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El neo liberalismo

En una profunda división, sin norte y carcomido por el clientelismo, el Partido Liberal busca reencaucharse.

1 de junio de 2003

Hace mas de 10 años la convención liberal era el evento político más importante del país. El dirigente que ganara el favor del partido mayoritario tenía prácticamente en sus manos las llaves de la Casa de Nariño. Sin embargo, como dicen las abuelas, todo tiempo pasado fue mejor. Hoy la convención no arrastra multitudes y despierta más apatía y desconfianza que fervor político. Independientemente de quiénes sean los nuevos directores elegidos, el Partido Liberal quiere ganar la Presidencia de 2006. ¿Podrán los liberales cambiarle la cara a su organización y volverla atractiva para los colombianos?

Es más fácil decirlo que hacerlo. El Partido Liberal lleva más de 30 años en un proceso muy peculiar: a pesar de fragmentarse en cientos de pequeños caciques con sus maquinarias personales nunca dejó de ser el partido político de las mayorías colombianas. Así, los políticos liberales gozaban de una doble condición: eran sus propios jefes para las campañas y cuando se unían manejaban el Congreso y elegían el presidente. Todo el que quería llegar a la Casa de Nariño tenía que negociar con cada uno de ellos.

Sin embargo esto alejó a los dirigentes de la gente. El trapo rojo pasó de ser motivo de orgullo atávico a sinónimo de clientelismo. Cada vez más los colombianos se consideran liberales de espíritu pero rechazan cualquier militancia o pertenencia al Partido Liberal. Por otro lado, en los 90, la dirigencia política se dividió entre neoliberales y socialdemócratas y samperistas y antisamperistas. Esta brecha sigue vigente e impide que los liberales tomen posiciones más radicales frente al gobierno. En otras palabras, bajo la manta roja conviven partidarios de las más disímiles y hasta contradictorias visiones de cómo manejar la economía, la seguridad y la inversión social.

La convención, ahora llamada congreso, nace no sólo con este lastre sino también con una carga coyuntural: la fallida unión entre uribistas y serpistas. Desde que asumió la Dirección Nacional el mandato implícito era llegar con el partido unido al congreso de mayo. Pero las posiciones no se pudieron conciliar y hoy los liberales uribistas están más lejos que nunca. No obstante un proceso partidista hay que hacerlo con los que están dentro y no con los ausentes.

La Dirección Nacional Liberal, en cabeza del senador Rodrigo Rivera, le apostó a convocar el mayor número de militantes y a abrirles espacios en los cargos directivos. Eso se logró con las elecciones de los sectores social y abierto. Unas 250.000 personas participaron en unos comicios internos para escoger directorios locales y departamentales. Aunque muchos critican que los candidatos 'no políticos' provienen de las mismas maquinarias de los políticos, el sólo hecho de ampliar las cúpulas es un paso a la democratización. Asimismo, el mea culpa del senador Rivera por el clientelismo y la corrupción en sus filas es indicador de un respeto por la rendición de cuentas.

Una organización como el Partido Liberal no la cambia una convención que, en muchas de sus instancias, reproduce los esquemas tradicionales de hacer política. La cultura de la manzanilla y la componenda está profundamente arraigada en la manera como los políticos liberales se reproducen cada cuatro años. Además la ausencia de escuelas de formación de líderes jóvenes y la poca presencia intelectual de su Instituto de Pensamiento se han convertido en limitantes para la renovación de sus cuadros.

Sin embargo hay que darle a este intento de modernización el beneficio de la duda y un tiempo para consolidarse. Al fin de cuentas el Partido Liberal es la más importante organización política del país y, a diferencia de la cúpula conservadora y la izquierda caudillista, se embarcó en un proceso de apertura que aún no se sabe en qué terminará. La clave del cambio entre los liberales está en la credibilidad. Si las promesas de modernización se quedan en discurso se habrá perdido otra oportunidad para que el Partido Liberal se adapte y recupere el poder en 2006.