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Mabel Lara, Édison Delgado y Nigeria Rentería. | Foto: Guillermo Torres

EL PODER DE LAS RAZAS

Una presidenta negra

Desde hace 25 años, con la Constitución de 1991, los afros han venido ganando un espacio político en Colombia. El reto es consolidar ese poder para transformar las condiciones de vida de los miembros de la comunidad.

Héctor Riveros (*)
18 de junio de 2016

Mientras que Estados Unidos tiene un presidente negro y hay una alta probabilidad de que sea reemplazado por una mujer, en Colombia tuvieron que pasar más de 60 años para que un gobierno nuevamente nombrara ministro a un chocoano –Luis Gilberto Murillo en la cartera de Medio Ambiente–. Ya una mujer negra, Paula Moreno, había ocupado la cartera de Cultura durante el gobierno de Álvaro Uribe y su desempeño fue tan notable que varios grupos políticos le ofrecieron ser fórmula vicepresidencial, algo que ella –que es una mujer inteligente– desechó. En el país también hay una incipiente bancada de afrodescendientes en el Congreso y unas decenas de municipios tienen alcaldes negros, que conforman una vigorosa asociación.

Lo cierto es que los afrocolombianos surgieron como actores políticos en Colombia hace apenas 25 años, con la Constitución de 1991. Hoy tienen todos los motivos para celebrar con bombos y platillos las bodas de plata de una carta política que cambió para bien el país, pues fue el proceso de preparación de la Ley 70 de 1993, que desarrolló el reconocimiento a su identidad y a su territorio, y visibilizó organizaciones y líderes históricos que el resto de Colombia desconocía.

Pero tuvieron que pasar casi 20 años para que en Colombia se desarrollaran programas y proyectos dirigidos a garantizarles igualdad efectiva a los afros. Y fue necesario que los estadounidenses eligieran un presidente negro y que un grupo de congresistas afrodescendientes de ese país lo impusieran como condición para la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Colombia. Desde entonces, una parte no despreciable de los recursos de cooperación de Estados Unidos se ha dirigido a promover proyectos de formación, desarrollo institucional y generación de ingresos en comunidades afrocolombianas.

El nombramiento de Paula Moreno, la designación de Luis Gilberto Murillo, la elección de Zulia Mena en la Alcaldía de Quibdó y la conformación de una bancada afro en el Congreso, liderada por el senador bonaverense Édison Delgado, han ido sentando las bases del surgimiento y reconocimiento de líderes nacionales que, como Barack Obama en Estados Unidos, pueden aspirar a lo más alto en medio de una sociedad que persiste en la discriminación.

No son los únicos. La designación de Carmen Inés Vásquez como viceministra del Interior, los logros alcanzados en el periodismo por Mabel Lara, la participación de Nigeria Rentería en el equipo negociador del gobierno en La Habana y la designación –así fuera en calidad de encargada– de la científica chocoana Alicia Ríos como directora de Colciencias, amplía el abanico de líderes (en realidad de lideresas) afrocolombianas que actúan con el compromiso de representar una comunidad segregada y marginada por la visión centralista de Bogotá.

Alguien propuso en estos días que esas mujeres se juntaran en una lista cerrada para el próximo Senado. ¿Se imaginan el ruido y los votos que podría conseguir una lista conformada por ellas y algunas mujeres afro más? Serían un fenómeno de opinión y podrían constituir una bancada de al menos diez senadoras negras que convertirían el Congreso colombiano en un lujo. Soñar no cuesta nada.

Lo bueno es que desde 1991 las comunidades negras han ido sentando las bases para ganar un importante poder político. Se ha logrado algo, pero aún falta mucho. Los retos son consolidar el poder que se ha alcanzado y convertir los que hasta ahora han sido logros personales en una fuerza movilizadora para mejorar la condición de vida de la mayoría de los miembros de la comunidad negra de Colombia. Hoy se han titulado miles de hectáreas como territorios colectivos, las consultas previas son obligatorias, se hacen esfuerzos por mejorar la formación del talento humano, pero la situación de la gente no cambia en forma considerable.

Eso nunca se va lograr con la visión de los tecnócratas bogotanos y habría que pensar si llegó la hora de que en vez de una lista al Senado sea útil proponerles a esas mujeres que se metan a la contienda presidencial. Los gringos parece que lo van a hacer en dos pasos: primero un presidente negro y después una mujer. De pronto nosotros podríamos hacerlo en uno, al lograr que la primera mujer presidenta sea negra.

* Abogado y analista político, experto en Derecho Constitucional. Ha sido consultor en temas de gestión pública, panelista en Hora 20 y Blu Radio y columnista de La Silla Vacía.