Home

Nación

Artículo

EL PARO-CAIDISMO

Oportunistas y políticos de todas las tendencias pescan en el río de los paros

13 de julio de 1987


"Se sabe cómo comienzan los paros pero no cómo terminan". Esta expresión se convirtió prácticamente en lugar común durante las últimas tres semanas cuando Colombia entera vivió una auténtica fiebre de paro. Y la verdad es que las consecuencias de esta fiebre aún no se pueden medir en el termómetro político del país.

La típica pesca en río revuelto que se presenta en este tipo de movimientos, y que muchas veces termina sacándolos de sus cauces, no fue el único fenómeno que registró esta vez la marea cívica. A los agitadores y terroristas que normalmente aterrizan en paracaídas en los ceses de actividades se sumaron oportunistas de las más diversas tendencias. Por una parte, la Unión Patriótica, que decidió aprovechar la oleada de paros cívicos para camuflar los objetivos políticos del movimiento que promovió en el nororiente del país. Y, por otro lado, en una jugada de ajedrez que sorprendió a todo el mundo, el ex candidato presidencial conservador Alvaro Gómez Hurtado, quien invitó a los dirigentes de su partido a ponerse al frente de estas jornadas cívicas y a disputarle a la izquierda ese espacio abierto por el gobierno del presidente Barco. "Esta apertura democrática no debe desaprovecharse" dijo en el editorial del periódico El Siglo el ex candidato conservador, antes de lamentar el hecho de que se "haya cambiado de criterio para juzgar esta expresión popular, que antes se calificaba de motín o de asonada".

No fueron estas las únicas reacciones, ni las únicas que sorprendieron a la opinión pública. Editorialistas, directores políticos y ministros en la sombra aprovecharon el momento para juagarse en el río revuelto y lanzar sus arengas represadas como cualquier manifestante de mitin callejero. Desde las páginas editoriales del periódico La República salió un grito erudito: "De la reunión de la muchedumbre, cuya peligrosidad fue calificada, hace ya muchos años por Gustavo Le Bon como el acceso a la superficie colectiva de los fracasos de la persona, pueden acontecer fenómenos inesperados". Otro, más político, brotó de El Siglo: "El clientelismo liberal, dueño permanente de la administración, no tiene empeño distinto al de disponer a su antojo de la burocracia que consume cuanto recurso fiscal se ponga a su alcance".

"El clientelismo liberal tiene la culpa" subtituló el editorial al hacer referencia al paro cívico del Chocó.

El paro del Chocó, en el que se presentaron disturbios que dejaron como saldo un muerto y varios heridos, fue motivo para que el diario El Espectador alertara sobre los peligros de que el país se hiciera "trizas" debido a las manifestaciones en contra del abandono y "la indolencia con que se le trata desde tiempos inmemoriales". Las consignas de los chocoanos no escondieron el deseo reprimido de intentar, inclusive y llegado el caso, un movimiento separatista que los uniera a Panamá o que los erigiera en república independiente.

El separatismo y la división del país inspiraron también un editorial del diario El Tiempo con motivo del paro del nororiente: "Pedimos a los lectores tomar un mapa de Colombia y observar cómo el movimiento que se está gestando y donde se piensa unir al Cesar y Bolívar, Norte de Santander, Santander y Arauca, es el comienzo de un anillo que de consolidarse dividirá a la nación en dos. No es una coincidencia, ni mucho menos. No nos equivocamos al afirmar que es un plan madurado lenta, fría y maquiavélicamente. Tampoco es una novedad. Responde a las estrategias usadas contra las democracias por los movimientos totalitarios de la izquierda".

Aunque la impresión que quedaba en el ambiente era la de que todos a una decidieron sacarle partido al mare mágnun creado por los paros cívicos y de alguna manera poner a flote lo más guardado de su sectarismo, había razón en algunos de los planteamientos que se esbozaron. Prácticamente todo el mundo coincidió en que el paro del Nororiente fue impulsado con móviles políticos aprovechados suficientemente por las organizaciones subversivas. El senador santandereano Eduardo Mestre Sarmiento, miembro de la Dirección Liberal Nacional, dijo: "En estos paros cívicos hay una confusa mezcla de protesta, activismo político y subversión" y el presidente de la DLN Ernesto Samper Pizano sostuvo "Hay paros de paros. El paro del Nororiente no es un paro cívico sino político". "Yo no descarto que los paros comiencen a formar parte de una nueva estrategia de lucha de los sectores alzados en armas. A los campesinos los llevan a ciegas, por camionados, después de acorralarlos. Eso es parte de lo que establece la diferencia entre un paro como resultado de una expresión espontánea de inconformidad y paros logísticamente organizados", agregó Samper, después de defender la posición del gobierno.

Apagar incendios
El ejecutivo, curiosamente, parece ser quien ha asumido la posición más sensata frente a este fenómeno. Contra la corriente editorialista y contra las más variadas vertientes de la "oposición reflexiva", ha decidido negociar con los organizadores de los paros, e incluso llegó a defenderlos. "Al gobierno de Barco no le asustan estas manifestaciones del pueblo. Al contrario las permite para demostrar su receptividad frente a las quejas de la gente", dijo Carlos Ossa Escobar, consejero presidencial para la rehabilitación, en Bucaramanga, quien ha tenido que hacer las veces de apagafuegos en los paros de allí, allá y acullá.

Y el propio presidente Barco, quien también aprovechó para echarle una puyita a las anteriores administraciones cuando afirmó el día del campesino que "los paros y las marchas son una protesta contra el pasado", se mostró consecuente con lo que había pedido a los colombianos el día de su posesión ("movilizarse en defensa de sus intereses"): "Es bueno el despertar cívico de las comunidades que, con renovados líderes, cuestionan su situación o buscan satisfacer sus problemas", dijo a los campesinos.

Lo que ha pasado con los "bienaventurados" paros cívicos, como irónicamente los llama ahora Alvaro Gómez es que les han salido más defensores de los que tradicionalmente tenían y más enemigos de los que normalmente conocían. Mientras los editorialistas y habituales críticos de este tipo de movilizaciones les reconocen ahora cierta justificación e invitan a participar en ellas, la UP y la extrema izquierda se lanzan a "tomárselos", logrando con ello que disminuya la credibilidad en su carácter cívico y popular. Y mientras el gobierno se bate como gato panza arriba comprometiéndose a solucionar de un plumazo las deficiencias de muchas décadas de abandono de la provincia, las expectativas despertadas por sus promesas pueden convertirse en frustraciones que, a su vez, agraven los problemas. Si eso sucede, muchos aprendices de paracaidistas acabarán rompiéndose las piernas.--