Home

Nación

Artículo

EL ELEGIDO

Con la elección de Carlos Ossa como nuevo contralor, Horacio Serpa se desquitó de tres derrotas en línea propinadas por el pastranismo.

21 de septiembre de 1998

No había terminado de hablar la senadora independiente Ingrid Betancourt cuando uno de sus colegas del Congreso le decía a dos amigos en las afueras del recinto: "Yo no sé por qué gastan pólvora en gallinazos si todo el mundo sabe que el nuevo contralor va a ser el doctor Carlos Ossa Escobar". En ese momento Betancourt trataba de manera infructuosa de convencer a los demás parlamentarios de que la mejor opción era devolver la terna de los aspirantes a la Contraloría para que las Cortes revisaran los nombres y si lo consideraban necesario enviaran nuevos candidatos. De la terna hacían parte, además de Ossa, el ex alcalde Jaime Castro y el catedrático Jaime Buenahora. La misma posición de Betancourt había sido adoptada por el presidente del Congreso, Fabio Valencia Cossio, quien se encargó de promover esa propuesta desde las horas de la mañana del miércoles 19 de agosto, cuando se dio cuenta que la escogencia de Carlos Ossa era inevitable. Inclusive, se dice que Valencia Cossio increpó duramente al vicepresidente de la Cámara, Jorge Gerlein, también miembro de la Gran Alianza, por no haber podido evitar la escogencia de Ossa por parte de los representantes a la Cámara. Para nadie era un secreto que de los tres nombres presentados a consideración del Congreso el que menos le simpatizaba a Valencia Cossio era el de Ossa Escobar. Lo mismo pasaba con Andrés Pastrana, con quien Ossa sostuvo en el pasado una acalorada discusión cuando el primero de ellos era senador de la Nueva Fuerza Democrática y el segundo _siendo codirector del Banco de la República_ había sido pillado in fraganti con un cacho de marihuana en su maletín. Aunque hoy esa pelea parece saldada, lo cierto es que Ossa llega a la Contraloría con un respaldo amplio de 192 votos, lo cual le permitirá marcar buenas distancias con el gobierno de Pastrana. La abrumadora votación dejó de lado serios reparos que habían hecho varios parlamentarios a su postulación y los cuestionamientos éticos producidos luego de que el noticiero NTC mostrara un video en el que Ossa aparecía departiendo con Justo Pastor Perafán, quien se encuentra detenido en Estados Unidos por narcotráfico. Las explicaciones de Ossa reconociendo que había prestado asesoría a las empresas de Perafán para muchos resultaron más comprometedoras que el propio video. Un duro golpeLa elección de Carlos Ossa como contralor general dejó dos grandes conclusiones. Una, que su escogencia se convirtió en la primera gran derrota de la Gran Alianza para el Cambio desde que Andrés Pastrana ganó la Presidencia de la República el pasado 21 de junio. Esta vez la aplanadora pastranista no funcionó como se esperaba. Y la segunda es que el triunfo de Ossa fue el primer gran éxito de Horacio Serpa después de haber perdido las elecciones con Pastrana. El director único del Partido Liberal terminó siendo el gran protagonista en la sombra del triunfo de Ossa. Sin ningún tipo de protagonismo y con mucha inteligencia Serpa se encargó de mover los hilos dentro del Congreso para que saliera elegido su pupilo. La cara de felicidad de Serpa en el homenaje al nuevo Contralor es la mejor demostración de que su propuesta de oposición patriótica va en serio y que él está dispuesto a ser el abanderado de ella. Su euforia le alcanzó hasta para anunciar que la Registraduría Nacional, hoy en poder del conservatismo, también debería quedar en manos del Partido Liberal. Un senador independiente que asistió al homenaje a Ossa Escobar, luego de su triunfo, comentó a propósito de la felicidad de Serpa, que el jefe único del liberalismo tenía toda la razón de estar contento. "Después de haber perdido la Presidencia de la República, la presidencia del Senado y la presidencia de la Cámara, ya era hora de que Serpa tomara desquite de todas las derrotas sufridas a manos de la Gran Alianza". Pero así como Serpa fue el ganador de la jornada, también hubo dos grandes perdedores: Alfonso Valdivieso y Fabio Valencia Cossio. El primero tuvo que sufrir un aterrizaje de barriga después de que había empezado a tomar vuelo en el gobierno de Pastrana. Su pronunciamiento en favor de Jaime Buenahora resultó fatal a la hora de la elección. Su actitud fue considerada no sólo desatinada sino arrogante. "El guiño de Valdivieso acabó siendo el beso de la muerte para nuestro candidato", dijo a SEMANA un parlamentario conservador. La elección del Contralor sirvió para demostrar una vez más que los parlamentarios no le caminan a los nombres impuestos. Y mucho menos si quien trata de imponerlo, aunque sea de forma sutil, es una de las personas menos queridas por la clase política tradicional, que es la que marca el camino en el Congreso de la República. El escándalo del 8.000, para muchos parlamentarios, es más un caso de persecución política que un asunto de narcocorrupción. Mientras ello sea así el nombre de Alfonso Valdivieso y sus sugerencias tienen pocas posibilidades de éxito dentro del Congreso. Lo curioso es que el guiño tampoco cayó bien en los sectores independientes del Congreso, los cuales manifestaron su inconformismo al considerar que Valdivieso, al señalar a Buenahora, incurrió en los vicios políticos que tanto había cuestionado. Pero la derrota de Fabio Valencia no fue menor a la de Valdivieso. Al igual que el ex fiscal, el presidente del Congreso debió morder el polvo después de venir de una racha de éxitos a costa de Serpa y los liberales oficialistas. El caso de Valencia Cossio, sin embargo, tiene un serio agravante: en cabeza suya se encuentra la reforma política que piensa realizar el gobierno de Pastrana. En esas condiciones la derrota en la elección del Contralor se convierte en un campanazo de alerta para la Gran Alianza. No sólo sirvió para comprobar que hay profundas grietas dentro del movimiento, sino que demostró que el manejo del Congreso va a ser mucho más complicado de lo que está pensando el propio gobierno.