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| Foto: Daniel Reina

ENTREVISTA

"El Estado recobró dignidad"

Bruno Moro, coordinador de la ONU en Colombia, se va luego de siete años y hace un balance sobre todo lo que han cambiado el país y este organismo.

23 de febrero de 2013

SEMANA: A su llegada, en 2006, había tensión entre la ONU y el gobierno de Uribe, heredada del Caguán…

BRUNO MORO: El Caguán dejó muchas crisis. Entre ellas, cómo percibir el papel de Naciones Unidas.
 
SEMANA: ¿Cómo lo manejó?

B.M.: Naciones Unidas cambió en este periodo, con una estrategia muy simple basada en tres puntos. Primero, que los varios mandatos que muy raramente se presentan en conjunto en un país, pero aquí sí –desarrollo, derechos humanos, humanitario y desafíos no convencionales como el crimen organizado– se pusieran de acuerdo para trabajar en forma coordinada, pues se expresaban hacia afuera en forma poco coherente. Segundo, reducir la afectación a la población civil. Y tercero, como en ese momento no existían condiciones para una solución negociada del conflicto, hacer todo lo posible para crearlas. Estas tres líneas han guiado estos siete años.

SEMANA: ¿Cómo fue su primer contacto con el presidente Uribe?

B.M.: Dos días después de yo llegar él me llamó. Era para un regaño (risas). Pero ayudó mucho, porque dejó claro que era accesible.

SEMANA: ¿La descoordinación entre agencias se resolvió?

B.M.: Se resolvió bastante bien. Hay un mensaje más unificado, coherente.

SEMANA: ¿Y la situación de la población civil?

B.M.: Es evidente que ha habido grandes avances, muchos atribuidos al tipo de políticas que tuvo el gobierno, la reducción en las tasas de homicidio, la disminución de intensidad del conflicto que se fue más a los márgenes del país. 

SEMANA: ¿Qué papel jugó la ONU?

B.M.: Importante. Para reducir la afectación a la población civil, esta tiene que ser capaz de resistir a la amenaza contra ella, es decir crear capital social y organizarse. Lo segundo es visibilizarla. A veces se nos critica diciendo: “ustedes hablan solo de lo malo”. Eso es un error conceptual muy importante; no tenemos ningún interés de hablar mal de un país sino en que resuelvan sus problemas. Pero muchas veces la institucionalidad central está tan ocupada con miles de problemas, sobre todo en países con conflicto, que ni conoce las situaciones que está viviendo su misma población. Visibilizarla es decirle: ‘Mire, tienen este problema y nosotros podemos ayudar’.

SEMANA: ¿Y en materia de paz?

B.M.: Nos basamos inicialmente en resaltar que la solución al conflicto no depende solo de las armas; que no es tampoco una prerrogativa del gobierno; y que en el país mucha gente trabajaba todos los días para la paz. Excluimos tener cualquier contacto con actores ilegales porque esa era la línea del gobierno. Siempre sospechan. Y nunca lo hicimos. 

SEMANA: ¿Cuándo supo del proceso con las Farc?

B.M.: Me da vergüenza decir que no nos enteramos antes. Era tan lejana la posibilidad, que aun cuando tuvimos algunas comunicaciones casi claras, no las conectamos con este tema.

SEMANA: ¿Optimista o pesimista?

B.M.: No quiero pensar en optimismo o pesimismo. Quiero pensar que no hay otra posibilidad. Este es el momento y no podemos permitirnos no aprovecharlo. 

SEMANA:  Uno de los grandes dilemas vendrá cuando se discuta si habrá fórmulas de perdón para los jefes de las Farc. Agencias de la ONU dicen que este perdón debe ser limitado...

B.M.: Esa es la pregunta más difícil. Pero hay que tener algunos nortes claros. Es cierto que no podemos tener una paz a cualquier costo. Pero también es verdadero que el norte principal es la paz. Segundo, quienes van a tener mucho qué decir sobre este tema son las víctimas. Entonces es con ellas que hay que hablar más que nadie sobre esto. Tercero, hay que garantizar seguridad en lo que se hable, y en particular seguridad de cumplimiento. Hay muchos actores hostiles al proceso de paz, criminalmente hostiles, gente con armas, boicoteando el proceso. 

SEMANA: ¿La verdad es importante? 

B.M.: Toda la verdad. Las verdades pueden ser muy dolorosas, entonces hay que saber manejar muy bien el proceso. La Nación tiene que llegar a una visión de pedirse perdón, reconocerse y decir “nunca más vamos a querer ser así”. 

SEMANA: ¿Qué les diría a las Farc?

B.M.: Tengo la impresión que no podría decirles nada de lo que ellos no estén ya concientes. Otro mensaje que vino del foro agrario, y de las mesas regionales, es que los actores afectados por el conflicto están listos para debatir políticamente. Y que el uso de las armas se vuelve absurdo. Han pasado cosas en el país y se han abierto espacios. 

SEMANA: ¿A favor de un cese al fuego bilateral?

B.M.: Lo ideal sería que las partes interrumpieran ahora el uso de las armas, pero la historia demuestra que no es así en realidad, porque en vez de crear confianza, puede crear desconfianza en lo que pueden hacer mientras no se están tirando balas.

SEMANA: ¿Qué cambios ve en estos siete años?

B.M.: El Estado está recobrando dignidad y el sentido de sus funciones. La ciudadanía es mucho más activa y se hace escuchar, aun si no la quieren escuchar, que es lo bonito de la sociedad civil. Hubo, con altibajos, progresos en lo económico, en lo social y en lo político. Los programas de pobreza empiezan a impactar, hay más apertura al diálogo, el presidente se va donde los indígenas y escucha. Y hay una prensa sumamente activa, que es un actor político.

SEMANA: ¿Santos o Uribe?

B.M.: Naciones Unidas no tiene por mandato juicios sobre el gobernante de turno, porque su misión es trabajar con todos. Solo puedo decir que viajé más en avión con el presidente Santos.

SEMANA: ¿Se va contento?

B.M.: Mi mayor satisfacción es que la estrategia demostró que podía funcionar. La prueba es que se creó una situación donde todo lo que se había trabajado en alguna forma contribuyó a apoyar un proceso de paz. La sociedad reconoció que pudimos contribuir  a que se avanzara en un diálogo político para la resolución del conflicto.