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El Joven Turbay

En 1948, el entonces representante Julio César Turbay propuso una audaz fórmula de unión liberal y mereció por ello un perfíl de SEMANA que reproducimos ahora que vuelve a ser jefe de su partido.

3 de mayo de 1993

EL DESARROLLO DE LA DIVISION LIBERAL ha tenido, hasta ahora, una sola consecuencia práctica en cuanto a las iniciativas parlamentarias (iniciativa de nuevas leyes) se refiere: la presentación a la Cámara de un proyecto de ley por la cual se hace extensivo a la elección de presidente de la república, a partir de 1950, el sistema, ya en vigencia, para elegir representantes, senadores, diputados y concejales (ley 39 de 1946) del "arrastre". Esta palabra que sirve para calificar popularmente el método indicado, no es precisamente la más noble, y encierra, como es notorio, una directa reminiscencia de las corridas de toros, la de la sangrienta escena final del espectáculo, cuando el animal, mortalmente alcanzado por el estoque del diestro, cae sobre la arena y entran, para "arrastrarlo" por el ruedo, los peones de la friega... No es la más noble, pero sí es la más elocuente y significativa. El "arrastre" electoral consiste en acumular "los votos de los candidatos de un mismo partido al candidato que hubiere alcanzado mayor número, aún cuando hayan sido inscritas sus candidaturas con distintos calificativos", dice el proyecto en referencia. Por ejemplo: si para la próxima elección presidencial se presentan tres candidatos presidenciales del liberalismo y, como es obvio, uno de ellos tiene mayor número de votos que los otros dos, al candidato de mayor número se le acumulan, se le "arrastran" los votos de los otros dos. Otro ejemplo más claro todavía:
si la ley del arrastre hubiera existido cuando las elecciones presidenciales de 1946,los votos obtenidos por el candidato liberal Jorge Eliécer Gaitán (358.957), se le habrían acumulado al candidato, también liberal, Gabriel Turbay (441.199), totalizando de esta manera el liberalismo, para el candidato Turbay, 800.156 votos, contra 565.949 votos del único candidato conservador, Mariano Ospina Pérez. Resultado: que el presidente Ospina no estaría de presidente...
OTRA BATALLA
Para que el proyecto del "arrastre" del cual es autor el reresentante liberal Julio César Turbay Ayala, se convierta en ley, la batalla parlamentaria tendrá que ser muy áspera y dura. Así lo prevé en la exposición de motivos el autor: "Creo, dice, que contra este proyecto se intentarán argumentos que no son difíciles de suponer, pero que en manera alguna responden al clamor popular y que tampoco consultan las exigencias de la necesaria armonía que debe reinar entre todos los órganos del Estado". La armonía a que se refiere Turbay Ayala es la del órgano ejecutivo con el órgano legislativo del poder público. Un gobierno, anota, originado en la votación de un partido político determinado, y una mayoría parlamentaria originada en la de otro partido político, es el absurdo.
El porvenir de este proyecto de ley es, todavía, incierto. Parece seguro que la representación parlamentaria conservadora (minoría) le opondrá una tenaz y enardecida resistencia. Y, dentro del ánimo divisionista del liberalismo, el proyecto desatará una ola de entusiasmo, por cuanto que, de ser aprobado garantizaría la inocuidad de las divisiones, en que tanto se complace esa colectividad. Desde luego, como preliminar de la batalla parlamentaria, prevista por el representante Turbay Ayala, estaría la cuestión de la reforma electoral, pasmada en medio de los ajetreos y accidentes de la crisis liberal, reforma acerca de la cual se volvió a oír hablar esta semana.

CEDULA DEL AUTOR
Quien ha preparado y presentado la iniciativa del "arrastre" para las lecciones presidenciales, es un joven político cundinamarqués (32 años) sin ningún parentesco, a pesar de llevar el mismo primer apellido, con el famoso conductor liberal, muerto en París, Gabriel Turbay. Hace ya 10 años que este inquieto y sagaz parlamentario liberal está metido, hasta el cuello, en el mar de la política. Grande (casi dos metros), pesado de cuerpo, vigoroso, de una abrumadora actividad, de una sorprendente facilidad de palabra, de una tremenda ambición de poder, de una inteligencia vivaz y recursiva, de una entre humorística y seria vanidad personal, Julio César Turbay Ayala ha ganado, él solo, sin padrinos, sin protectores, sin influencias extrañas, todo lo que ha conseguido en política.
Es un típico "selfmademan " en el ejercicio voraz y apasionante de la vida pública. Hace 10 años casi nadie lo concía, a pesar de que ya comenzaba a escandalizar un poco con sus desplantes típicamente juveniles, en la Asamblea de Cundinamarca, adonde había llegado como diputado, por entre una muralla de obstáculos electorales, pacientemente vencidos por él, mediante largas y fatigosas, "campañas" por pueblos de su provincia, en cada cuyas una de cuyas plazas, en cada una de cuyas ventas, se había detenido para pronunciar un discurso o para dialogar,a la sombra del mostrador, con sus futuros electores de ruana o de correcto terno "everfit".
DESPUES DE LAS GALIAS
Diez años más tarde todos lo políticos colombianos y una gran parte de quienes no lo son, lo conocían bien conocido, es decir, sin confundirlo con los demás hombres públicos de su mismo primer apellido. Su heroico nombre, "Julio César", quedaba así bien fijo en la mente de electores, amigos y adversarios, como el de un político, también Turbay, pero con su propia luz y su personal significado. El significado de una personalidad batalladora y como uno de los más elocuentes, precisos y eficaces parlamentarios del liberalismo. El recurso legal que ahora intenta para "santificar" en cierta manera la división de su partido, es típico de su ingenio, de su inteligencia y de su agudo sentido de las realidades.
Es una iniciativa que corresponde a su noción objetiva, práctica y concreta, de la política. Si la división existe en la realidad, probablemente se ha dicho, nada mejor que protocolizarla en la ley. Este sería un razonamiento muy suyo.

EL PERSONAJE
Gracioso, sardónico, mordaz e impertinente, siempre tiene listas, entre el bolsillo, en las juntas políticas, dos fórmulas: una para agudizar el impasse y otra para solucionarlo. Una y otra radicales y categóricas. No se enreda en los detalles ni se pierde en el matiz. Va, como se dice comúnmente, al grano. Le gusta palpar así las realidades y, de paso, decir cosas desagradables a sus enemigos o a sus adversarios. Sobre todo a sus enemigos grandes, o que como tales él mismo refuta. Encantado si han sido presidentes de la república o jefes del partido, porque gracias a esa categoría, la impertinencia será más explosiva.
Hace poco escribió (ha aprendido a escribir con claridad, corrección y agilidad periodísticas) en un semanario, que el ex presidente Eduardo Santos le debía principalmente a él la elección de primer designado y que Santos jamás le había dado ni siquiera las gracias. Agregó, para redondear el ataque, que Santos estaba obligado a retirarse, ahora sí definitivamente, de la vida pública y dar paso a otros jefes para los nuevos honores que dispensara el liberalismo. Santos, como era natural, no respondió, no renunció a la designatura, pero Turbay quedó satisfecho. Un ánimo así de beligerante, y en permanente fiebre política, servido por una tan despierta inteligencia, es precisamente el ánimo del auténtico "animal" de pelea, del político irrevocable.

MODELO HISTORICO
Que se sepa, una sola admiración constante y entusiasta profesa Turbay Ayala en el elenco de los antiguos jefes del liberalismo: la admiración por Alfonso López. Y no fue, como se sabe, un lopista de la primera hora o de la clase a) según la nueva especificación en boga.
Llegó al lopismo ligeramente retardado, cuando ya andaba rodando por todas la páginas del periódico de Alberto lleras, El Liberal, hacia fines de 1939, la candidatura para la reelección de López. Y de "lopista" se ha quedado, no con un sentido electoral, campo en el cual se mueve por cuenta propia, sino con el sentido de una orientación general para sus ideas y sus tesis. En rigor es una de las "audacias menores de 35 años" que, en calidad de discípulos y admiradores de su acción pública y de su personalidad, le quedan al combativo y combatido ex presidente liberal.
La impregnación de la grande y atractiva personalidad de López, en ese grupo de muchachos liberales, desborda simplemente de lo político, del terreno de las ideas, para incidir de la manera más curiosa, en lo personal. Ciertos tics, característicos de la conversación, de los ademanes, de la elegante indumentaria de López -el "qué" interrogativo a cada paso de la frase, algunos giros, algunas expresiones verbales como, por ejemplo, "la cosa no es por ahí", el movimiento nervioso del brazo derecho golpeando, encogido, contra esa parte del cuerpo, y el enfático corbatín horizontal- han pasado, más o menos deformados, pero siempre acusando el origen lopista, a esos inteligentes jóvenes, entre los cuales, con corbatín y todo lo demás, descuella muy bien el representante Julio César Turbay Ayala, como ejemplo humano de una magnífica vocación de político.