Home

Nación

Artículo

Sus compañeros de la Presidencia afirman que no tiene el gran poder que le atribuyen y que ha sido inflado por los medios

Portada

El escudero de Uribe

José Obdulio Gaviria es el ideólogo y el mayor defensor del gobierno. ¿La estará embarrando?

28 de octubre de 2006

El asesor más cercano al presidente Álvaro Uribe, José Obdulio Gaviria, se puso de moda. En los círculos políticos y periodísticos todo el mundo habla de él con un gran abanico de epítetos, que dan una medida del carácter polémico del personaje y que tienen como común denominador señalarlo como el hombre clave del equipo presidencial.

Lo tildan de 'Rasputín' quienes ven con preocupación una supuesta influencia desmedida sobre el zar. Algunos lo consideran 'Goebbels', el tristemente célebre ministro de Comunicaciones de Hittler, para subrayar su tarea como jefe de propaganda del gobierno. Lo ven como 'ideólogo' quienes le atribuyen el diseño conceptual de los discursos presidenciales. Y lo matriculan de 'sofista' los que lo conciben como un manipulador de la opinión pública empeñado en disfrazar con adjetivos y serpentinas la gestión gubernamental. Esta galería de personajes históricos es quizá un poco exagerada para comparar a José Obdulio, pero ayuda a entender algunos rasgos de su relación con el poder. A la hora de calificarlo, a sus críticos no les faltan apelativos como sibilino, manipulador y maquiavélico. Para sus defensores y amigos, es un agitador del debate político, es amplio en sus discusiones, es el uribista más uribista, el colaborador más abnegado, y el hombre más leal.

El propio José Obdulio se buscó el actual cuarto de hora publicitario. El martes 24 de octubre publicó una provocadora columna en El Tiempo en la que contestó con vehemencia un editorial del periódico del día anterior. El asesor reaccionó con furia a las críticas del editorial al presidente Uribe por apresurarse a cerrarle la puerta a un posible acuerdo humanitario con las Farc. José Obdulio catalogó estos cuestionamientos como "una alevosía", le echó en cara al periódico las ganancias alcanzadas en el último año "gracias a las trasnochadas de Uribe y de la Fuerza Pública", y concluyó que al Presidente "sólo lo acompañará el pueblo" y que "por eso cierra filas, leal y confiado, con él". Esa misma mañana repitió su desafiante y agresiva postura en una entrevista en La W Radio y en un debate con el director del periódico. El tono camorrero de la columna creció la polémica y motivó varios comentarios y artículos de opinión.

Encontrar a José Obdulio Gaviria en los medios no es una novedad. Parte esencial de su tarea es defender al gobierno y responder los argumentos de sus críticos. Escribe artículos en varios periódicos, participa semanalmente en el programa Hora 20 de Caracol Radio, dicta clases y habla en cuanto foro lo invitan. En los cuatro años que lleva como asesor ha escrito tres libros: Sofismas del terrorismo en Colombia, Reelección: que el pueblo decida y A Uribe lo que es de Uribe. Le sobran escenarios y le falta tiempo para defender al gobierno y montar polémicas. No son muchos los que pueden contestar un editorial de El Tiempo al día siguiente de su publicación.

A pesar de que siempre maneja un innegable poder mediático que le unge un presidente popular, su pasarela por el tapete rojo en los últimos días es una sobreexposición que se debe a varios motivos. El gobierno arrancó con dificultad su segundo cuatrienio y por momentos se vio empantanado. La pelea por puestos entre el gobierno y congresistas, la temporal generosidad de Uribe con la guerrilla y una agenda legislativa que se enredaba, causaron desconcierto. Y en el nuevo equipo, sobre todo en Palacio, no hay muchas personas verdaderamente cercanas al primer mandatario, ni con la confianza y conocimiento que tiene José Obdulio. En una situación a la defensiva, y en ausencia de otros voceros, Gaviria se hizo aun más visible ante los medios e importante con Uribe. Y asumió una postura más envalentonada hacia los críticos que martillaban por entre las rendijas que se abrían en el pedestal de su jefe.

¿Quién es este enigmático asesor? ¿Cómo se mueve la mano derecha de uno de los Presidentes más políticos que ha tenido Colombia? ¿Por qué es tan poco susceptible a la crítica este hombre de Palacio? ¿Qué tan preocupante es su visión maniqueísta del poder? ¿Qué tan grande es su influencia sobre el Presidente?

José Obdulio tiene una oficina en el segundo piso de la Casa de Nariño, uno abajo del Presidente. Cuenta con un equipo de tres colaboradoras (todas mujeres). Según sus propias palabras, su función es "leer, escribir y hablar con el Presidente". En plata blanca eso significa que escribe discursos, prepara mensajes para las decenas de eventos a los que tiene que disculparse Uribe y le recomienda al Presidente lecturas seleccionadas y subrayadas sobre los temas que están sobre el tapete. Publica folletos, a los que llama 'novenas', para difundir masivamente discursos, programas y entrevistas del Presidente. De vez en cuando recibe personas que Uribe no puede atender: la mayoría antioqueños y casi siempre amigos comunes, pero nunca pesos pesados. Asiste a las reuniones del Consejo de Ministros y del Conpes y, de vez en cuando recibe a algún embajador que lleva un mensaje para el piso de arriba. Sus compañeros en la Presidencia afirman que no tiene el gran poder que le atribuyen y que ha sido inflado por los medios.

Más que idear estrategias o fijar la línea del gobierno, José Obdulio les da un brochazo ideológico a los actos políticos de su impredecible jefe. Busca siempre darles una justificación teórica o una coherencia intelectual a los bandazos del gobierno. No siempre con buenos resultados. Mientras la opinión no entiende sus artilugios filosóficos, la inteligencia académica ve sus tesis como simples fuegos artificiales que sorprenden, pero se extinguen rápidamente. Su tesis más atrevida fue quizá la de que en Colombia no hay conflicto armado. Entusiasmado con la lucha antiterrorista de Bush después del 11 de septiembre, redujo la problemática colombiana a un asunto meramente terrorista. Hasta cuando el Presidente, recientemente, empezó a hablar de negociación política con las Farc -y de conflicto armado- y José Obdulio tuvo que dar un triple volantín para sacar otra teoría del sombrero y justificar el sorpresivo viraje de su jefe. En sus cátedras universitarias, el profesor Gaviria elogia la escuela de los sofistas y no hay duda de que intenta seguir esta corriente filosófica. En especial, el estereotipo que la asocia con el hábito de bautizar los fenómenos políticos para generarles imágenes favorables.

Esta concepción lo ha llevado a casar muchas peleas. Sus posiciones son vehementes y provocadoras. Una misión que cumple con naturalidad como producto de su personalidad -mezcla de una receta poco común que combina vehemencia en la argumentación, tranquilidad en la actitud y cinismo en la manipulación-. José Obdulio es una especie de enlace entre el gobierno y uno de los sectores donde le resulta más difícil cosechar simpatías: los intelectuales. Ha logrado acercar al uribismo a académicos con trayectoria en la izquierda como Álvaro Tirado Mejía, Eduardo Pizarro Leongómez y al periodista Hernando Corral. Participa en tertulias y controvierte, en una tarea dirigida a propagar interpretaciones positivas sobre la presidencia de Uribe. De paso, asume con frecuencia la vocería pública de opiniones del presidente Uribe que no son fáciles de vender. "José Obdulio cumple en la Presidencia el mismo papel que hacía Pedro Juan Moreno en la Gobernación de Antioquia: vocero de las cosas malucas", dice León Valencia, analista que ha mantenido una relación cercana con él desde los años 70.

En más de una ocasión, el intelectual ha estado a punto de pasar al campo de batalla. Una vez estuvo en el ojo del huracán porque se conoció que desde su computador salió un mensaje con información sobre la Empresa de Teléfonos de Bogotá que puso en riesgo su posible venta. Se habló de su renuncia. Después estuvo a punto de dejar su cargo durante la campaña para la reelección, para dirigir el periódico Ahora, que durante esos meses sirvió de caja de resonancia del uribismo. En las últimas semanas se ha vuelto a decir que dejará Palacio para encabezar el partido de La U. Esta posibilidad está prácticamente descartada (ver entrevista). Pero a él no le importa, pues hay dos grillos que lo mantienen aferrado a su despacho: el gusto por su trabajo actual y la falta de consenso en La U en torno a su nombre.

Vocación de mosquetero

Aunque a José Obdulio le gustan la pelea y el debate, su papel de escudero le ha ocasionado momentos amargos. Como las alusiones de sus contradictores a un hecho cierto pero que no es ningún delito: es primo hermano de Pablo Escobar Gaviria. Paradójicamente, este parentesco nunca fue un asunto polémico durante su exitosa carrera como profesor universitario, abogado e ideólogo político en Antioquia. Allá siempre fue claro su total distanciamiento del mundo de su primo. Sólo al volverse figura nacional se ha llegado a hacer registro de este tema en forma peyorativa.

Más frecuentes, y con más sustento, son los interrogantes que generan su pugnacidad verbal y su artillería argumental. José Obdulio ha demostrado en sus exposiciones y escritos que no es un hombre de matices. Cual domador de leones, saca su látigo cuando la prensa muestra los dientes o para apaciguar los crujidos de la oposición política. Su estilo es más el de un sofista en el ágora de la antigua Grecia, o el de un erudito profesor universitario, que el de un eficaz comunicador multimedia.

Piensa que el lenguaje en política es clave, pero casi siempre elude la visión de los contradictores del gobierno y pocas veces acepta que en ellos puede haber parte de razón. Hasta en sus compañeros de causa existen dudas sobre los efectos que estas posiciones dogmáticas pueden tener para el gobierno y para el propio Presidente. Sobre todo porque defiende con igual empeño posiciones totalmente contrarias, según los bandazos de Uribe en temas como el acuerdo humanitario. O en cualquier otro que le toque poner el pecho. Y no sólo el pecho, sino la cara, sobre todo en los escenario más hostiles.

Los escritos de José Obdulio Gaviria con frecuencia llegan a ser ofensivos contra los críticos del gobierno. Ve a sus críticos -sobre todo a los columnistas de la prensa escrita- como opositores políticos, y ha llegado a considerarlos ilegítimos. En un escrito reciente, publicado en la Revista Diners, asoció a los críticos de la prensa con 'los Mochuelos', un grupo que a finales del siglo XIX, según sus palabras, tenía la misión de "incendiar conflictos". Y agrega: "Su irresponsabilidad, rayana en la criminalidad, inició la guerra civil".La vieja lógica de 'quien no está conmigo, está contra mí'. Es decir, quien no está de acuerdo con las políticas de seguridad del presidente Uribe, es cómplice de las Farc. Esta es quizá la faceta más preocupante del asesor del Presidente, la de su macartismo y su capacidad para polarizar.

Como converso que dejó los credos de la izquierda, sabe a dónde apuntarle para defender al gobierno de derecha. Y no vacila en hacer ataques personales, dirigidos a descalificar al adversario, más que a desvirtuarle sus ideas. "Una cosa es, por ejemplo, sostener la de por sí polémica idea de que en Colombia no hay conflicto, y otra muy distinta, afirmar que sostener la posición contraria repercute positivamente para las Farc", afirma el catedrático de la Universidad de los Andes Álvaro Camacho.

Como buen sofista, es un virtuoso en el arte de la descontextualización. Se ha dedicado a predicar y escribir a los cuatro vientos que varios medios de la gran prensa escrita son neutrales frente al conflicto. Es decir, según él, que no toman partido de la lucha del gobierno frente a la guerrilla. No le bastan los innumerables editoriales de El Tiempo, o de esta revista, por ejemplo, que están alineados abiertamente con las instituciones, pero sin despojarse de su independencia ni su sentido crítico frente al poder. Pero a José Obdulio no le gusta la crítica. Quizá cautivado por el paroxismo de las masas y los sondeos de opinión, ve a los críticos y opositores como neutrales en la lucha antiterrorista.

Lo paradójico de todo esto es que el gobierno de Álvaro Uribe es el que tiene el mayor respaldo de los medios en la historia reciente, pero se siente mal tratado. Andrés Pastrana o Ernesto Samper habrían dado la vida por tener la mitad del apoyo que tiene Uribe. Éste y su sanedrín parecen confundir a veces las críticas de algunos columnistas con la solidaridad con que cuenta el gobierno en términos generales, como se demostró en las posiciones editoriales en la pasada campaña electoral.

A pesar de esto, José Obdulio ve a los directivos de los medios como una elite santafereña, encumbrada en la brumosa sabana cundiboyacense y empeñada en obstaculizar a un Presidente que viene de la provincia. "José Obdulio tiene un síndrome preparanoico, dice el ex vicepresidente Humberto de la Calle. Da la sensación de que no entiende que tiene un gran apoyo y eso es peligroso. El Presidente puede terminar aislado", agrega.

Con otra grave connotación. Según José Obdulio, ante la supuesta falta de apoyo de las elites, al presidente Uribe no le queda otra opción que apoyarse, en forma directa, con el pueblo. "Esta expresión es preocupante, para Humberto de La Calle. En otras partes ha servido para romper canales institucionales", agrega. ¿Comparte el presidente Uribe estas expresiones? ¿Le hacen más bien que mal? ¿Envenena el asesor al Presidente contra los críticos?

Uribe es un líder temperamental. Necesita de hombres de confianza con cabeza fría. La pregunta es si José Obdulio cumple ese rol o, en cambio, con su beligerancia le agrega leña al fuego. El Presidente nunca avala ni rechaza las ideas y las presentaciones de su polémico escudero, pero sin duda comparte la mayor parte de ellas. Le sirven de cirugía plástica para sus intuiciones y sus pasiones. Y agradece la lealtad a toda prueba. Al fin y al cabo, todo gobernante quisiera tener a alguien dispuesto a hacer el trabajo ingrato de polemizar, provocar y decir lo que no es políticamente correcto. En cierta forma, hacer de pararrayos. Y José Obdulio cumple esa misión a la perfección.