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Fabio Valencia Cossio, durante la ceremonia que dio inicio a los diálogos del Caguán, en enero de 2003. Su relación con los jefes de las Farc fue cordial. Se espera que su gestión durante este gobierno sirva para romper el hielo y explorar la posibilidad de una negociación

El guiño

Fabio Valencia Cossio será el hombre para buscar acercamientos con las Farc. Pero las condiciones para una negociación aún son adversas.

3 de junio de 2006

Esta semana, el presidente Álvaro Uribe puso sobre la mesa su primera carta para lo que podría ser su apuesta de paz para los próximos cuatro años. Se trata de Fabio Valencia Cossio, quien desde hace un año estaba jugando en las reservas de la Casa de Nariño. Desde cuando dejó la embajada en Italia, Valencia Cossio se desempeña como asesor de Uribe para temas de competitividad. Pero a este hombre, que tiene poco de tecnócrata y todo de animal político, parece haberle llegado la misión que esperaba: explorar las posibilidades de una negociación con las Farc. Así lo demostró su aparición junto al Alto Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, en una rueda de prensa donde se informó en tono lacónico que este gobierno buscará de manera prudente un acercamiento con esta guerrilla.

Este fue prácticamente el primer acto de gobierno de Uribe, una vez reelecto. El acto no podía ser más pertinente. En primer lugar, porque Valencia Cossio encarna un mensaje nítido de que la negociación con las Farc será un asunto de alto turmequé político. En segundo lugar, porque este conservador paisa hizo parte del equipo negociador del gobierno de Andrés Pastrana. Conoce a las Farc como pocos y, lo que es más importante, tuvo hasta el último momento una relación cordial con los insurgentes que estaban al otro lado de la mesa. En un momento como éste, cuando las posiciones de gobierno y guerrilla son tan distantes, empezar a generar un mínimo de confianza es un paso en la dirección correcta. Adicionalmente, se envía un mensaje tácito de que las experiencias pasadas de negociación, por mal que hayan salido, no se pueden menospreciar, como hizo Restrepo en el pasado, cuando dijo que en el Caguán los negociadores iban “para tomar whisky” con la guerrilla.

El presidente Uribe llamó de nuevo a la Iglesia. Tanto monseñor Luis Augusto Castro como el padre Darío Echeverri se comprometieron a seguir trabajando en la más completa discreción por el intercambio humanitario. También siguen firmes Francia, Suiza y España, que han mantenido una labor de facilitación.

“Veo posible un escenario de negociación si Uribe abandona las exigencias de gestos unilaterales”, dice Carlos Lozano, director del periódico comunista Voz.

A favor de una eventual negociación juegan muchos factores. La desmovilización de los paramilitares, que era una de las exigencias de las Farc durante los diálogos del Caguán. En el plano militar, el estancamiento de la estrategia militar del gobierno, así como el poco impacto que han tenido las campañas militares de las Farc. La operación para secuestrar a la hermana del ex presidente César Gaviria, que terminó en asesinato, es apenas una muestra de ello. Pero no la única. La explosión de un apartamento en el centro de Bogotá, por un error de milicianos; la masacre de nueve civiles en una buseta en Caquetá; la matanza de los concejales de Rivera, Huila, son apenas algunos de los muchos desastres militares de esta guerrilla, y que demuestran que no están en su mejor momento. También juega a favor su asfixia política. Con un ELN sentado en la mesa, y una izquierda democrática en ascenso, las Farc no podrán menospreciar un escenario de distensión.
Sin embargo, no hay que exagerar las expectativas. “El escenario político y el militar favorecen una negociación. Pero la clave está en entender que una negociación no es sólo un asunto de voluntades, sino también de capacidad institucional de estructurar propuestas de verdad para poner sobre la mesa. Que es lo que nunca ha ocurrido con las Farc”, dice Sergio Jaramillo, director de la Fundación Ideas para la Paz. Un proceso de paz depende sobre todo de la realidad que está viviendo cada uno de los bandos en la guerra y de la percepción que tienen ambos sobre lo débiles o fuertes que están. Tanto la insurgencia como las fuerzas militares confían en una victoria militar más temprano que tarde.

El guiño del gobierno, al presentar a Fabio Valencia Cossio como el hombre para acercarse a las Farc, es positivo. Pero por ahora es sólo eso: un guiño.