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EL ESPIA CRIOLLO

Ingeniero colombiano detenido en Alemania por entregar información a la K.G.B.

2 de mayo de 1988

Que un colombiano sea detenido en el exterior, no es ninguna novedad. Al fin y al cabo diaramente aparecen noticias que dan cuenta de muchos compatriotas detenidos, en la mayoría de los casos acusados de narcotráfico. Pero que un colombiano haya sido apresado por las autoridades de Alemania Federal, acusado de realizar labores de espionaje en favor de la Unión Soviética, es un hecho que va más allá de lo acostumbrado.
Eso fue lo que ocurrió el pasado lunes 28 de marzo cuando, a primera hora de la mañana, agentes de la Procuraduría General de la República Federal Alemana, llegaron hasta el domicilio del ingeniero colombiano José María Amaya Fajardo, en la población de Rattingen, y lo sacaron esposado, acusado de haber realizado labores de espionaje para la K.G.B. soviética. De inmediato los medios de comunicación se dieron a la tarea de averiguar quién es ese colombiano sobre el que pesan cargos tan exóticos. Amaya nació hace 35 años en la población santandereana de Barbosa. Luego de finalizar el bachillerato en el colegio Nacional de San Bartolomé, de Bogotá, cursó estudios profesionales en la Universidad Nacional. En 1972, gracias a una beca, viajó a Alemania Democrática a estudiar Ingeniería Mecánica. Una vez terminados los estudios, regresó a Colombia y en 1981 viajó a Alemania Federal con la intención de buscar nuevos horizontes. Desde las épocas del colegio, sus amigos lo recuerdan como una persona inteligente, que nunca se metia en cuestiones políticas y con grandes aptitudes para las matemáticas.
Lo cierto es que, a partir de 1981, la vida de Fajardo Amaya cambió. En el 82 contrajo matrimonio con Hellen, una alemana occidental con la que tiene dos hijos: Christopher y Eric. Sus reconocidas habilidades en electrónica y sistemas, le permitieron conseguir rápidamente trabajo en importantes empresas alemanas. Sus conocimientos en estos campos eran tan buenos que, según algunas personas que lo conocen, en varias oportunidades armó computadores diseñados por él mismo.
Hace más o menos un año, José María Fajardo Amaya renunció al empleo estable que tenía en una compañía alemana para dedicarse a trabajar como consultor independiente en los campos de la ingeniería electrónica y de sistemas. Según pudo establecerlo SEMANA con colombianos residentes en Alemania que lo conocen desde hace algún tiempo, "parece ser que se dedicó a realizar tareas específicas, montajes de aparatos electrónicos, para diferentes compañías de los alrededores de Rattingen", zona en la que operan varias firmas que hacen investigaciones confidenciales para el gobierno federal.
Al cierre de esta edición, todavía no se conocían exactamente los cargos que pesan sobre el colombiano. El procurador general no ha informado si se trata de espionaje industrial o militar pero, los rumores que corren en Alemania parecen insinuar que la acusación incluye los dos tipos de espionaje. Lo que sí se sabe con certeza es que su captura, junto con otros cuatro profesionales alemanes de origen soviético, esta relacionada con la entrega a los servicios secretos de Moscú de información sobre el avión de combate Tornado, fabricado por la OTAN y, al parecer, de algunos de los sistemas que equiparán al "Caza 90" otro avión de guerra que están desarrollando los países de esa organización y que sólo entrará en funcionamiento la próxima década.
Todo parece indicar que los alemanes tenían pruebas contundentes, una vez que se decidieron a realizar el arresto. Si se tiene en cuenta que, varias personas implicadas en el caso contra las cuales no se encontraron pruebas contundentes, no fueron arrestadas y sólo estarán bajo vigilancia de los cuerpos de seguridad. De la detención de Fajardo Amaya se puede deducir que lo cogieron con "las manos en la masa". Además, el que sus amigos digan que nunca tuvieron noticia de que se dedicara a tales actividades o que tuviera inclinaciones comunistas, poco indica ya que la función de un espía es precisamente esa, la de no despertar sospechas. Y en cuanto a que no profesara ideas de izquierda, esto tampoco indica mucho cuando se sabe que las épocas del espionaje patriótico ya pasaron y hoy en día lo que cuenta es la paga.
Por el momento, sólo resta esperar a que los cargos sean aclarados, a que el acusado haga sus primeras declaraciones y a que la Procuraduría alemana enseñe las pruebas que, de ser aceptadas por los jueces, podrían conducir a una condena que estaría cerca de los 8 ó 10 años.