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El nuevo Uribe

Con su discurso del 20 de julio, quedó claro que el Presidente quiere bajarle el perfil a la guerra y magnificar su preocupación por lo social.

25 de julio de 2004

Las palabras del presidente Álvaro Uribe en la inauguración de las sesiones del Congreso fueron más de candidato que de presidente. No sólo por sus pocas alusiones al trabajo del Congreso y por el recuento de las decisiones que durante dos años ha tomado su gobierno. También porque se dedicó a mostrar los avances que, según el, ha tenido el país en los temas sociales. En el que el mismo gobierno denominó el 'Informe social al Congreso', Uribe explicó uno a uno los logros en las siete estrategias de equidad de su programa de gobierno. Por eso, durante casi una hora, recitó cifras y más cifras relacionadas con la política educativa, la protección social, el impulso a la economía solidaria, el manejo social del campo y de los servicios públicos, la calidad de vida urbana y el programa de microcréditos a pequeños empresarios. Para los afectos al gobierno, como el nuevo presidente del Senado, Luis Humberto Gómez Gallo, la disertación presidencial mostró que el gobierno no sólo tiene mano dura, sino también corazón. "El discurso trató de demostrar que el gobierno no sólo está comprometido con la seguridad democrática sino también con la inversión social", señala Gómez. Los opositores al gobierno coinciden en que el discurso del 20 de julio buscó responder a las críticas a la política social. Sin embargo, y a diferencia de los oficialistas, consideran que tan poca insistencia en la política de seguridad y tanta en 'lo social' es síntoma de que en este terreno el país está mal. "El Presidente acudió a los números para mostrar los logros sociales de su gobierno, resaltó aquellos que obtuvo, pasando por encima de los que no alcanzó, como la disminución del desempleo", afirma el senador del Polo Democrático Antonio Navarro. Pero pareciera que el 20 de julio el mandatario no sólo se dedicó a presentar los resultados sociales de sus dos años de gestión para legitimarse ante el país y ante el Congreso. Lo hizo también para no hacer referencia detallada a las reformas económicas anunciadas para los próximos meses. En particular, la pensional y la tributaria que podrían tener altos costos electorales, sobre todo para un Presidente que espera ser reelegido. De ahí que el discurso del Presidente mirara poco al futuro y a las relaciones del gobierno con el legislativo. En toda su intervención sólo hizo dos alusiones a la importancia de que el Congreso apoye proyectos de iniciativa gubernamental. Una, cuando habló de la necesidad de hacer una reforma en el régimen de pensiones y otra, cuando planteó la importancia de aprobar los estímulos tributarios para la producción del diésel biológico como alternativa al petróleo. Para reforzar la imagen de corazón grande, Uribe no sólo acudió el 20 de julio a las banderas de lo social. También quiso resaltar su faceta humana cuando llegó al recinto del Congreso con un reinsertado, un soldado herido por un carro bomba, una ex secuestrada y una microempresaria. A cada uno de ellos los trató por su nombre y los mencionó como ejemplo de superación y de resultados de programas como los de microcréditos y reinserción. Para críticos del gobierno como el senador Carlos Gaviria de Alternativa Democrática, este acto presidencial se hizo buscando proyectar que el Presidente trabaja con los más desvalidos y, en el fondo, "reflejó un populismo elemental que lo puso en plan de candidato y no de Presidente". Una vez instaladas las sesiones, sólo queda esperar que de los discursos sobre el pasado, el Presidente y los congresistas pasen a las acciones futuras. Y sobre todo, a aquellas que tienen que ver con las reformas en los ámbitos económicos y sociales, a los que tanto aludió Uribe en su discurso del 20 de julio. En últimas, el éxito de Uribe como candidato dependerá no sólo de la imagen que intente proyectar sino también de los logros que obtenga desempeñando su papel de Presidente.