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Algunos parlamentarios de La U ya saltaron del barco, otros se disponen a hacerlo y otros persistirán. | Foto: Jorge Restrepo

POLÍTICA

El Partido de La U a la deriva

Sin norte ideológico de cara a las elecciones corre el riesgo de dejar de ser la primera fuerza política del país. ¿Por qué?

3 de agosto de 2013

El Partido de la U vive una paradoja: pese a ser el más fuerte del Congreso, su futuro para las próximas elecciones está a la deriva. Esta organización política, que durante dos periodos legislativos ha sido la primera fuerza electoral del país, enfrenta el riesgo de perder el terreno ganado. Tres razones explican ese fenómeno: crisis de identidad ideológica, ausencia de barones electorales –Juan Lozano y Dilian Francisca Toro– y escándalos de algunos de sus dirigentes.

La semana pasada, durante un encuentro en Paipa, Boyacá, la bancada del partido oficial de Juan Manuel Santos anunció su apoyo a la reelección del mandatario e indicó que se opondría a una lista conjunta con los demás miembros de la coalición de Unidad Nacional. 

Expresar el apoyo a Santos era obvio. En cualquier país no tendría ningún sentido que el partido de gobierno no respalde al mandatario en la segunda vuelta. Sin embargo, en Colombia eso que parece evidente no lo es tanto, por una razón: La U nació —por iniciativa de Santos—, en 2005, para apoyar al presidente Álvaro Uribe en su proyecto releccionista. Pero el ahora exmandatario es hoy el principal contradictor del gobierno. 

El partido, con escasos ocho años de edad, ha tenido un crecimiento inédito. Su nombre, en teoría, según reza en la declaratoria oficial, quiso significar “la unidad”. Pero en la práctica, la letra que lo identifica fue parte de una estrategia publicitaria que buscaba que el electorado asociara a esa organización con el entonces presidente Uribe en vísperas de las elecciones de 2006. La jugada dio resultado. 

En su debut electoral, La U se convirtió en la primera fuerza política del país con 1.591.775 votos y 48 escaños en el Congreso. En esa oleada llegaron al Congreso figuras como Gina Parody y Marta Lucía Ramírez, entre otras, que refrescaron la política. 

Los triunfos continuaron en el plano local. En 2007 obtuvo la mayor cantidad de gobernadores, siete, uno más que el Partido Liberal y dos por encima del Conservador, los dos partidos históricos del país. Para las elecciones de 2010 volvió al primer lugar del podio. 

Con 2.792.944 votos se hizo a 28 curules en el Senado y a 47 en la Cámara de Representantes; el 26 por ciento de la representación. Ese año, el presidente Santos avalado por La U obtuvo más de 9 millones de votos. Y en las elecciones locales de 2011, a pesar de que solo obtuvo una de 32 gobernaciones, logró el apoyo en una cuarta parte de las alcaldías del país (258), más del doble de las que había obtenido en 2007 (119). 

Pese a esas victorias, el partido comenzó a padecer una crisis de identidad, en parte debido a la falta de norte ideológico. La U en sus inicios se formó con disidentes de varios partidos cuya única afinidad era la identidad con Uribe, quien ha sido el presidente con mayor popularidad de la historia reciente.

Pero en la medida en que pasó el tiempo, el enfrentamiento entre el expresidente y Santos se escaló. Algunos congresistas compararon las peleas con las de dos esposos que se divorcian. En la mitad, como el hijo confundido, quedó el partido.

Aunque la mayoría de los parlamentarios de La U respaldaron al gobierno en sus principales iniciativas, los debates internos dejaron abiertas heridas que hoy tienen a varios congresistas mirando otras opciones políticas. Uno de ellos es el senador Juan Carlos Vélez, quien aduce que “la U es el hijo no deseado de Santos, mientras que el Partido Liberal es su favorito”. 

Como consecuencia, el partido no tiene hoy una ley de mostrar. A la pregunta por cuáles banderas identifican a La U, por ejemplo, el codirector de la colectividad, Aurelio Iragorri, responde: “Haber sido partícipe y gestor de las más grandes reformas que han existido últimamente. Y obviamente haber apoyado a un presidente que salió avalado por este partido”. Nada en concreto. Mientras que a los liberales se les abona el impulso a la Ley de Víctimas y a la del Primer Empleo.

El Marco Jurídico para la Paz, tal vez la iniciativa de reforma legislativa más importante de La U, no agradó a todos. Aunque en ella está fundada la esperanza de que se logre un acuerdo para terminar el conflicto, la división institucional que ha generado hace difícil capitalizarla políticamente. Lo mismo ocurre con la reforma que permite al Estado limitar sus decisiones con base en la sostenibilidad financiera. Pese a su importancia para el equilibrio fiscal del país, es un proyecto impopular, tanto así que los rojos no lo apoyaron. 

“Tuvimos la oportunidad de hacer un gran debate a la salud, pues teníamos el presidente de la comisión donde arrancó la discusión, pero al final nos quedamos con los insultos”, añade al listado el senador Armando Benedetti, quien ha sido un duro crítico de la falta de norte del partido.

El senador se refería, sin decirlo, a un hecho en particular: en la legislatura pasada, el superintendente nacional de Salud, Gustavo Morales, denunció que el entonces presidente del Congreso, Roy Barreras, y su copartidaria Karime Mota, le pidieron que nombrara a una persona cercana a ellos como interventora de la EPS Solsalud.

El episodio dejó al descubierto la influencia de esos parlamentarios en el sector de la salud. El bochornoso capítulo, que raya en lo penal, se sumó al de la senadora Dilian Francisca, la mayor electora de Valle, quien es investigada por un posible lavado de activos. La U hoy no cuenta con tres senadores por cuenta de investigaciones o sanciones. 

El partido ha sufrido un golpe en la credibilidad. Según el Barómetro de las Américas, la simpatía por La U ha descendido del 42 por ciento en 2010 al 27 por ciento en 2012. “Quizás un reflejo del cambio de orientación del gobierno y del fin de los ocho años de la administración de Álvaro Uribe”, reza el informe hecho por el Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes. 

Aunque en las elecciones de Congreso, que se celebrarán en marzo, prima la maquinaria y por eso la mayoría de congresistas está tranquila, es improbable que el partido mantenga la votación del pasado. Tiene a su favor que, ante una la posible reelección, el presidente deberá postularse con su aval. Pero eso no significa que el partido haya encontrado su razón de ser.