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EL LABERINTO LIBERAL

Con el retiro de Serpa de la consulta la escogencia del candidato oficial del liberalismo se está convirtiendo en un callejón sin salida.

29 de diciembre de 1997

Que es lo que hace que el tema de la consulta liberal sea tan importante? ¿Por qué Horacio Serpa parece patinando al respecto y se ha corrido dos veces de participar en ella? ¿Por qué Juan Manuel Santos está tan envalentonado con las corridas de Serpa? Estos son los interrogantes que se hace la mayoría de los colombianos que ve en el episodio de la consulta popular una telenovela que no ha entendido desde el primer capítulo. El problema radica en que hay tres formas para elegir el candidato oficial de un partido. La tradicional es la de la convención, en la cual la clase política elige en recinto cerrado al candidato que prefiere. Históricamente todos los candidatos oficiales se han elegido en convenciones. Sin embargo, desde 1978, cuando Carlos Lleras se inventó el Consenso de San Carlos para no dejarse derrotar en una convención por Julio César Turbay Ayala, ha ido creciendo un electorado independiente que considera que este mecanismo es excluyente y favorece a las maquinarias.Lleras Restrepo aceptó un mecanismo por medio del cual los candidatos presidenciales se medían por medio de los parlamentarios que los apoyaban en las elecciones de Congreso. Este mecanismo, sin embargo, desembocó en una catástrofe electoral para él: fue derrotado en todos los departamentos del país menos en la ciudad de Bogotá. Esto sucedió porque los electores no tenían la oportunidad de votar directamente por los candidatos sino por unos intermediarios que los escogerían a ellos, y que en esa oportunidad constituían la maquinaria turbayista. En otras palabras, Lleras tenía más votos que Turbay en encuestas pero los parlamentarios turbayistas tenían más votos que los parlamentarios lleristas. Con la experiencia de este resultado Luis Carlos Galán comenzó a pedir una consulta en la que el electorado pudiera votar por los candidatos directamente sin hacerlo primero por los parlamentarios. Esta es la denominada consulta popular, la cual Negoció para ingresar al oficialismo (negociación que coincidencialmente adelantó con Julio César Turbay Ayala cuando era éste presidente del partido). Entre los dos pactaron una fórmula según la cual el candidato oficial del Partido Liberal sería elegido el día de las elecciones parlamentarias, pero en una papeleta independiente en la cual se podría expresar la preferencia por el candidato de manera separada del voto para el Congreso. Esto tenía por objeto aprovechar la infraestructura electoral de las elecciones de Congreso ante la complejidad y el costo de hacer unas exclusivamente para escoger candidatos de partidos. La consulta popular, como fue pactada por Turbay y Galán, fue todo un éxito. Después del asesinato del líder del Nuevo Liberalismo se enfrentaron bajo esta modalidad César Gaviria con Ernesto Samper Pizano y Hernando Durán Dussán. Como se sabe, el ganador fue Gaviria, pero además, como se buscaba, se consiguió la unidad del partido y todas las expectativas del mecanismo se cumplieron.El gran interrogante es por qué se cambiaron unas reglas de juego que habían demostrado ser exitosas. El origen de este enredo parece ser la confirmación del refrán de que lo mejor es enemigo de lo bueno. Teniendo en cuenta que la consulta funcionó, resolvieron perfeccionarla no vinculándola necesariamente a las elecciones parlamentarias y minimizar así la presencia de las maquinarias, que son el motor de las elecciones para Congreso. Esta intención quedó plasmada en la ley 130 de 1994, mejor conocida como ley de los partidos, que cerró la puerta a la posible coincidencia de fechas de la consulta con las elecciones parlamentarias. Luego, una revisión que sobre ella hizo la Corte Constitucional tumbó una frase clave que condujo a que algunos pudieran alegar que la ley diferenciaba entre dos tipos de consulta, la popular y la interna de los partidos, y que esta última, tendiente a escoger candidato presidencial, sí podía coincidir con las elecciones parlamentarias. Ante la confusión se le solicitó un concepto al Consejo Electoral, que acaba de reiterar que las consultas de los partidos tienen que celebrarse en día distinto a las elecciones para Congreso. Laberinto sin salidaEse concepto fue el que condujo al laberinto sin salida en el que hoy se encuentra el Partido Liberal. Jurídicamente lo único que se puede hacer es convocar a una consulta en una fecha que no coincida con las elecciones parlamentarias, decisión que ya tomó la Dirección Liberal acogiéndose a la legalidad. Esta es una imposibilidad política por dos razones: en primer lugar porque con primera y segunda vuelta electoral a la vista el país no está dispuesto a celebrar una tercera elección cuyo único propósito es resolver los problemas internos de un partido. Y ni siquiera de un partido sino de medio, porque no le marcharon a la consulta ni Alfonso Valdivieso ni Carlos Lleras de la Fuente. Y en segundo lugar porque Horacio Serpa, el candidato más opcionado, y la maquinaria que lo respalda, no le van a 'jalar' a unas reglas de juego en las cuales se maximiza la presencia del antiserpismo y se minimiza la presencia de la maquinaria. Pero como la dirección ya tomó esta decisión, ahora hay que resolver cómo se desmonta jurídicamente y por cuál mecanismo se reemplaza. El camino más fácil sería que la propia dirección revocara su decisión, pero esto no parece muy factible porque las fuerzas están muy divididas: cuatro contra cuatro. Por este motivo la junta de parlamentarios liberales reunida el miércoles pasado optó por convocar a una convención en enero próximo. Como esta convención no tiene la facultad para resolver que la consulta se haga simultáneamente con las elecciones de marzo, solo quedan dos alternativas: o la convención escoge al candidato, lo cual es un regreso al pasado y constituye una fórmula muy impopular, o la convención dictamina que la primera vuelta se convierta en la consulta y el liberal que saque más votos en ésta sería el candidato oficial. Ambas fórmulas son insatisfactorias e improvisadas, con un agravante: que para alcanzar a hacer la convención en enero, como está programada, hay que resolver varios problemas de carpintería, que se vuelven especialmente complejos cuando está a punto de terminar el año y todo, comenzando por la actividad política, se paraliza en el país.Lo que nadie vislumbra es cómo ante semejantes conflictos de intereses y ante la ausencia de reglas del juego puede el liberalismo salir unido. Seguramente no lo hará, y esto no es un mal augurio, pues en todas las elecciones de este siglo en que ha ido dividido ha perdido el poder. Para que la consulta popular pueda algún día volver a ser un instrumento útil tendrá que expedirse una norma que permita que coincida con las elecciones parlamentarias. Esta es una fórmula pragmática que permite expresar preferencias por candidatos sin tener que hacer elecciones adicionales. Lo irónico sería que este embrollo jurídico, que tiene que ser superado para que el liberalismo solucione sus problemas, terminara resolviéndose bajo la presidencia de Andrés Pastrana.