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El hombre de las galletas

Moñona de Ernesto Samper en la primera medición de fuerzas en el Congreso.

20 de agosto de 1990

Al comienzo de la semana, todos los colombianos se enteraron de que al nuevo Secretario General de la Presidencia, Fabio Villegas, lo llaman "Galleta", pero al terminar, el comentario era que "el hombre de las galletas" en el Partido Liberal era Ernesto Samper. El derrotado excandidato había, una vez más, sorprendido a críticos y admiradores con un nuevo juego de prestidigitación política de esos que han caracterizado su carrera. Concretamente en la elección de Contralor y de directivos del Congreso, Ernesto Samper había hecho moñona. Se había quedado prácticamente con los tres gordos: Contraloría, presidencia del Senado y presidencia de la Cámara. Y como si esto fuera poco, se quedó con uno de los secos, la segunda vicepresidencia de la Cámara.
Estos episodios, que poco o nada interesan a la opinión pública, son absolutamente claves en el Congreso. Y como esta era la primera medición de fuerzas después de la elección de Gaviria, la moñona de Samper tiene alcances sustanciales. Sobre todo si se tiene en cuenta que se trata de un hombre que quedó por fuera del Congreso y que tiene aspiraciones presidenciales.
La más importante de estas elecciones fue la de la Contraloría. En el mano a mano entre Manuel Francisco Becerra y Rodrigo Garavito, Garavito iba ganando en la preferencia de la base en la Cámara. Amigo y respetado por sus colegas, tenía una cercanía mucho más grande con los electores que Becerra quien, en su calidad de exministro y exgobernador, no era considerado propiamente uno de ellos. Lo que garantizó el triunfo de Becerra, quien contaba con el apoyo del galanismo, fue el abandono oficial de la neutralidad por parte de Samper y su apoyo categórico a esa candidatura. Con esto, varios samperistas que simpatizaban con Garavito se alinearon con su jefe y al cierre de esta edición, Garavito había salido del ring y Becerra tenía la Contraloría de un cacho. De pasada, en esa elección quedó configurada una alianza no pactada entre Gaviria y Samper, ya que para neutralizar a Garavito se necesitó que el gavirismo y el samperismo actuaran en bloque. En todo caso, el hecho es que el nuevo Contralor le debe su puesto a Ernesto Samper y con el poder que ha adquirido la Contraloría, la cosa no es de poca monta.
La presidencia del Senado le correspondió a Aurelio Iragorri, militante oficial del samperismo, quien trabajó hombre a hombre su aspiración desde hace mucho tiempo. Samper e Iragorri son mancornas y están embarcados en la misma causa.
La presidencia de la Cámara no es tan incondicional como la del Senado, ya que le cayó a Hernán Berdugo, quien en las pasadas elecciones pertenecía al grupo de la Contraloría y apoyó a Hernando Durán. Sin embargo, Berdugo es uno de los hombres claves del grupo de José Name Terán en el Atlántico, el mayor cacique electoral de la Costa y del samperismo. Como el grupo de Rodolfo González ha dejado de existir, Berdugo ha vuelto al rebaño como un namista disciplinado y es de prever que si su jefe está con Samper, él está con quien esté su jefe. Para rematar, la segunda vicepresidencia de la Camara quedó en manos de Mario Uribe, del grupo de Alvaro Uribe, quien también es samperista.
Así las cosas, aunque la presidencia del Senado hubiera acabado en el samperismo por derecho propio, la Contraloría por adopción y la presidencia de la Cámara por herencia, todo parece indicar que Ernesto Samper es el hombre con mayor ascendiente en el Congreso. Por eso muchos consideran que Samper jugará un papel clave en la distribución de los 14 mil puestos de la Contraloría, los cargos internos del Congreso, los supernumerarios, los viajes, y hasta de la asignación de oficinas, lo cual representa El Dorado de la clase política colombiana. "Ascendiente de esta naturaleza no se había visto desde los días gloriosos de Turbay,, afirmó a SEMANA un veterano del Capitolio"