Home

Nación

Artículo

relaciones exteriores

El pacificador

La habilidad negociadora y la cautela diplomática caracterizan al nuevo embajador de Estados Unidos.

29 de junio de 2003

Practicamente la unica experiencia en América Latina de William B. Wood, el embajador estadounidense que está próximo a posesionarse en Bogotá, fue la que tuvo de joven como funcionario del equipo del embajador Dean Hinton en El Salvador, en plena guerra en los 80. Luego siguió la evolución del conflicto salvadoreño desde la Oficina de Asuntos Interamericanos en Washington.

Es un clásico funcionario de carrera con 20 años en el servicio diplomático que, al igual que la embajadora saliente, Anne Patterson, seguirá disciplinadamente la línea que le trace su gobierno. "Será el hombre del presidente en Bogotá, pero estará muy atento a las reglas de juego oficiales y le responderá al Departamento de Estado", dijo un oficial retirado estadounidense que ha seguido su trayectoria.

De ahí que, según lo señaló Adam Isacson, del Centro para la Política Internacional de Washington, "es probable que las cosas no cambien mucho".

De todos modos su perfil permite pronosticar el énfasis que podrá tener su gestión. Wood es un soltero neoyorquino de 52 años que estudió su pregrado en la Universidad de Bucknell y obtuvo una maestría en administración de negocios de George Washington University. Quienes lo conocen lo definen como un hombre brillante y especialmente hábil en las negociaciones multilaterales. Por eso mismo se espera que sea cauteloso y conservador en sus posturas. De hecho, la mayor parte de su carrera la ha dedicado a conducir la política exterior estadounidense ante organismos multilaterales, particularmente Naciones Unidas.

Fue subsecretario de Estado asistente para organizaciones internacionales y director de la oficina de Washington de la misión de Estados Unidos ante la ONU. En ambos cargos desempeñó papeles clave en reuniones internacionales, como la Conferencia Mundial contra el Racismo y la Discriminación, que tuvo lugar en Durban en 2001. En 2002 fue Wood quien llevó la vocería del gobierno ante la Cámara de Representantes para solicitar la aprobación de las enormes partidas presupuestales que Estados Unidos aporta a las entidades de Naciones Unidas y a sus misiones de paz.

Según informó El Nuevo Herald hace unas semanas, Wood también fue clave en el intento fallido de Estados Unidos por conseguir la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU para el ataque militar a Irak.

A juzgar por esta experiencia, Wood puede ser un embajador muy bien recibido por el gobierno de Alvaro Uribe, que ha insistido en que la ONU tenga un papel más activo en detener la catástrofe humanitaria en Colombia. Sus conexiones y habilidad negociadora sin duda le podrán ayudar al Presidente colombiano. No hay que olvidar que Wood también es experto en operaciones de pacificación, según dice su currículo.

En su declaración ante el Senado, que aprobó su nombramiento, Wood dejó en claro las misiones principales que pensaba llevar a cabo en Colombia: buscará que la ayuda de su país contra el terrorismo y el narcotráfico dé mejores resultados; continuará la tarea de erradicación intensiva de cultivos ilícitos; seguirá respaldando el fortalecimiento institucional y en derechos humanos y creará un ambiente de negocios que genere confianza y le abra las puertas a un posible tratado bilateral de libre comercio.

Llama la atención que también se refirió expresamente a la necesidad de "trabajar con el presidente Uribe para cortar todos los lazos entre personal militar colombiano y actividades paramilitares", algo a lo que Patterson se había referido, por lo general, en privado. Esto muestra que con el nuevo embajador Washington mantiene en firme sus exigencias a las Fuerzas Armadas en materia de derechos humanos.

No será una tarea fácil para Wood, quien tendrá que hacer gala de su fama de gran trabajador y hábil gerente de tareas complejas para poder coordinar las 32 entidades de Estados Unidos que hoy tienen alguna actividad en Colombia, responder a su Congreso por los 2.200 millones de dólares que suma la ayuda de los últimos tres años (y que tiene a más de uno nervioso por los magros resultados) y manejar la embajada estadounidense con más personal del mundo.