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El Plan C

Convocar a una Asamblea Constituyente para prolongar el mandato de Álvaro Uribe no es ni factible ni conveniente.

13 de junio de 2009

El pasado martes 9 de junio, en una cumbre extraordinaria en la Casa de Nariño entre el gobierno y 70 representantes a la Cámara, surgió lo que algunos llaman el Plan C: convocar una Asamblea Constituyente si se hunde el referendo. La propuesta del congresista Roy Barreras, el más reciente miembro de la bancada de La U, recibió varios aplausos en el recinto.

La idea, según Barreras, sería presentar un proyecto de ley cuando arranque la nueva legislatura el 20 de julio. En las cuentas optimistas del legislador, el proyecto se aprobaría en dos meses y antes de fin de año los colombianos estarían votando por sus constituyentes. La Asamblea sesionaría el primer semestre de 2010 y dentro de sus atribuciones estaría la opción de cambiar las fechas de las elecciones para el Congreso y para la Presidencia. Así, en un dos por tres se evitaría, según Barreras, que "una minoría" impusiera su voluntad sobre los millones de colombianos que estamparon sus firmas a favor del referendo reeleccionista. Y la Asamblea también haría los "necesarios ajustes institucionales" que requiere la Constitución y que el Congreso no ha sido capaz de hacer.

Es tanto el entusiasmo de algunos que el congresista Jorge Mantilla ya anda hablando de sistema parlamentario y primeros ministros de larga duración.

Sin embargo, quizá Barreras y compañía se están adelantando un poco a los acontecimientos. Para empezar, el cronograma no cuadra. Como le dijo a SEMANA el constitucionalista Jaime Castro, el trazado es bien difícil. Primero deben ponerse de acuerdo en el texto del articulado los mismos parlamentarios que llevan nueve meses discutiendo la redacción de una sencilla pregunta. Y la convocatoria a una Asamblea Constituyente no es cualquier texto: debe incluir el alcance de la misma, qué se puede reformar y la duración de las sesiones, cuántos miembros la integrarán y bajo qué mecanismo serán elegidos. Luego, se citaría a los ciudadanos a refrendar el proyecto aprobado por el Congreso; se requiere la participación de la tercera parte de los votantes (alrededor de nueve millones). Y apenas entonces se podría llamar a otra elección para escoger a los constituyentes.

Si el Registrador Nacional ha sido claro en que necesita mínimo tres meses para organizar el referendo de una pregunta, no resulta claro cuánto se demorará para dos consultas independientes. Por eso Castro dice que "quienes proponen la Constituyente están 'razonando' fuera del tiesto".

No es el único que ve descabellada la realización de esta propuesta. Un congresista uribista purasangre, quien pidió no ser identificado dado el ambiente de circo romano de estos días, le dijo a SEMANA que lo de la Asamblea se debe entender como una amenaza para los representantes que no quieren votar el proyecto de referendo, por temor a la Corte Suprema. La advertencia es sencilla: si se aculillan, no habrá elecciones para Congreso en marzo y se quedarán sin puesto (pan) ni burocracia (queso).

Jaime Castro y el diario El Nuevo Siglo tienen otra teoría: que en las huestes uribistas han calado las comparaciones entre Álvaro Uribe y Rafael Reyes. En 1905, una Asamblea Constituyente prorrogó de seis años a 10 el período presidencial del general. Quieren repetir la dosis 104 años después; pero se olvidan de tres datos relevantes: que en ese momento no había Congreso reunido, que la Colombia de 2009 es mucho más democrática que la República del principio del siglo XX y que Reyes no pudo terminar su mandato.

Independientemente de la motivación -chantaje barato o motivaciones grandilocuentes-, convocar una constituyente ahora sería un golpe mortal a la confianza inversionista e institucional que tanto pregona el gobierno. Nada ahuyenta tanto como países que andan cambiando sus Constituciones como si fuera papel reciclable. Es inédito, que apenas 18 años de la Asamblea Constituyente de 1991, se quiera convocar otra. Es más un comportamiento de república bananera que de un país con la trayectoria institucional de Colombia. Más de Chávez, Correa y Morales, que de Churchill y Lincoln.