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Rafael Correa asumió el poder en enero de 2007 con un amplio margen de popularidad y la economía a su favor. Hoy es un presidente con problemas

POLÍTICA

El nuevo Correa

Los graves problemas en casa han llevado al presidente del Ecuador a acercarse a Colombia y alejarse de Chávez.

23 de enero de 2010

Es difícil olvidar la mirada penetrante y llena de rabia con la que el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, saludó al presidente Uribe en la tensa cumbre de Santo Domingo, luego del ataque de las Fuerzas Armadas colombianas al campamento de las Farc en territorio ecuatoriano en marzo de 2008, en el que cayó abaleado 'Raúl Reyes' y que nos puso en un escenario de preguerra con el vecino país.

Sin embargo, en los últimos meses, Colombia ha empezado a vislumbrar la otra cara de un Correa evidentemente más dispuesto a cerrar ese amargo capítulo y restaurar las averiadas relaciones con Colombia.

Así, esta semana, mientras Correa celebraba su tercer año de mandato con discursos encendidos de radicalización de su Revolución Ciudadana, el encargado de negocios de Quito en Bogotá, Andrés Terán, estrenó su cargo con optimismo. Dijo en entrevista que dos de las tres comisiones creadas para normalizar la relación, la de Desarrollo Fronterizo y la de Control de la Criminalidad, ya estaban trabajando.

Está contemplado que la tercera, la de Temas Sensibles, se reúna en el primer trimestre de este año. Y desde la frontera, llegan noticias de que la colaboración militar entre los dos países para luchar contra la guerrilla va por buen camino, luego de que el Ejército ecuatoriano tuvo combates con un frente de las Farc.

¿Por qué el giro en la política dura de Ecuador frente a Colombia? Hay una explicación obvia: la silenciosa ofensiva diplomática funcionó. Así, la mediación de la Fundación Carter, de la OEA, y los empresarios (con un interés especial en Ecuador, ante el virtual bloqueo venezolano), entre otros, lograron enderezar el complicado entuerto.

Pero como todo en política es local, hay otras razones internas que explican el giro. El Correa que ganó elección tras elección desde cuando asumió el poder en enero de 2007, que renovó su legitimidad en abril pasado con el 56 por ciento de los votos y cosechaba los réditos de un petróleo caro, ya es cosa del pasado.

Hoy es un Presidente en problemas. Tiene su popularidad en descenso (va por el 42 por ciento, según Cedatos). Ha tenido que recurrir al escaso crédito externo para financiar su ritmo de gasto social porque los precios del crudo cayeron y la producción petrolera nacional va en caída (casi 5 por ciento en el último año). Miles de migrantes han vuelto al país porque han perdido sus trabajos en el exterior. Y se ha visto obligado a imponer un racionamiento de energía por varios meses porque la sequía puso en aprietos la principal hidroeléctrica del país.

Correa también perdió puntos con las denuncias de corrupción y por las reiteradas pruebas que aparecían de personas de su gobierno y de su alianza política con las Farc.

Ecuador es un país donde los presidentes caen con facilidad. Este año arrancó con anuncios de protestas ciudadanas y el hallazgo de correos secretos con anuncios falsos de que el gobierno iba a cerrar el seguro social de las Fuerzas Armadas y la Escuela Politécnica del Ejército. El Presidente tuvo que salir a desmentirlos a la vez que denunciaba complots para tumbarlo.

¿Con esa situación en casa, para qué Correa querría insistir en el pleito con Colombia? El gobierno colombiano se había comprometido en el pacto de Nueva York no sólo a enmendar sus errores, sino también a conseguir fondos para sustentar los miles de refugiados colombianos y eventualmente, renovarle al país hermano la venta de energía que también escasea de este lado de la frontera. Tácitamente Ecuador consiguió también que Colombia dejara de blandir en los escenarios mundiales los inacabables correos del computador de 'Reyes'.

Por todas estas razones, y en un escenario en el cual ser demasiado amigo de un Chávez radicalizado y autoritario tiene más costos que beneficios, Correa optó por el pragmatismo frente a Colombia y darle visto bueno con la normalización de unas relaciones que juegan a su favor en su mala hora.