificación, ni nacional, ni
internacional.Así las cosas, la frase de Víctor G. es ilustrativa: hay acuerdo sobre el desacuerdo. Y al
desacuerdo se ha llegado por la ambigüedad en la que se mueve el gobierno en aras de sentar, a toda costa,
a las Farc en la mesa de negociaciones. Es posible que la única manera de seguir adelante en el proceso sea
eliminando toda ambigüedad. Para lo cual sería necesario reconocer que hasta que las Farc se sienten en la
mesa el gobierno está dispuesto a llenarlas de garantías, posición que resulta arriesgada pero que es sin duda
defendible para quien considera, como lo ha dicho el Presidente, que no hay salida al conflicto armado en
Colombia distinta a la del diálogo.Por lo pronto habrá más guerra. Y la lógica del diálogo en medio de la guerra
obliga a las partes a demostrar su poderío militar cada vez que se suspenden las negociaciones. Sin embargo
resulta irónico que la congelación actual se deba, por una parte, a una posición de hermenéutica legal de las
Farc y, por otra, a la intención que tiene el gobierno, presionado por la opinión pública, de buscar
instrumentos para que las Farc, protagonistas de una guerra civil no declarada, se comporten como buenos
ciudadanos y no infrinjan las leyes colombianas en los cinco municipios de despeje. n¿Medellín vuelve al
terror?En momentos en que Víctor G. Ricardo y Raúl Reyes declaraban en La Tunia (Caquetá) que en lo
único en que se habían puesto de acuerdo era en el "desacuerdo" sobre el tema de la Comisión de
Verificación internacional, en Medellín un carro-bomba con más de 100 kilos de dinamita explotó frente a las
instalaciones del Gaula rural de Antioquia. El acto terrorista produjo la muerte a 10 personas, dejó heridas a
más de 30 y enlutó a la capital de Antioquia 24 horas antes de comenzar una de sus fiestas más
tradicionales: la Feria de las flores. La gran paradoja es que hace apenas 15 días cerca de 500.000 paisas
habían salido a las calles de Medellín para realizar la más impresionante manifestación pacífica contra el
secuestro y los actos terroristas de los grupos al margen de la ley. La posibilidad de que la acción haya sido
cometida por las milicias urbanas de las Farc _versión que al cierre de esta edición estaba siendo
considerada por las autoridades civiles y militares de la ciudad_ podría convertirse en el único elemento que
le hacía falta al controvertido proceso de paz: el terrorismo indiscriminado en las áreas urbanas por parte de
las propias Farc. Las imágenes de las víctimas del atentado, así como los destrozos causados a las viviendas
del sector, revivieron en los colombianos la cruenta época de actos terroristas realizados por la
organización narcotraficante del cartel de Medellín, dirigida por el desaparecido Pablo Escobar.El comandante
de la IV Brigada, general Eduardo Herrera Verbel, afirmó que el modus operandi de la acción criminal es
similar al de las Farc. El atentado habría tenido su origen en los repetidos golpes que el Gaula le ha
venido propinando a las milicias urbanas del grupo subversivo en los últimos días y que culminaron con la
detención, el viernes en la mañana, de siete personas pertenecientes a esa organización. Al ser
interrogado sobre el tema Raúl Reyes ni confirmó ni negó la acción.