EL PARAMO DE LA TORMENTA

En Corinto los choques militares complican cada día más la solución política.

4 de febrero de 1985

En el páramo de San Pablo, en Corinto, sigue la balacera. El Ejército reconoce cinco soldados muertos -cuatro de ellos en la primera semana de enero, tercera desde que se iniciaron los combates con el M-19- y varios heridos: seis soldados, dos suboficiales y un oficial. Según Navarro Wolff, dirigente del M-19, son muchos más, "incluyendo oficiales de alto rango". Pero el viernes 4 de enero, cuando viajó a la zona una comisión de alto nivel encabezada por el ex ministro y actual embajador en Londres, Bernardo Ramírez, por solicitud expresa del Presidente, la información seguía siendo fragmentaria y consistía sobre todo en rumores sin confirmación. Que había docenas de muertos y heridos por parte y parte; que el M-19, en una acción abiertamente ofensiva, había atacado por sorpresa a un campamento militar en San Pablo; que había llegado a la región la columna de Gustavo Arias Londoño, "Boris", marchando desde Garzón, en el Huila; que todo el alto mando del M-19, incluyendo a Alvaro Fayad y quizás a Iván Marino Ospina, se encontraba en Corinto; que Carlos Pizarro había caído herido. "Corinto es un infierno", resumía uno de los soldados heridos evacuados al Hospital Militar de Bogotá. Y en ese infierno, en medio de rumores de "guerra química" (bacterias de dengue) y bajo los bombardeos de mortero, se había iniciado el éxodo masivo de la población campesina de la región rumbo a Corinto, Florida y Miranda.
Se combatía en medio de la niebla. El campamento guerrillero sitiado se encuentra en lo más alto del páramo a más de tres mil metros de altura, y las avanzadas del Ejército están a pocos centenares de pasos. Los helicópteros, dicen fuentes militares, no pueden maniobrar sino una o dos horas al día por las malas condiciones atmosféricas a causa de la niebla: "eso es un vaso de leche". Desde abajo, dicen, les responden con ametralladoras antiaéreas calibre 50. El mismo soldado herido se queja de que ellos tienen que ahorrar la munición mientras que sus adversarios la tienen de sobra. Los militares han desactivado ya doscientas minas en torno al campamento fortificado. Minas hechas de canecas de leche rellenas de dinamita y chatarra que, pese a que los guerrilleros les dan el nombre de "cazabobos" y afirman que solamente hacen ruido de advertencia, de acuerdo con el Ejército tienen casi el poder de minas antitanques. El fuego, entrecortado de pausas y de visitas de la Comisión de Paz, se ha mantenido casi sin interrupción durante casi un mes. (Ver SEMANA, N° 138-139).
El 20 de dicimbre el Ejército lanzó una "ofensiva final" que resultó no serlo tanto: se combatió desde el amanecer hasta las cinco y media de la tarde, con artillería, helicópteros e infantería. Hubo al parecer tres muertos entre los guerrilleros, y un número de bajas no determinado por parte del Ejército. El día 21 hubo escaramuzas aisladas, y el 22 se llegó a un alto al fuego que no duró ni 24 horas. La Comisión de Paz, que subió entonces, logró que el cese de hostilidades se pactara hasta el 1° de enero, pero no se cumplió sino el 24 y el 25. El 26 hubo choques de nuevo, según el M-19 porque el Ejército empezó a atacar con morteros a las 6 de la mañana, y se peleó durante cuatro horas. El Ejército reduce el incidente a una simple escaramuza entre patrullas enfrentadas. Un destacamento del M-19 lanzó entonces una maniobra envolvente por detrás de Corinto, que los militares niegan. El 27 y el 28 se combatió durante todo el día, y hubo bajas de lado y lado. El 29 llegó otra vez la Comisión de Paz, que obtuvo ciertos acuerdos de principio: el M-19 permitiría que a su campamento entraran militares armados, incluidos miembros del GOES y el CAES, a verificar que allí no había secuestrados, y aceptaba el control de la zona por autoridades civiles (el alcalde de Corinto o los inspectores de Policía), para mostrar que no estaba instalando allí la "república independiente" de que hablan los Generales. Hubo un almuerzo de celebración en el páramo, con sopa de maíz, rellena y aguepanela. Y los comisionados de la paz regresaron a Bogotá con el estómago descompuesto, quizás simbólicamente, puesto que tampoco esos acuerdos se cumplieron. Los combates volvieron a estallar con gran dureza el 31 y el 1° de enero, y es en ellos cuando el Ejército reconoce sus primeros muertos. El viernes 4, ante el agravamiento de la situación, viajó de nuevo a San Pablo la Comisión de Paz, integrada esta vez por John Agudelo Ríos, el ex ministro de confianza del Presidente Betancur, Bernardo Ramírez, y varios altos funcionarios. A ver si se podía hacer algo.
Aparentemente no podía hacerse mucho. La situación parecía sin salida, casi literalmente: detrás del campamento, por donde los militares que tienden el cerco aceptan que se retire la guerrilla, no hay sino el despeñadero. Y en cuanto a su propuesta de dejarla salir por un "corredor de protección" después de entregar las armas, los guerrilleros la consideran inaceptable, porque los pactos que se firmaron en agosto pasado "fueron de tregua y no de paz y no implicaban la entrega de las armas sino solamente que éstas no se usaran". El Ejército replica a eso que lo que hay por parte del M-19 es una "actitud armada", y exige (aunque las fuentes militares consultadas por SEMANA insistieron en aclarar que "el Ejército no exige nada, pues no es a él a quien le toca proponer soluciones") que el M-19 levante su campamento. Como ha declarado más de una vez el general Vega Uribe, ministro encargado de Defensa, las Fuerzas Armadas no pueden tolerar que haya zonas del país que escapen a su autoridad. A lo cual el M-19 contesta reclamando la necesidad de tener un "espacio físico", dado que, según los acuerdos de tregua, la guerrilla no se ha disuelto ni ha desaparecido, y en consecuencia necesita campamentos (como los que en otras zonas menos conflictivas del país, y sobre todo más alejadas de las grandes ciudades, tienen por ejemplo las FARC). Un sitio en donde guindar sus hamacas, hacer ejercicio, recibir con rellena regada con aguepanela a las comisiones visitantes.
El fondo del problema es, pues, político y no militar. En primer lugar, viene de las palabras que en este momento está usando cada una de las partes, "Espacio físico", dicen los guerrilleros del M-19. "República independiente", corrigen los militares. "Actitud armada", acusan éstos "Posición defensiva", matizan los otros. Y es que cada cual se está refiriendo, por encima de eso, a textos diferentes: las Fuerzas Armadas invocan el de la Constitución, que las obliga a patrullar la totalidad del territorio nacional, prohibe la existencia de organizaciones armadas distintas de ellas mismas, etc. El M-19 se atiene, por su parte, al texto de los acuerdos de tregua firmados en el mismo Corinto, que permiten, en la práctica, todo eso, puesto que parten del supuesto de que lo que desaparece no son los grupos insurrectos, sino sus actividades subversivas. Y los grupos como tales permanecen en calidad de "garantía armada" de que serán cumplidos los compromisos políticos, económicos y sociales asumidos por el gobierno. Vagos compromisos, además: diálogo nacional, apertura democrática, reformas, ayuda económica a las regiones azotadas por la violancia. Es posible, como han señalado algunos comentaristas en la prensa, que la improvisación que acompañó los acuerdos de tregua los hiciera contrarios a la letra de la Constitución. Pero así se pactaron, y eso era probablemente inevitable porque los pactos, de por sí, implicaban el reconocimiento de que la Constitución no estaba siendo aplicada. Su letra excluye la posibilidad de que existan guerrillas en Colombia: pero en la práctica existían, y frente a ellas la situación militar estaba en tablas. Los pactos se concibieron como una salida política a un impasse militar. Es difícil imaginar que ahora, en Corinto, se encuentre una salida militar a ese impasse político.
Sin embargo, es precisamente la gravedad de la situación militar en Corinto la que viene ahora a complicar la solución política. A las previsibles violaciones limitadas de los acuerdos de tregua existía una solución prevista, que era la intervención de la Comisión Verificadora o de la propia Comisión de Paz. y Gracias a ella se han superado sin problemas diversos incidentes, que en varios casos han causado muertos tanto del lado de las Fuerzas Armadas como del de las guerrillas. Pero más allá de las comisiones, que son simplemente equipos de primeros auxilios, debía estar la voluntad política del gobierno de sacar adelante los acuerdos. Y es esa voluntad la que la intensidad de los combates de Corinto, y sobre todo su inusitada prolongación en el tiempo, está poniendo a dura prueba. A tan dura prueba, que en la opinion empieza a cundir el desconcierto: ¿se ha roto, o no se ha roto la tregua? Una docena de muertos reconocidos, y dos o tres veces ese número sospechados, tres semanas ininterrumpidas de combates, un éxodo de población civil, helicópteros, cohetes, minas ¿representan, o no, una ruptura de la tregua?

No se sabe. Después de un largo silencio, el Presidente Betancur anunció en su mensaje de Año Nuevo que se había llegado a una "solución honrosa" en el tema de Corinto. Pero el M-19 interfirió la transmisión televisada del discurso para negar que así fuera, y simultáneamente el recrudecimiento de los combates en Corinto estaba desmintiendo las palabras del Presidente. El ministro de Gobierno, Jaime Castro, a quien corresponde ocuparse de los temas de orden público, aunque ha confirmado el apoyo del gobierno a las Fuerzas Armadas, no se ha manifestado en forma directa sobre el recrudecimiento de los combates, ni tampoco lo ha hecho el general Vega Uribe, ministro encargado de Defensa, con quien esta revista intentó en vano comunicarse. En cuanto a los portavoces del M-19, habitualmente muy locuaces, repentinamente desaparecieron de la circulación. Antonio Navarro Wolff llamó a los medios de comunicación desde un teléfono público para informar que su desaparición, sin embargo, no era un retorno a la clandestinidad: "sólo estamos tomando medidas de seguridad para que no nos pase lo mismo que a Toledo Plata".
En esta atmósfera de confusión se tejen, inevitablemente, toda suerte de especulaciones, y los cambios militares ocurridos en los últimos días se prestan a las interpretaciones más variadas. Del lado del Ejército, el general Díaz Sanmiguel entregó el mando de la III Brigada (de la cual depende la zona de Corinto) al general Pedro Nel Molano, hasta ese momento comandante de la BIM, especialista en guerra anti-subversiva y considerado uno de los más "duros" de las Fuerzas Armadas. Y por el lado del M-19, la concentración en San Pablo de toda su plana mayor y los rumores sobre la llegada de refuerzos venidos del Huila parecen indicar también que consideran llegado un momento decisivo en el enfrentamiento. Por otra parte, empieza a hablarse de que en el seno de las FFAA existe, si no una insubordinación, sí al menos una negligencia en el cumplimiento de las órdenes de alto al fuego dadas por el Presidente. Y de nuevo se especula: ¿viene esto del general Vega Uribe? ¿O, al contrario, es una desobediencia a Vega Uribe, considerado cada día más "blando" por algunos sectores militares? Algo está preparando el M-19, dicen los que conocen sus mañas. Algo están preparando los militares, dicen los que conocen las suyas. Y lo que nadie sabe muy bien es qué está preparando el gobierno.