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Estas fotos, que fueron publicadas en la revista ‘Donjuan’, muestran al gobernador Pablo Ardila rodeado de sus trofeos de caza en su inm nsa residencia de 2.600 metros en Bogotá.

política

El gobernador empresario

El político Pablo Ardila está en las noticias acusado de mezclar sus negocios con su servicio público. ¿Qué hay detrás de este estrambótico personaje?

18 de agosto de 2007

En sus más de 10 años en la vida pública, Pablo Ardila, gobernador de Cundinamarca e hijo del dueño del diario El Espacio, ha dado mucho que hablar. Fue el secretario de Hacienda más joven del departamento y también el más fugaz: fue despedido a los pocos meses porque, según la entonces gobernadora, Leonor Serrano, no sabía nada del tema. Como representante primíparo de la Cámara, decidió llamar a indagatoria ante la Comisión de Acusaciones a los magistrados de la Corte Suprema en 1998. Los acusaba de haber incurrido en prevaricato en el proceso 8.000. Como candidato a la gobernación en 2003, hizo una campaña sui generis en Colombia: la financió toda con recursos propios. En su primer año como gobernador, generó una polémica porque delegó importantes decisiones de su despacho a su joven secretaria privada.

La semana pasada Pablo Ardila volvió a ser noticia, tras la publicación de dos artículos. En el primero, un reportaje en la revista

Don juan, posó orgulloso en su mansión frente a sus trofeos de caza: un elefante, una jirafa y un rinoceronte, entre otros. Las fotos ratificaron la imagen de personaje folclórico y desafiante que se ha labrado el gobernador..

El otro artículo, de El Espectador, fue menos frívolo. Bajo el título 'Las cuentas del gobernador', el semanario presentó en blanco y negro una descripción de varios negocios y sociedades donde participa Ardila, sus familiares y varios funcionarios de la gobernación. Se alega en el artículo que el gobernador había fortalecido sus ingresos durante su mandato con maniobras poco claras. De inmediato, hubo las reacciones de rigor: exhortaciones a la Fiscalía para que investigara las graves denuncias, y desmentidos tajantes de Ardila. Es diciente que ni en los medios ni en la clase política saliera un solo defensor del gobernador. No es gratuito: allí no tiene amigos.

Para la prensa, Ardila es un personaje rocambolesco, no muy serio, poco transparente, y conflictivo. Como lo reconoció él mismo a SEMANA: "Es cierto que tengo una relación difícil con los medios de comunicación, porque después de tanto tiempo estoy 'mamado' de que me ultrajen". Para los políticos, es un advenedizo, pues irrumpió abruptamente -y con éxito electoral- en la arena política regional. "Goberné con gente que no tenía que ver ni con votos ni con partidos políticos", dice para explicar la animadversión que le tienen sus colegas.

En ese sentido, Ardila es un caso tan insólito como peculiar. Son contados los funcionarios que pueden darse el lujo de tener la animadversión simultánea de periodistas y políticos. Pablo Ardila, quien es el quinto hijo de Jaime Ardila y el único de su segundo matrimonio, con Hellen Sierra, es la cabeza visible de los extensos negocios de su padre, que incluyen el periódico El Espacio. ¿Y sus medios hermanos? De ellos habla poco, pero es de conocimiento público que están apartados de las empresas familiares.

En cambio, es muy cercano a sus padres. Almuerzan prácticamente cada fin de semana. Es evidente su admiración por Jaime Ardila. "Mi papá puede ser uno de los principales ganaderos del país", le explicó a SEMANA al inicio de la entrevista. Ardila es frentero, arrogante, sagaz y refleja esa seguridad en sí mismo que suelen tener los millonarios.

Y muy rico sin duda lo es. Así como sorprende su ingenuidad al posar con sus animales disecados, es igual de ingenuo en algunos de los comentarios que hace sobre sus negocios. Frente a la revelación de El Espectador de que entre sus sociedades se giraron tres millones de dólares, respondió: "¿Acaso en Colombia no es común una consignación de tres millones de dólares? Yo creo que de ese tipo de transacciones se hace todos los días".

Aunque para Ardila esas cifras pueden ser normales, no son habituales para un gobernador en ejercicio. Queda la sensación de que su interés por sus negocios particulares no cesó en estos años al frente del departamento. En Colombia no es bien vista la mezcla de lo público con lo privado. Se espera que las personas que presten servicio público lo hagan al ciento por ciento. Si algo queda claro después del artículo de El Espectador, es que Ardila atiende dos frentes simultáneamente: el de sus responsabilidades como gobernador y el de empresario.

Y lo anterior no sólo en lo que se refiere al rodaje de sus empresas existentes antes de su elección, sino a otras nuevas creadas durante su mandato. Concretamente, siendo gobernador creó dos empresas -entre ellas una ladrillera- en 2006. No parecería el momento apropiado para montar una industria cuando sus electores esperan que esté pensando siete días a la semana en cómo mejorar la situación de Cundinamarca. Tampoco es usual que en varias de sus nuevas empresas participen funcionarios de la gobernación. El gobernador se defiende afirmando que allí no hay inhabilidades ni incompatibilidades. "¿Qué es lo raro de eso?", pregunta.

También ha generado curiosidad que dos de sus personas de confianza figuran en empresas cuyos accionistas mayoritarios son sociedades panameñas al portador y, por ende, los dueños son anónimos. Aunque es una práctica común de hombres de negocios utilizar estas sociedades panameñas para sus inversiones, nunca se ve bien cuando sale a luz pública. Y menos cuando son presentados como parte de una telaraña de sociedades y triangulaciones, donde es difícil establecer qué es público y qué es privado. Según informó El Espectador, esto habría ocurrido en una licitación de la Beneficencia de Cundinamarca, que habría sido ganada por una empresa con presuntos vínculos a SAP Agregados, una de las compañías de las que es accionista la jefe de protocolo, Mary Luz Olarte. Sin embargo, Liliana Patricia Laíno, quien en el artículo de El Espectador es señalada como el enlace entre los dineros de la gobernación y las empresas de Ardila, no figura en la documentación oficial como representante legal.

Otros aspectos que han llamado la atención son la cantidad de dinero en efectivo que se mueve en las cuentas de Ardila (más de 500 millones de pesos) y la coincidencia de que casi todos los depósitos son inferiores a los 10 millones de pesos. Esa cifra despierta sospechas porque cuando una consignación supera ese monto, entra automáticamente al radar de las autoridades que investigan lavado de activos. Al respecto, Ardila señala que los dos principales negocios de su familia -la ganadería y El Espacio- se manejan en efectivo. ¿Y por qué en consignaciones menores de 10 millones de pesos?: "Nos robaban mucho".

De todo lo anterior queda claro que Pablo Ardila ha sido al mismo tiempo gobernador de Cundinamarca y cabeza del grupo económico de su familia. Esto tiene mala presentación, pero no necesariamente es un delito. Lo grave sería que se demostrara que dineros del erario fueron eventualmente a acabar en las arcas del gobernador o de sus allegados. Hasta ahora muchos lo han creído, pero nadie ha podido demostrarlo. La Fiscalía, que a raíz de las últimas revelaciones ha abierto una investigación preliminar, tiene la última palabra.

Lo más probable es que no pase de allí. Hasta ahora es claro que Ardila es un hombre extravagante y muy imprudente, pero no un delincuente. Si está en el ojo del huracán es por cuenta de problemas creados por él mismo, en concreto por haber seguido manejando sus negocios particulares después de haber sido elegido gobernador. Lo que pocos entienden es por qué un hombre con las posibilidades de ser uno de los grandes magnates de la nueva generación se le midió a un cargo tan ingrato y desagradecido como el de gobernador de Cundinamarca.