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Algunos de los nombramientos de afrodescendientes en el alto gobierno se han dado gracias a la influencia de congresistas afroamericanos. En la foto Luis Gilberto Murillo, ministro de Medio Ambiente. | Foto: Presidencia

EL PODER DE LAS RAZAS

Una relación provechosa

La bancada de congresistas afro de Estados Unidos ha sido clave para que el gobierno colombiano tenga en cuenta varias de las iniciativas de las organizaciones negras en Colombia.

18 de junio de 2016

Las delegaciones del gobierno y las Farc que negocian un acuerdo de paz en La Habana anunciaron que se reunirán con representantes de las comunidades étnicas de Colombia. Negros, indígenas y gitanos finalmente podrán ir a la isla a presentar sus propuestas y a expresar sus preocupaciones.

La noticia cogió por sorpresa a más de uno, pero para los líderes de varias organizaciones que defienden los derechos de los afros la decisión era cuestión de tiempo. Ellos, reunidos en el Consejo Nacional de Paz Afrocolombiano (Conpa), venían adelantando desde 2014 una serie de actividades para presionar la inclusión de algún representante en el proceso de paz y habían conseguido el apoyo de un grupo de aliados determinante: la bancada de afrodescendientes del Congreso de Estados Unidos de América.

No es la primera vez que pasa. La relación entre esas organizaciones y la ‘Black Caucus’ –como se le conoce a la bancada afro en ese país– es de vieja data. Incluso, quienes conocen del tema dicen que ellos han sido el poder detrás de algunos de los nombramientos de personas afro en el alto gobierno y de la inclusión de varios temas étnicos en la agenda del Estado.

“Tenemos con ellos una relación de apoyo puntual en algunos temas. Sobre todo en lo que tiene que ver con derechos humanos”, cuenta Marino Córdoba, director de la Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados (Afrodes). Él es uno de los líderes que ha impulsado esa relación, que comenzó hacia 1993 y se consolidó en los años 2000.

Esa cercanía ha servido para que, algunas veces, los congresistas negros de ese país presionen al gobierno de Colombia para que tome algunas decisiones puntuales. En 2007 le reprocharon al presidente Álvaro Uribe la falta de representantes afro en su gobierno, en medio del cabildeo que este hacía para impulsar el Tratado de Libre Comercio. A los pocos meses, el presidente designó a Paula Moreno ministra de Cultura.

Además, los congresistas lograron que buena parte de la cooperación estadounidense se destinara a programas y proyectos para la población afro.

Al presidente Santos le pasó algo similar a comienzos de febrero pasado. No había representantes afro en la delegación colombiana que asistió a celebrar los 20 años del Plan Colombia y el gobierno tuvo que incluir de afán a tres activistas . A partir de las quejas de algunos congresistas por ese hecho, comenzaron a cocinarse los nombramientos de Zulia Mena, como viceministra de Cultura, y de Luis Gilberto Murillo –muy cercano a la bancada negra de Estados Unidos– como ministro de Medio Ambiente.

“Hay una relación mutua de aprendizaje y reconocimiento. Ellos lideraron las luchas que se dieron allá por los derechos civiles y nosotros hemos peleado por los derechos de nuestros territorios”, cuenta Carlos Rosero, del Proceso de Comunidades Negras (PCN), una de las organizaciones afro más reconocidas del país. Para él, la relación también abarca organizaciones civiles, sindicatos e incluso las comunidades que viven en los distritos negros de ese país. “Es como una hermandad, pues todos venimos de la misma diáspora africana”, añade.

El próximo momento clave es la votación para aprobar el plan Paz Colombia, con el que llegarán más de 450 millones de dólares para el posconflicto colombiano. Las organizaciones afro quieren que una parte de ese presupuesto se designe, de forma específica, para beneficiar a las poblaciones negra e indígena. Sus contactos ya se están moviendo y seguramente en poco tiempo habrá noticias al respecto, pues como dicen varios de ellos : “Algunas veces toca tener contactos afuera para hacer presión adentro”.