Home

Nación

Artículo

El edificio está virtualmente abandonado. La maleza se está comiendo el único reconocimiento real a las víctimas, un mural con los nombres de personas muertas por la guerra. | Foto: Juan Carlos Sierra

MEMORIA

El museo del olvido de Medellín

El novedoso proyecto de hacer un museo para las víctimas se enredó en pujas políticas que lo tienen abandonado.

7 de septiembre de 2013

Medellín está entre las ciudades de Colombia más golpeadas por la violencia en las últimas décadas. Y como en toda guerra, han quedado numerosas víctimas. Solo en la capital de Antioquia la cifra asciende a 284.000, según la Corporación Región. Todas esas víctimas comparten, además de la tragedia, las dificultades para acceder a la Justicia y a mantener la memoria de lo sufrido.
 
La Justicia tiene pobres resultados. De los casi 7.000 homicidios que hubo entre 2008 y 2011, el 80 por ciento fue cometido por la oficina de Envigado, según el exalcalde Alonso Salazar y la Policía. Y de los 26 jefes de esa organización capturados en los últimos cinco años, ninguno ha sido condenado por homicidio, como dice una reciente investigación del diario El Colombiano. 

Salazar, que fue investigador y directivo de la Corporación Región, conocía bien esa realidad. En 2007 fue elegido alcalde de Medellín y para resarcir la memoria de las víctimas incluyó en su plan de gobierno un revolucionario proyecto, la Casa de la Memoria. Consistía en un museo donde iba a estar recogida toda la información de los dolorosos momentos pasados por Medellín. 

Durante su alcaldía comenzó la construcción del edificio de tres pisos con 3.955 metros cuadrados y un jardín alrededor de 7.280 metros cuadrados, por 14.000 millones de pesos. Era muy especial por ser una iniciativa del gobierno, no de las organizaciones civiles, como los museos de la memoria de Argentina, Chile, Sudáfrica y Japón. 

Al finalizar su alcaldía y con la construcción casi terminada, Salazar la inauguró el 15 de diciembre de 2011. Todo iba bien. Su sucesor, Aníbal Gaviria, había firmado en campaña un pacto por los derechos de las víctimas, incluido el de la memoria, que quedó establecido en la Ley 1448. Las organizaciones sociales querían su museo y al ver el gesto de Gaviria le dieron su voto en las elecciones. 

Pero su sorpresa fue enorme cuando vieron que en su plan de desarrollo no aparecían el museo ni su presupuesto. Cuando Gaviria anunció que el edificio tendría un uso diferente las organizaciones le reclamaron airadamente. El alcalde calmó los ánimos, se comprometió a terminar la obra y lo hizo. Para diciembre del año pasado estaba lista y nombró un director de alto perfil: el muy reconocido historiador y artista Carlos Uribe. 

A comienzos de este año, la Casa de la Memoria había tomado forma y todo indicaba que las víctimas iban a tener su espacio. Pero el exalcalde Salazar lanzó hace poco una crítica que otra vez generó polémica. En una entrevista con María Jimena Duzán en SEMANA criticó que Gaviria “decidió enterrar el Museo de la Memoria. ¿A quién le cae mal un museo así? ¡Medellín sería la primera ciudad con un museo de esas condiciones!”.

Gaviria no quiso responder, pero sus escuderos salieron en su defensa. La vicealcaldesa de Educación, Claudia Restrepo, negó que el proyecto estuviera suspendido porque “toca fibras muy profundas del alcalde, como víctima de la violencia”. Sin embargo, el museo aún no arranca. Y la maleza se está comiendo el único reconocimiento real que se les ha hecho a las víctimas, un mural con los nombres de las personas muertas por causas de la guerra. Hasta el nombre de Guillermo Gaviria, hermano del alcalde Aníbal, está bajo las hojas.

Ramón Elejalde, un liberal de la corriente del alcalde, trató de mentiroso a Salazar. “Decir que ‘enterró el Museo de la Memoria’ es ir contra la verdad. En este solo año se han invertido en esa respetable entidad cerca de 2.500 millones de pesos”, dijo en una columna. 

Pero Uribe, el designado director, se quejó por no tener los 5.500 millones de pesos necesarios para poner a funcionar el museo, por lo cual el proyecto quedó estancado todo este año. Así lo escribió en la dura carta de renuncia que le dirigió a Gaviria: “Me sentí solo, muy solo, al avatar de las pujas políticas y falta de liderazgo sobre este tema al interior de su equipo de trabajo”. Y al final, lanzó una pregunta que se hacen ahora muchas de las 284.000 víctimas de Medellín. “¿Piensa usted que un museo, el primer museo oficial que ha tenido la ciudad, le queda grande a la administración?”.