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Años atrás, cuando tenían controlado medio país, ni Salvatore Mancuso (izquierda) ni y Rodrigo Tovar Pupo ‘Jorge 40’ (arriba) soñaron con su extradición. Con su envío a Estados Unidos el gobierno les quitó cualquier tratamiento político y los trató como a simples narcotraficantes

Extradición

El fin del chantaje

Álvaro Uribe extraditó a los jefes paramilitares porque estaban ejecutando una maquiavélica estrategia para desestabilizar el país. ¿En qué consistía ese plan y hasta dónde llegó?

17 de mayo de 2008

Que los jefes para- militares seguían delinquiendo desde la cárcel no era ningún secreto. El año pasado la revista SEMANA publicó escandalosas grabaciones en las que se demostraba cómo seguían traficando y controlando el crimen organizado desde la prisión de alta seguridad de Itagüí, y que terminó con la renuncia de 11 generales de la Policía. Las decenas de muertes por ajustes de cuentas de mandos medios y sus manifiestos vínculos con las bandas paramilitares emergentes demostraban que ninguno de ellos se había convertido en monja de la caridad después de dejar las armas. También se sabía que estaban escondiendo bienes y que las confesiones sobre sus crímenes iban tan lentas, que pasarían años antes de que llegaran a un juicio. Todo esto es historia vieja y el gobierno, inexplicablemente, lo había soportado. Lo que no soportó el presidente Álvaro Uribe fue que los paramilitares convirtieran la información en una poderosa arma de chantaje que amenazaba con descuadernar aun más el país.

La estrategia de los paras era golpear al gobierno, hundir aun más al Congreso y salpicar a la Corte Suprema. Crear una sensación de inestabilidad que pusiera al Presidente, al gobierno, y en general a las instituciones, contra la pared.

El cerco que los paramilitares intentaban tenderle al gobierno tenía varios flancos. Por un lado, la ex congresista Rocío Arias acusó a dos de los congresistas de la entraña uribista: Nancy Patricia Gutiérrez y Armando Benedetti. De la primera dijo que había sido la candidata de las autodefensas en Cundinamarca. Paramilitares de este departamento que habían apoyado la versión de Arias, luego se retractaron. En el caso de Benedetti, Rocío Arias sacó a colación una reunión que éste tuvo con Salvatore Mancuso en Ralito, que al parecer tuvo más de curiosidad que de pacto político. Arias también mencionó una supuesta relación de miembros de las autodefensas con el actual ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, que es como pocos, de la entraña de Uribe.

Los endebles argumentos con los que Rocío Arias, cuya estrecha relación con 'Macaco' y 'Don Berna' es ampliamente conocida, ha atacado al círculo más estrecho de Uribe, hacen pensar que se trata más de una presión al gobierno que de un aporte a la verdad, y de paso, un intento por darle una estocada más al Congreso.

También hay suspicacias sobre los motivos que tuvo Yidis Medina para contar justo en este momento que tres años atrás le había vendido al gobierno su voto a favor de la reelección. Aunque ella ha insistido que era enemiga de los paramilitares, en la Corte Suprema reposa un testimonio que dice lo contrario. Un testigo cuenta que ella buscó a los hombres del Bloque Central Bolívar para evitar que la mataran, y que en ese proceso habría terminado en una alianza política con ellos. ¿Tiene 'Macaco' algo que ver con su reaparición, como piensan muchos?

Mancuso también puso su parte en la estrategia. En una inusitada locuacidad mediática apareció en el canal RCN hace tres semanas mencionando nuevamente al ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, y al vicepresidente, Francisco Santos, y poco después, en una entrevista con el programa 60 minutos, de CBS, dijo que además de Chiquita Brands, las multinacionales Del Monte y Doll los habían financiado de muy buena gana. Las declaraciones cayeron muy mal en el alto gobierno no sólo porque el jefe paramilitar las hacía en medio de la peor tormenta política que haya vivido Uribe, sino porque podían significar un duro golpe a la inversión extranjera, según la lógica de Uribe.

En RCN Mancuso dijo además algo que jamás había mencionado: que todas las instituciones de la justicia estaban infiltradas por los paramilitares: Cortes, Fiscalía, jueces y hasta la Procuraduría. Pero la arremetida contra la justicia no para allí. SEMANA supo que paramilitares desmovilizados les han tendido señuelos a los investigadores de la Corte Suprema, a los que han grabado en secreto, con el fin de usar estas cintas como parte de una campaña de desprestigio a quienes investigan la para-política.

Pero allí no para el chantaje. SEMANA también conoció que justo después de que 'Macaco' fue enviado a Estados Unidos, 'Don Berna' habría dicho en una reunión en la cárcel que el gobierno no lo extraditaría a él porque tenía información sobre los vínculos de un alto oficial de la Policía con el narcotráfico, y en particular con el robo de una caleta de la mafia.

A ese clima enrarecido se sumaron hechos oscuros como la declaración que hizo ante la Fiscalía el paramilitar Francisco Villalba y que relacionaba al Presidente con una masacre. Aunque hoy nadie le da crédito a su versión, aún no se sabe si Villalba buscaba beneficios jurídicos, o si algún jefe paramilitar lo estaba usando para presionar al gobierno. Todo ello en un clima de aumento del poder de las bandas emergentes, de asesinatos de sindicalistas y amenazas a algunos de los más visibles contradictores del Presidente.

Con un panorama así no es difícil adivinar que los paramilitares buscaban convencer al país de que todos los estamentos estaban infiltrados por ellos, y que si todos eran culpables, ellos no tenían por qué ser condenados. Tanto es así, que en ciertos círculos académicos ya se vislumbraba, aunque de manera incipiente, la tesis de que si el tsunami de la para-política seguía llevándose gente, era necesaria una ley de punto final. Tesis que les caería a los jefes paramilitares como anillo al dedo.

Uribe tuvo que pagar el precio de reconocer, tácitamente, que el proceso de paz fracasó, y que definitivamente los jefes paramilitares no eran más que narcotraficantes. Pero, a cambio de este trago amargo, recupera las riendas de una situación que se le estaba saliendo de las manos. Desde hace tiempo, pero sobre todo, en momentos donde no ha descartado una segunda reelección.