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La gestión de Petro en la Alcaldía de Bogotá ha estado marcada por intensos debates y pulsos ideológicos

BOGOTÁ

El modelo Petro

El primer año de Gustavo Petro como alcalde de Bogotá ha sido controvertido y accidentado. Los bogotanos han respondido al estilo combativo y las posturas radicales con un rechazo mayoritario a su gestión en 2012.

15 de diciembre de 2012

Desde que ganó las eleccio-nes de octubre del año pasado se sabía que el nuevo alcalde Bogotá, Gustavo Petro, llegaría a hacer cambios profundos. "El Polo siguió el modelo de Peñalosa… el mío es un gobierno de izquierda", afirmó a SEMANA a pocos días de su posesión. A pesar de haber derrotado prácticamente solo al establecimiento, al uribismo y a sus excompañeros del Polo, el burgomaestre obtuvo el más bajo porcentaje de votos en los últimos 20 años. En esa misma entrevista, Petro dijo que su gobernabilidad dependería "no de ese resultado sino de lo que hagamos". Un año después el balance de lo hecho por la administración distrital es agridulce y accidentado.

En el primer semestre de 2012 Gustavo Petro experimentó quizás la más corta luna de miel que recuerde mandatario alguno de la capital de la República. En cuestión de meses las expectativas favorables que su victoria en las urnas había generado en los bogotanos se disiparon en medio de una seguidilla de polémicas. Desde la prohibición de las corridas de toros hasta el holding de las empresas públicas pasando por el manejo de los desórdenes contra TransMilenio, el mandatario optó por satisfacer sus seguidores ideológicos. Rápidamente la ciudad no solo se polarizó sino que los indicadores de popularidad y gestión del alcalde comenzaron a bajar dramáticamente.

Ya en la medición de Colombia Opina correspondiente a abril pasado, la desfavorabilidad del burgomaestre había subido a 49 por ciento. Para noviembre este indicador había llegado a 58 por ciento de opinión negativa. En otras encuestas las proporciones son similares: alrededor de dos de cada tres capitalinos no aprueban la gestión del Distrito mientras que una gran mayoría se expresa pesimista frente al rumbo que la capital está tomando. Más allá de los apoyos o rechazos a medidas específicas de movilidad, seguridad o salud, lo cierto es que tras un año de gobierno una porción importante de los bogotanos no conoce los detalles del modelo urbano de Petro.

La ciudad de 2015

El primer año de los mandatarios nacionales y locales suele caracterizarse más por discursos y proyectos que por ejecuciones tangibles. Constituye un periodo para delinear el plan de desarrollo, definir las iniciativas bandera de la administración, amarrar los respaldos políticos para impulsarlas y garantizar el mayor número de recursos para su financiación. Con esas estrategias en la mira, las notas de la Alcaldía no son las mejores.

Si bien el Distrito consiguió la aprobación de su plan, 2012 termina con huecos importantes en el flujo de recursos para su ejecución. Esto último se debió en buena parte al fracaso del Palacio Liévano de conformar una coalición mayoritaria en el Cabildo distrital. El exgobernador Antonio Navarro Wolff, cuyo nombramiento era garantía de experiencia, renunció al poco tiempo y su salida marcó unos meses de inestabilidad en varios cargos importantes del gabinete

En la entrevista con SEMANA el alcalde había identificado la participación ciudadana como su "primera gran apuesta". Por esa razón sorprende que la administración distrital no haya podido traducir efectivamente los ejes de su propuesta de gobierno (dentro de las cuales está el ordenamiento alrededor del agua y el cambio climático) en unas iniciativas que los capitalinos identifiquen. Así mismo, propuestas de la campaña como la jornada única, los jardines escolares y la densificación urbana pasaron a segundo plano. En otras palabras, el sello del modelo petrista.

Esto no quiere decir que el Distrito carezca de discurso. Todo lo contrario. Durante el año que termina la Alcaldía ha venido enviando mensajes muy fuertes contra las empresas privadas que prestan servicios públicos como, por ejemplo, los operadores de basuras. Si bien al momento de escribir estas líneas el éxito del nuevo modelo de aseo en la capital es incierto, el camino que optó Petro para hacerlo realidad estuvo acompañado de amenazas, señalamientos públicos y más de un revés. Así mismo, la "guerra por los desechos" no solo monopolizó la agenda de burgomastre durante el segundo semestre del 2012 sino también evidenció una peligrosa tendencia de privilegiar las posturas ideológicas sobre los debates técnicos. Lo anterior en una urbe tan compleja como Bogotá es tanto peligroso como irresponsable.

Aunque en áreas sociales como la salud, la seguridad y la educación, la administración Petro ha logrado diseñar algunos programas y aprovechar bien las herencias, en otras prioridades de los capitalinos el panorama es más preocupante. En la movilidad el plan de desarrollo del alcalde contempla un portafolio generoso de troncales de TransMilenio, línea de metro pesado, modos férreos, cables aéreos e inversiones en ciclorrutas. No obstante, la financiación de esas obras no está garantizada y en algunos casos, como el del posible tranvía por la Séptima, aún faltan estudios y se han escuchado voces críticas a esa solución. En resumen, la alcaldía capitalina ha invertido más energía en las discusiones políticas asociadas a sus posturas de intervencionismo estatal que en la materialización de esas apuestas en proyectos y programas de gobierno.

Estilo combativo

El año 1 del modelo Petro ha estado caracterizado por los constantes enfrentamientos del burgomaestre con distintos actores políticos y empresariales de la ciudad así como con sus propios amigos. Solo hasta final del año el alcalde logró ensamblar un equipo estable para las secretarías más importantes de su gabinete A pesar de ello, la rotación en los cargos directivos es frecuente y la vocería de los temas es monopolizada por el propio mandatario.

A esto hay que añadir que el burgomaestre ha venido construyendo un estilo ejecutivo autoritario y una inclinación a la retórica combativa. En temas como las basuras Petro ha optado por una estrategia de "ellos contra nosotros" donde no baja a sus contradictores, los operadores privados, de "mafiosos y paramilitares". A nadie debe sorprender esta actitud ya que es natural al papel de feroz opositor parlamentario que el alcalde desempeñó durante muchos años. En la entrevista de principios de año fue enfático: "Las fuerzas contra las que actué quieren cobrármela ahora: los contratistas que denuncié". La pregunta que queda es si esa división entre ángeles y demonios contribuye a prestar servicios urbanos donde un punto medio podría ser más aconsejable. De hecho, detrás de la retórica en el modelo de aseo, se han presentado acercamientos de ese tipo.

De todas maneras, la preocupación por el rumbo de la capital de un creciente número de bogotanos no es un fenómeno que Petro debería desdeñar. Sin un puñado de políticas con las que los ciudadanos la identifiquen, la administración distrital corre el riesgo de quedarse con un montón de peleas armadas sin los beneficios de ganarlas. Y mientras tanto se pierden aliados y movimientos como el de la naciente revocatoria promovida por grupos uribistas podrían despegar.

En conclusión, Gustavo Petro gastó muy rápidamente el voto de confianza que los bogotanos le dieron por el hecho de heredar el desastre de Samuel Moreno. Lo agotó tanto que hoy un porcentaje de capitalinos cree que la ciudad ha pasado a otro desastre ya no de corrupción sino de falta de rumbo e improvisación. Si el alcalde no traduce sus concepciones ideológicas a una realidad de iniciativas viables y programas bien ejecutados, sus gobernados seguirán sin apropiarse de esa visión urbana. Y los ciudadanos seguirán sintiéndose, en su mayoría, lejos de Petro.