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Relaciones exteriores

El mito de la quinta atalaya

El sinólogo Guillermo Puyana Ramos cuestiona el manejo de la visita del presidente Álvaro Uribe a China.

24 de abril de 2005

El presidente Alvaro Uribe Vélez decidió medírsele al mito de la quinta atalaya de la Gran Muralla en Beijing en su reciente viaje a China. Pero una cosa es probar su estado de preparación física y otra el grado de preparación política y diplomática para enfrentar la tercera visita presidencial en 25 años de relaciones diplomáticas. Y desafortunadamente, ahí fue donde mostró sus debilidades.

El anecdotario deberá incluir de ahora en adelante varios desaciertos, algunos cuya intencionalidad están aún sin establecer. Es claro que cometió un gaffe en una recepción en la embajada de Colombia en Beijing cuando destacó la importancia de la política de reunificación de China. Uribe aludió a "un país, un sistema", cuando se trata de "un país, dos sistemas". También fue un error que haya llamado a Deng Xiaoping "presidente", cuando el arquitecto de la revolución económica china nunca ocupó ese cargo.

Pero hubo otros eventos en los que el Presidente o no sabía de qué hablaba, o quería sentar una posición divergente con aspectos fundamentales de la política china. Cualquiera de las dos posibilidades deja mal plantado al país ante un anfitrión que siempre se ha distinguido por la exquisitez en el trato a sus invitados.

En el discurso que dio en Beida (Universidad de Beijing), Uribe dijo que una de las cosas que destacaba a China en comparación con otros países socialistas es que no había persistido "en la ilusión de una sociedad con abolición de clases, en la instalación de la dictadura del proletariado". Lo repitió en reuniones con las autoridades chinas, en una rueda de prensa y al instalar la rueda de negocios. Nadie le advirtió que la Constitución china consagra dentro de sus principios fundamentales tanto la construcción del socialismo, como la dictadura del proletariado. Uribe se equivocó si creyó que desdiciendo de los principios constitucionales de China hacía un elogio a su anfitrión.

La joya de la corona fue la declaración conjunta que Colombia firmó con Japón el 11 de abril, cuando el Presidente afirmó en nombre del Estado colombiano en relación con la reforma de las Naciones Unidas y la aspiración de Japón de ingresar como miembro permanente al Consejo de Seguridad, que "otorgará la mayor consideración a la solicitud de apoyo del Japón para ser miembro permanente del Consejo de Seguridad". Por si quedaba alguna duda de su posición, el Presidente, en una rueda de prensa al día siguiente y en la víspera de volver a China afirmó: "Miro de la manera más positiva la aspiración de Japón a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Esa es una aspiración totalmente justa".

China tiene un agudo conflicto histórico con Japón por la posición japonesa sobre su participación en la Segunda Guerra Mundial y las atrocidades cometidas contra el pueblo chino por el ejército que actuaba en nombre de la misma casa imperial que hoy rige Japón. Para China, Japón pasa por un proceso de derechización que incluye la negativa a asumir su responsabilidad histórica, la pretensión de reformar la constitución pacifista para tener fuerzas de ataque, el incremento del gasto militar, el estrechamiento de la alianza militar con Estados Unidos y la ampliación de su espacio político internacional accediendo al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como miembro permanente. A todo eso China se opone y es la fuente de fricciones más frecuentes y graves entre los dos países. Las palabras de Uribe en el interregno de sus dos ingresos a China no debieron ser bien recibidas por los chinos. Guardadas proporciones, es como si un mandatario extranjero de visita a Colombia hace un tránsito en Managua y afirma que las pretensiones de Nicaragua sobre San Andrés son 'justas'. Tanto si fue por falta de coordinación entre la Cancillería colombiana y sus embajadas como si fue intencional, el hecho es grave cuando el propósito de este viaje de 'exploración' era estrechar y profundizar las relaciones colombo-chinas con miras al futuro.

Así como Uribe se excedió de verbo en Japón y dejó evidenciar su conocimiento de aspectos fundamentales de la estructura del Estado chino en el discurso en Beida, quedó corto en declaraciones elementales de cualquier mandatario extranjero que visita China, porque se dedicó a su estribillo antiterrorista. En los registros de prensa de la Presidencia, no aparece una sola palabra en la que Uribe haya reafirmado la posición de Colombia de apoyo a la política de reunificación de China con la isla de Taiwán, algo que se esperaba que dijera no solo por protocolo, sino para despejar cualquier duda que existiera sobre la posición del gobierno colombiano a la iniciativa que presentó el año pasado el congresista uribista Jairo Clopatofsky, con la que trató de mandar una carga de profundidad a las relaciones colombo- chinas con un proyecto de ley que elevaba a estatus diplomático la representación comercial taiwanesa en Colombia. Uribe se limitó a declararse admirado por la forma como todos los chinos apoyan la política y a decir que en el mismo sentido todos los colombianos deben apoyar la lucha contra el terrorismo. Pero no manifestó respaldo a la reunificación de China ni dijo que no apoyaba los devaneos independentistas de las autoridades taiwanesas.

Las informaciones públicas del gobierno revelan que Colombia dio un paso adelante en un tema muy importante para China: su reconocimiento como economía de mercado por parte de Colombia, algo que es esencial para impulsar las relaciones económicas y que hasta hace apenas unas semanas Colombia daba por descartado con el pretexto de que sería un acuerdo lesivo para los intereses nacionales, sobre todo los textileros. En Suramérica ese reconocimiento ya lo han hecho Brasil, Argentina, Chile y Venezuela.

Colombia suscribió algunos acuerdos de nivel ministerial, en aspectos fito y zoo- sanitarios y memorandos de intención sobre inversión en telecomunicaciones y establecimiento de una planta de ensamblaje de buses en el Eje Cafetero. Hubo manifestaciones sobre posibilidades de inversión china en hidrocarburos, particularmente un oleoducto de Venezuela al Pacífico colombiano, al que le falta madurar mucho, teniendo en cuenta los problemas de seguridad que enfrentaría otro oleoducto que cruce el norte de Colombia para llegar al Pacífico en una inversión de gran magnitud.

La visita presidencial a China es tanto el resultado de la historia de las relaciones bilaterales, que han mantenido un bajo perfil y escaso desarrollo en lo económico, a la vez que han logrado tener un nivel más alto en el tema político y diplomático. A Colombia le ha quedado muy difícil realizar su aspiración de ser un país orientado hacia el Pacífico, como se ha soñado desde que el presidente Alfonso López habló de Colombia como el Japón de Suramérica y como lo vio el presidente Virgilio Barco cuando quiso romper la vergonzosa ausencia de mandatarios colombianos en China en un viaje que se frustró por motivos de salud.

Pero los pequeños y grandes incidentes de esta visita son también el fruto de las decisiones de Uribe al reestructurar las embajadas colombianas en Asia y el Pacífico eliminando varias de ellas. El fortalecimiento de la embajada de Colombia en China designando una persona de trayectoria en el trabajo económico y afianzando la oficina de Proexport en Beijing es demasiado reciente para exigir resultados concretos. Pero no deja de asombrar y preocupar que luego de 25 años de relaciones bilaterales y de aplicación del modelo de desarrollo chino diseñado por Deng Xiaoping, Colombia haya intercambiado solo tres visitas presidenciales en los últimos 10 años y que sigamos en viajes de 'exploración'. Y que insistamos en defender a los textileros que hace 12 años miraban con desprecio a China afirmando, mientras se miraban el ombligo, que China podía producir mucha fibra pero no competía con Colombia en diseño y confección. Mientras tanto, otros empresarios grandes y pequeños van a tientas por el mercado chino buscando oportunidades.

Uribe paró en la quinta atalaya de la muralla, pero el reto está en llegar a la décima en materia diplomática y comercial, algo en lo que ya lo superaron Chile, Argentina, Brasil y Venezuela.